Unión obrera de Flora Tristán y la biografía de su amiga Éléonore Blanc

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** Flora Tristán

  • Unión obrera (edición íntegra de la 3′ edición de 1844}
    Francesca Gargallo Celentani (Introducción y traducción)
  • Carta a Éléonore Blanc
    Francesca Gargallo Celentani (Traducción}
    Gabriela Huerta Tarnayo (Nota introductoria y traducción)

** Éléonore Blanc

  • Biografía de Flora Tristán
    Gabriela Huerta Tamayo (Nota introductoria y traducción)

Primera edición, 2019
Ediciones Desde Abajo


http://www.desdeabajo.info
Bogotá D. C., Colombia

319 pp.

ISBN 978-958-5555-15-0

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La amistad entre mujeres es una actitud revolucionaria

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Francesca Gargallo Celentani

Universidad de Guanajuato

Marzo 10 de 2021

Si la anatomía es un rasgo determinante en la representación del sexo, la amistad entre mujeres está plasmada en los muros de la antigüedad más remota. Desde el paleolítico al neolítico, en faldas, vestidos o pantalones, con adornos, de pelo suelto o complejos peinados, con ponchos o camisolas, se toman del brazo, se siguen unas a otras, trabajan, descansan, participan de rituales, bailan como en las cavernas del levante ibérico, o arrastran hatos de ganado como en el norte de África, procesan alimentos mientras hablan, hacen textiles, socializan con niñas y niños.[1]  Mujeres libres, que se cuidan y acompañan, en medio de símbolos de poder y de representaciones de la naturaleza donde puede haber hombres como no. Esta representación de las mujeres sin una mirada de posesión o juicio, dura hasta la edad clásica griega y latina luego desaparece del arte de esa región. ¿Qué ha pasado para que la figura femenina se aísle y adquiera rasgos de hieraticidad, fijeza, soledad? Según lo da a entender Gerda Lerner, la gran historiadora alemana, en La creación del patriarcado[2], acaeció la subordinación femenina y la cooperación de las mujeres en el proceso de su propia subordinación, lo que, digo yo, no pudo suceder sin antes perder sus vínculos de amistad.

Durante siglos las mujeres estuvieron representadas por el poder de la iglesia católica, solas o con niños (casi siempre hombres, como lo notó Luce Irigaray,[3] quien se alegró en la década de 1990 de encontrar una representación de Santa Ana con María en brazos), mirándolos con amor, amamantándolos, sin hacer gran cosa más, en ocasiones rodeada de hombres que la veneran, impedida en sus movimientos. La literatura, cómica o trágica, se llena de traidoras, brujas, enemigas. Solo las pocas mujeres que escriben reivindican las virtudes de las mujeres y el hecho que se crece en ideas, moralidad y actividad estando juntas: Hildegarda von Bingen, Hroswitha de Gandersheim, Cristina de Pisan…  En la literatura cortesana, de mujeres obedientes a los mandatos patriarcales y de hombres que alcanzaron gran fama, por el contrario, puede rastrearse el miedo que provoca a la cultura patriarcal la cercanía entre mujeres. La joven perseguida durante un banquete, convertida en fantasma que cada primer viernes del mes es destrozada por los perros del amante que rechazó, en el Decameron de Boccaccio, y la repugnante obra La fierecilla domada de Shakespeare, así como las brujas de Macbeth, son pruebas más que fehacientes de que ser una mujer libre o tres mujeres juntas, capaces de decir que no a una propuesta amorosa o de inventar algo, son percibidas como un peligro en el mundo patriarcal.

Sin embargo, mujeres que tejieron amistades y se presentaron al mundo como Las Preciosas del barroco francés, lanzadas a embellecer la lengua con que se expresaban, y las primeras revolucionarias francesas, quizás educadas por las actitudes de hospitalidad entre mujeres en los salones ilustrados, y luego los círculos de mujeres independentistas en México, Colombia y Argentina, fomentaron relaciones libres que socavaban la seguridad masculina cuando las ridiculizaban, las dispersaban o las reprimían. Según la periodista neoyorkina Rebecca Traister, “La amistad femenina ha sido la base de la vida de las mujeres desde que han existido. En otras épocas, cuando había menos posibilidades de que un matrimonio, al que a menudo se recurría por razones económicas, proporcionara apoyo emocional o intelectual, las amigas ofrecían estabilidad íntima”.[4]

Hoy yo leo en mi vida cotidiana, cuando una amiga me ha cuidado durante el Covid y sus secuelas, y en la calle, las acciones solidarias que se tejen entre mujeres y conforman relaciones de encuentro, cuidado, atención, sostén, es decir, prácticas de amistad. Este 8 de marzo una pinta se repetía infinidad de veces en las calles de la Ciudad de México: “Libres, vivas, juntas”, mientras algunos grupos de feministas coreaban: “A mí no me protege la policía, me cuidan mis amigas”. Cada día más, las mujeres estamos conscientes de que queremos, necesitamos, nos divertimos, nos sostenemos y transformamos el mundo gracias a nuestras amigas.

Pero ¿qué es la amistad que muchos escritores románticos han magnificado entre hombres y nunca descrito entre mujeres? ¿Difieren, es un sentimiento, es una actitud?

La amistad entre mujeres es una práctica de protección que nace con el juego y las reglas que se van fijando para poder jugar libremente, de manera pactada entre jugadoras, a lo largo de la infancia o en cualquier momento de nuestra vida. Produce complicidad y fortalecimiento mutuo; su carga es revolucionaria porque el sistema ha intentado prohibirla o, por lo menos hacerla lo más difícil posible. Es que la amistad invalida los dispositivos de control social y el patriarcado desea el control total de las conductas femeninas.

Son tres días que ustedes vienen debatiendo sobre la economía de los cuidados, el ecofeminismo como alternativa a la destrucción ambiental, la finalidad de los estudios en época de desempleo y falta de expectativas en el sistema, la transformación del entorno y la condición de las mujeres con discapacidades. Han pensado en los autocuidados, por ejemplo, durante el embarazo y en los cuidados compartidos para romper con la cultura individualista del patriarcado. Además todas sabemos que las redes de apoyo entre amigas, durante los meses de pandemia, con sus encontrados sentimientos de miedo y de hartazgo, de recelo y de atrevimiento, cuando la depresión o la rabia, el desaliento o la desesperación hicieron mella en nuestra psique afectada por el encierro y la falta de perspectivas (entre ellas la perspectiva de un abrazo) son las que nos salvaron. La amiga que habló por teléfono, la que desafió la calle para llegar a llamarnos por la ventana, la que nos invitó a su proyecto, levantaron nuestro amor propio como la hoja de una planta que acaba de ser regada.

Las mujeres, nos dice bell hooks en El feminismo es para todo el mundo,[5] nunca podríamos liberarnos sin autoestima y amor propio. En el núcleo de la liberación está el cuerpo, nuestro instrumento de vida y relación que el patriarcado nos secuestró, exponiéndolo a un juicio estético constante y enjuiciador, que las mujeres asimilaron y repitieron. Para quebrantar la identificación norma-estética-belleza-aceptación solo la convicción compartida entre amigas puede llevar a una acción. Por ejemplo, el 7 de septiembre de 1968, las 500 mujeres que se reunieron para protestar en Atlantic City contra el Concurso de Miss América y decidieron tirar al Basurero de la libertad los instrumentos de la sujeción femenina (maquillaje, brasieres, zapatos de tacón alto, fajas, ligueros, etcétera), tuvieron que dialogar, cuchichear, darse ánimos, discutir, apretarse las manos para desafiar el sistema. No eran 500 amigas, pero las 500 tuvieron el valor de ir porque las acompañaba una o varias amigas. Las amigas son las que pueden acompañarnos en el cuestionamiento de preceptos aceptados como dogmas y como reglas de organización social. Es con una amiga, las que tuvimos una educación familiar patriarcal, que empezamos a dudar cuando nos dijeron que éramos inferiores intelectualmente, físicamente débiles, necesitadas de ser protegidas por un hombre. Descubrimos con ella nuestra capacidad de resolución y a cuestionar el derecho de los hombres a opinar, decidir, explicar, regañar, castigar nuestras acciones cuando no correspondían con lo prestablecido.

Desde 1968, cuestionar la estética sexista lo trastocó todo en la organización patriarcal de las mujeres como personas volcadas al gusto y el deseo de los hombres. Hay un nexo poderoso entre tirar al basurero el brasier y estudiar lo que se quiere, rechazar proposiciones matrimoniales que no convencen, convivir con amigas. Por sesenta años, el sistema patriarcal se ha defendido desatando una verdadera guerra contra las mujeres, cuyos rasgos más terribles son las violaciones y feminicidios. Las mujeres hemos soportado los cañonazos de la industria de la moda, la cosmética y aun la medicina. La prensa, la televisión y el cine han machacado las emociones femeninas con estereotipos de amor romántico, desde esa Cenicienta reciclada que fue Pretty Woman (1990) hasta las series televisivas que nos proponen relaciones heterosexuales como modelos, donde campean sumisiones, celos, violencias y renuncias. ¡Películas donde las mujeres nunca interactúan entre ellas, no se hablan, no se ayudan!

Sin embargo, las de ustedes que se interesan en las propuestas ecofeministas para poner fin a la explotación de la tierra y sus recursos, las que reflexionan sobre la economía de los cuidados, que sostiene con atención las relaciones comunitarias y familiares, las que se ocupan de nutrición desmantelando la producción industrial de los alimentos o de salud cuestionando la institucionalización de todas las curas, saben que desafían el sistema y que necesitan de aliadas, amigas, compañeras.

En este año de pandemia, necesariamente hemos tenido que repensar la reproducción social, es decir, de la producción de la vida y de los cuidados del cuerpo y de la psique, incluyendo las relaciones familiares, comunitarias y sociales. Pienso en esas mujeres que nunca abandonaron sus trabajos tradicionales de parteras y curanderas en el campo de la salud y cómo han posicionado otra manera de entender el cuidado, la higiene y las atenciones. Un trabajo que tiene que ver con la reproducción social, con el cuidado de una gestante a partir de su cultura, por ende, sus miedos y sus seguridades, y con el cuidado al interior de una comunidad, con todos sus lazos.  Las parteras saben dar masajes que ayudan el flujo de oxitocina, que sirven para acomodar el bebé en la posición de parto, que desenredan el cordón umbilical del cuello de los bebés; ensayan las formas de hablarle a los que van a nacer para que ayuden a sus madres; nunca molestan a una mujer mientras busca su posición para completar la dilatación, botar el tapón y pujar para dar a luz. No hay con ellas una mala palabra, una ridiculización, una demostración de falta de importancia. Muchas mujeres van solas, la presencia de un marido es excepcional, sentirse atendidas es un consuelo. Esa es amistad en la profesión.

Pero volvamos a la amistad como sentimiento libre, sin vínculos legales ni familiares que atraviesa, en ocasiones, clases sociales, niveles educativos, nacionalidades. Una relación libre no es regulada; aunque responda a sus propias reglas, éstas no son institucionales, por lo tanto, la relación se escapa al control del poder. ¿Qué significa que en las calles del país se coree que no nos defiende la policía, sino nuestras amigas? De entrada, la desconfianza hacia la institución que detenta la violencia legítima del estado y, en particular, la seguridad de que sus abusos son de orden patriarcal. Es decir, que criminaliza la protesta, la denuncia, la exigencia de justicia de las mujeres, precisamente porque de mujeres. Luego, que las amigas, las personas con las que nos relacionamos libremente, son aquellas con las que reconstruimos el pacto social, dialogamos acerca de sus especificidades, coordinamos las medidas de protección contra las agresiones físicas (lo cual en estados feminicidas se convierte en una imperiosa necesidad) y las variadas embestidas legales, educativas, económicas.

Que a mí me cuiden mis amigas implica hoy, en México y en un mundo aún más precarizado por la pandemia Covid, con una urgente redistribución de las riquezas y las responsabilidades ambientales, una actitud que desmonta procesos no democráticos de desconocimiento de la libertad y los derechos humanos de las mujeres, propios de gobiernos y sociedades brutales, donde la violación abierta a la integridad de las mujeres y las personas femeninas es utilizada como un acto de terror patriarcal, homofóbico, racista, básicamente antidemocrático. La amistad entre mujeres desmonta el odio y el desprecio de las sociedades autoritarias a las mujeres que no aceptan una división sexual jerárquica de la vida, porque se pitorrea del deber ser. ¡A mí, me cuidan mis amigas! es un programa de resistencia que defiende a las mujeres para el fortalecimiento de una sociedad plural y no dogmática.

Cuando me detengo en pensar qué es la opresión, yo la visualizo como una dicotomía entre superiores e inferiores, es decir como una jerarquía que se pretende inquebrantable y que desconoce la dignidad humana. Como dice Rita Laura Segato, entre dueños y poseídos, en un mundo donde quien no es dueño no existe.[6] Pensemos esta dicotomía como una rígida división entre los roles de las mujeres cosificadas y de los hombres que luchan por ser dueños, y la exclusión de las personas homosexuales, intersexuales, transgéneros, no binarias. Mujeres oprimidas en cuanto inferiores según hombres ideologizados que consideran que, siendo superiores, deben ocuparse de manera rígida y castrante del trabajo y del combate a todas las disidencias de un orden establecido desde un poder que veneran, sea este el del padre, del estado, de alguna iglesia, de la empresa para la que trabajan o alguna institución policiaco-castrense, legal o paramilitar. Se trata de una concepción del deber ser que se ha establecido gracias a prejuicios misóginos que dirigen la violencia hacia la represión.

Insisto, cuando las mujeres pactan entre sí defenderse unas a otras en las sociedades capitalistas liberales de hombres que las encuadran en un deber ser que no les corresponde, apelan a su libertad de ser. Y al defenderse entre mujeres evidencian una falla en el funcionamiento del estado. A la vez, subrayan su capacidad de escogerse en el camino de la construcción del propio accionar en el mundo. Más acá o más allá de la supuesta sororidad como pacto de género, la amistad entre mujeres es una práctica de libertad que confronta nuestras ideas y sostiene nuestra autoestima.


[1] Ver a este propósito el texto y las imágenes reportadas por: María Lillo Bernabeu, La imagen de la mujer en el arteprehistórico del arco mediterráneo de la Península Ibérica. Tesis doctoral dirigida por Mauro S. Hernández Pérez, Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Filologías Griega y Latina, Universidad de Alicante, 2014; y Pablo José Ramírez Moreno, “La representación de la figura de la mujer en el arte prehistórico y el origen de las escritura en la península ibérica.  Arqueología de Género.” Revista atlántica-mediterránea de Prehistoria y arqueología social, Universidad de Cádiz, n. 21 (2019), pp.70-109. Consultado en marzo de 2021 en: https://revistas.uca.es/index.php/rampas/article/view/6474/6644

[2] Gerda Lerner, La creación del patriarcado, Barcelona, Editorial Crítica, 1990.

[3] Luce Irigaray, Yo, tú, nosotras, Ediciones Cátedra, Madrid, 1992.

[4] Rebecca Traister, Porque la amistad entre mujeres puede superar el amor de un esposo. The New York Times, 4 de marzo de 2016, consultado en marzo de 2021 en: https://www.nytimes.com/es/2016/03/04/espanol/opinion/por-que-la-amistad-entre-mujeres-puede-superar-el-amor-de-un-marido.html

[5] bell hooks, El feminismo es para todo el mundo. Traficantes de sueños, mapa 47, Madrid, 2017

[6] El tema de los dueños ha sido tocado en varias conferencias y en seminarios que imparte Rita Laura Segato. A este propósito ver la entrevista con Alfilo, de la Universidad Nacional de Córdoba, donde subraya que “los señores con poder son también los dueños de la vida y de la muerte”. Consultado en el mes de marzo de 2021: https://ffyh.unc.edu.ar/alfilo/un-mundo-de-duenos/

Enlaces relacionados:

Conferencia de Clausura: “La amistad entre mujeres como actitud revolucionaria”

– Youtube: https://youtu.be/ipHJ7OwVN9I (canal: Ciudad UG Universidad de Guanajuato)

– Facebook: https://www.facebook.com/ciudadUG/videos/conferencia-de-clausura-la-amistad-entre-mujeres-como-actitud-revolucionaria/478663559811474/ (perfil: Ciudad UG)

Fuego para encender el alba :: Introducción a Se posso partecipo / Si puedo participo [Francesca Gargallo, 2020], de Marisa Martínez Pérsico

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La poesía de Francesca Gargallo Celentani constituye una escritura mixta, bifronte, anfibia. Hay una fértil retroalimentación de discursos –lírico, filosófico, antropológico, ensayístico, historiográfico– de cuya interacción surge una lengua singular, un idiolecto reconocible. Los anfibios son aquellos animales cuyo ciclo de vida se desarrolla tanto en un ambiente acuático como en uno terrestre, por lo que pueden vivir dentro del agua –respirando a través de la piel, aunque algunos, como los ajolotes, respiren también por las branquias– o sobre la tierra –respirando por los pulmones y la piel–. Esta analogía entre el mundo zoológico y el literario fue utilizada por el sociólogo y lingüista británico Basil Bernstein pero su fértil aplicación al campo de la crítica de la poesía contemporánea la he conocido gracias a las investigaciones de Loretta Frattale sobre el signo poético intermedial de Rafael Alberti, poeta-pintor que combinó el código verbo-alfabético con el espacio-figurativo para crear una sólida obra que ‘respira’ y se nutre de los dos soportes sígnicos y materiales. Esta es la metáfora que tomo en préstamo y de la que quiero partir para reflexionar sobre la poesía híbrida de Francesca Gargallo, también, por el interés de la autora en defender una mirada ecológica que conduzca a la integración del ser humano con su hábitat natural, con el paisaje, su vegetación y sus animales. 

La autora ítalo-mexicana, nacida en Sicilia, estudió Filosofía en la Universidad La Sapienza en Roma y se doctoró en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. En su poesía el uso de los pronombres y adjetivos posesivos suele reflejar la elección de una patria: “a los cadáveres de mi país les repugna la paz de los cementerios” leemos en “Perseverancia”. Novelista, ensayista, poeta, historiadora, fue profesora en la Universidad Nacional Autónoma de México. La defensa de un feminismo comunitario así como el cuestionamiento a las hegemonías del feminismo tradicional y la crítica de ciertas lógicas naturalizadas en el ámbito laboral, la interacción interpersonal y las relaciones de parentesco durante la modernidad son aspectos muy presentes en las seis partes de Si puedo participo, siempre en correspondencia con ideas desarrolladas en sus ensayos. En un artículo suyo publicado en Pensares y quehaceres. Revista de Políticas de la Filosofía de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán en 2010 afirma que “pensar el feminismo desde una perspectiva no hegemónica nos lleva a problematizar una práctica ya institucionalizada acerca de las reivindicaciones de las mujeres. Así, ante la insurgencia de sectores hasta ahora invisibilizados como indios, negros, disidentes sexuales también irrumpen nuevas maneras de pensar el feminismo. Por eso, desde la autonomía feminista, se propaga una crítica al feminismo originado en Europa y Estados Unidos y aceptado sin cuestionamientos por parte de una minoría blanca, académica, de clase media, instalado, a su vez, en los intersticios del poder masculino (ONGs, partidos políticos, gobiernos e instituciones)”. Esta encendida y articulada toma de posición reverbera con eco en su poesía: aquí también cuestiona los procesos de enseñanza-aprendizaje y el verticalismo que se ejerce muchas veces en las universidades e instituciones públicas, donde se suelen reproducir dinámicas de avasallamiento de raza y de clase a las que denomina “pigmentocracia”.

La primera sección de este libro, “Si puedo participo”, gira en torno a la idea de la urgencia de la palabra para combatir la desidia, los “tiempos indolentes”, siempre concebida como herramienta “política” que renuncia a convertirse en “dato”. Busca una palabra capaz de ser “fuego para encender el alba”. Es muy interesante el uso del condicional del título, que a su vez da nombre al libro entero. La duda se relaciona estrechamente con la cautela epistemológica precisada en el párrafo anterior: el condicional opera como reconocimiento del límite, como voluntad de no querer imponer una visión foránea que ejerza una nueva violencia simbólica y colonizadora. Gargallo es conciente de su biculturalidad constitutiva: mujer blanca nacida en Europa, donde cursó sus primeros estudios universitarios. Su origen podría considerarse, en cierto sentido, “privilegiado” respecto de la realidad que denuncia, aunque más tarde haya emigrado a México, haya transcurrido la mayor parte de su vida en el país azteca y allí se haya formado (y, evidentemente, transformado). Esta sección, que no por casualidad es el pórtico del libro, manifiesta una cuidadosa –y amorosa– vigilancia de la propia conciencia. Así se explican, también, las dudas que manifiesta en esta primera sección metapoética: “Mi selva depende de la semilla/ que guardo, y bien puede ser estéril” son dos versos de “Digo si puedo”, el poema que inaugura el libro. En sus ensayos sobre el feminismo Gargallo justamente cuestiona el pensamiento de los blancos (hombres y mujeres) que se creen investidos del derecho de interpretar la realidad, así como de dirigirla y justificarla. Su intención de visibilizar los cuerpos de la violencia sexual, de la guerra y la sumisión en América Latina a través de sus libros –los de investigación y los de creación– parecen conducirla a un severo examen de conciencia, por ejemplo, en el artículo de 2010 ya citado: “¿Cómo estar segura de que mi mirada no sea cómplice de la mirada hegemónica del feminismo académico occidental a la hora de tratar tanto la autonomía feminista como la extrañeza de las mujeres que viven al margen de la hegemonía en Nuestra América?”, o “Las teóricas no saben de vender su cuerpo, ni de sobrevivir a las violaciones en campos de refugiados o a manos de militares en las propias tierras, estar embarazada, amamantar o no querer acceder al intercambio sexual durante largos períodos. No viven las contradicciones que denuncian. Paralelamente, las ecologistas no escuchan a las campesinas, las recolectoras, las pescadoras, las habitantes de los bosques como conocedoras de su realidad”. Esta sección inaugural nos advierte que nombrar a las otras merece una amorosa cautela que no avasalle ni reproduzca privilegios de clase, raza ni sexo.

La segunda sección, “Líricas del viaje”, está dedicada a las mujeres migrantes, a las sobrevivientes de los caminos. Hay espacios económicos y simbólicos reconstruidos por la poesía mediante el acto mágico del peregrinaje. “Oda a las migrantes” es una suerte de epopeya de las mujeres que hablan a media voz: “Cantan sus nostalgias con menor/ asiduidad, las migrantes”; “Sin voz/ pizcan café/ al cruzar la frontera/ áfonas lavan ropa ajena/ disimulan las gracias en el comedor/ de la casa del migrante./ Temen, por supuesto, el estupro./ Las acecha desde los atavíos militares”; “Dicen que la lengua es materna/ ¿qué trova pasarán a sus hijas,/ valdrá un canto esta agonía de pueblo mudo?/ Sus mismas madres las bendijeron sin loas.// No tienen casi palabras propias las migrantes”. Por ello la poeta busca devolverles la voz, ser intérprete y mediadora compasiva de sus luchas privadas. Hay en esta sección una serie de estampas de mujeres indígenas, nómadas, campesinas, que representan el colectivo femenino que se vio impelido a enfrentar el avance del sistema capitalista sobre su espacio económico y simbólico y que vio sus posesiones amenazadas por la privatización de la tierra y de sus frutos, fenómenos que Gargallo denuncia y analiza en sus ensayos: el rebrote de la esclavitud en el siglo XXI, las mujeres que luchan contra la esclavitud sexual y doméstica, la prostitución forzada, la privatización de la enseñanza y la medicina, el uso de sus hijas o hijos en el trabajo infantil, la minorización de sus saberes, la pauperización de sus habilidades. En lo que concierne al motivo del trabajo infantil, hallamos una estampa entrañable encarnada en la figura del niño vendedor de limones: “tres limones es todo lo que tengo, dice el muchacho/ y los exhibe en la palma sucia y triste/ tres limones que necesito compres/ para que me des cinco dólares/ porque mi madre tiene hambre”. Así se cierra el poema: “La lógica del muchacho es perfecta/ –circular y explicativa– / o tan solo justa y la justicia no es de este mundo”.

Un tema central de este libro es, también, la denuncia de la falta de autonomía del cuerpo femenino, es decir, la falta de potestad de la mujer sobre su propio cuerpo. Su libro Feminismos desde Abya Yala. Ideas y preposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América, cuya primera edición fue publicada en 2012 en Bogotá, recoge y analiza una serie de testimonios femeninos recolectados entre agosto de 2010 y de 2011, año en el que Gargallo hace un viaje terrestre desde México a Chile para entrevistarse con intelectuales y feministas indígenas en sus comunidades. Varios de estos testimonios y anécdotas ingresan en su poesía estilizados y elaborados líricamente: “En promedio dos violaciones cuesta el peaje/ que pagan las azoradas mariposas/ del verde Usumacinta a los cactos de Arizona.// Todavía en la línea se inyectan/ anticonceptivos para un mes”; “Expatriadas sin nombre/ escondidas en las aristas/ de una lengua sin lugar/ se les han borrado las coplas/ sus dioses reciben alabanzas desgastadas.// Las miro deambular a orillas de las autopistas/ les compro el boleto de un bus/ porque me lo piden a media voz”; “Migrar es la última esperanza –y como todas, una ilusión– / si tu país es meta turística y territorio de dictaduras.// Madre migrante me habla a medias”. En su conferencia “Cuerpos específicos en tránsito por México. Sobre migraciones, espacio, tiempo, cuerpos sexuados y roles de género” presentada en Donostia en 2019 la poeta da más noticias acerca del corpus de relatos migrantes con los que ha ido elaborando sus investigaciones de campo. Hay personajes arquetípicos que reconocemos en muchos poemas: “Por motivos literarios he escuchado cientos de relatos de mujeres; hoy me centraré en 48 de ellos, recogidos de 2015 a hoy, en México, Honduras y Guatemala, de mujeres que me han hablado en primera persona de su experiencia como migrantes o, más bien, como nómadas modernas de un territorio, el americano o Abya Yala, cuyas fronteras son todas de origen colonial (…) Las historias que me han contado las mujeres que recorren los caminos de México son epopeyas que narran hechos heroicos frente al cansancio, las amenazas, los riesgos, el desamparo y el sentido de libertad que ofrece adentrarse en territorios desconocidos”. Para Gargallo estas travesías son comparables a las de Gilgamesh, Hannon o Marco Polo, y las protagonistas son exiliadas políticas como Dante Alighieri, perseguidas que, como Trotsky, han denunciado las atrocidades que se comenten en sus países contra los derechos humanos. “Son jovencitas que van en busca de sus madres como el personaje del libro Corazón de Edmundo De Amicis. Inician el viaje estando embarazadas, son ancianas perseguidas por haber exigido justicia contra el asesinato o desaparición de algún familiar, anhelan una mejor condición económica, viajan por deseos de conocer mundo, pretenden estudiar, les han devastado el medioambiente, quieren sentirse seguras. Las mujeres migrantes son personas de carne y hueso, con culturas, sueños y miedos específicos que atraviesan sus cuerpos. Cuando cruzan a pie el corredor Huehuetenango-La Mesilla-Comitán, una ruta altamente transitada entre Guatemala y México, enfrentan extorsiones o son robadas, abusadas sexualmente, desaparecidas o cooptadas por las redes de trata. Ahí muchas madres brindan sus cuerpos para proteger a sus hijas e hijos”.

Otro de los motivos recurrentes del libro es el cuestionamiento del mundo privado e inamovible de la familia como espacio de contención y de seguridad. Ya desde sus ensayos Gargallo advierte el riesgo de naturalizar las políticas de identidad y parentesco: pueden ser peligrosas para las mujeres porque las reconducen a la subordinación. En su poesía, la familia no siempre es un núcleo de serenidad y sosiego, por eso se torna necesaria “la lenta hazaña de desaprender la familia”. La privación de la autonomía del cuerpo femenino puede ser practicada por un miembro de la propia familia (y no necesariamente por una amenaza externa). La encontramos tematizada en el largo poema inicial de la tercera sección, que se titula “Resistencias”, donde aparecen campesinas que van a pedir medicinas a la ciudad y cuando regresan añoran que el marido esté ausente, que “nadie le exija la cena/ que la suspensión de la regla sea/ la bendita menopausia y no otro chamaco”.

Se posso partecipo es un homenaje a mujeres ejemplares que integran un colectivo “de resistencia” que la autora busca visibilizar: maestras, artistas plásticas, escritoras, pensadoras, periodistas, pintoras o, como el yo lírico las llama, “vestales de nuestra resistencia”. En este friso encontramos a Dolores Castro Varela, poeta, escritora y maestra mexicana que fue compañera de generación de Octavio Paz y Rosario Castellanos, a la gran pintora mexicana María Izquierdo, “nuestra abuela/ hermana de pintoras brutales e iridescentes/ guَía de transito a lo Cordelia Urueta./ Surrealistas necesarias las inquietantes tíَas adquiridas/ (republicanas, judías, comunistas/ gringas viudas de un marido aviador/ una fotógrafa húngara como elemento insospechado)”. Se rinde homenaje a la periodista muerta Anabel Flores Salazar, de 27 años, asesinada y encontrada muerta en la carretera de Puebla y a las víctimas de femicidios por violencia doméstica o estatal: “A Regina Martínez Pérez la estrangularon en casa. Dice mi amiga que no puede imaginar su terrorifica agonía/ su dolor por dejar sin leche al bebé de quince días/ sin madre al hijo de dos años./ No puede escucharlo no puede leerlo no puede más”; “Matar periodistas/ deporte nacional/ seguido a vuelta de rueda/ del tiro a la defensora/ el amansar mujeres/ y arrendar ecologistas. (…) El gran floreo consiste/ en culparlos/ de su propia muerte”. No falta la conmemoración a la activista y ambientalista hondureña Berta Cáceres, líder del pueblo indígena Lecca asesinada en 2016. Ella es una de las representantes de la “mujer insumisa” e “impertinente”, una figura con la que el yo poético se identifica y adhiere emocionalmente durante todo el libro, de manera coral: “Con ellas altero/ la ley de morderse la lengua/ desamarro la normalidad de la agresión/ rechistamos/ respondemos/ despracticamos lo habitual”; “Ejemplo de lucha y resistencia/ aguantar bala, atropellamiento o machetazo.// Bebo, luego soy impertinente”. Es muy impactante la identificación entre la “puta” y la “luchadora” que aparece en la sexta y última sección del libro, “Hierbas elevadas”: “¿Cuánto? le gritaban para ofenderla/ porte ligero/ ideas fuertes/ el sueño de cambiar/ la costa/ la injusticia/ el fraude electoral/ ¿Cuánto? porque puta y luchadora/ son sinónimos”.

La poesía de Francesca Gargallo elude las simplificaciones maniqueas y plantea el imperativo ético de ejercer la autocrítica y la autovigilancia, pues ni siquiera la condición de mujer implica necesariamente solidaridad con las congéneres, sororidad. Esta afirmación se ejemplifica mediante las figuras de la “jueza patriarcal” y de la indiferente “jefa del centro de estudios”, las cuales reproducen modos de avasallamiento coherentes con la pigmentocracia mencionada: “He visto hoy una mujer desesperada/ mimar la displicencia con un asomo/ de hartazgo en el gesto y la voz/ para que la palabra no se le quebrara (…) Cuando rompió a llorar/ la jefa del centro de estudios encogió los hombros”. Y en otros versos: “Erguida la jueza sentencia que la madre es nada/ el padre violento/ y el niño de adulto tendrá que acudir/ al servicio profesional de sicólogos caros./ Una vez más, la injusticia en forma/ da su laudo al poder de la costumbre/ decreta que un golpe a la madre no hiere al vástago./ La mujer en llanto confirma a la inquisidora/ la equidad de su resolución patriarcal./ El círculo se cumple”. El libro se cierra con una fábula en femenino donde no faltan la carnavalización animalesca ni la moraleja donde se concluye que también la mujer puede ser loba de la mujer si reformulamos la locución del comediógrafo latino Plauto homo homini lupus: “Despeguemos, dijo la garza./ La mona la mandó a volar/ acompañando el gesto de sus manos/ con muy malas palabras”.

La crítica a las lógicas de explotación laboral y mecanización del ser humano se concentran, aunque no solamente, en la anteúltima sección del libro, “Amar era el verbo” donde, a pesar de lo que su título podría sugerir, se denuncia la atrocidad de las “masacres en el país de la eterna primavera/ orillas de sangre para los ríos/ fosas comunes./ Barricas de ácido deshacen/ más estudiantes/ e ingenieros/ médicas/ electricistas”. El trabajo mecanizado se opone al trabajo manual, y este último se identifica con la escritura mediante la metáfora del tejido (la palabra es entendida como artesanía: equivale al acto de cruzar una red de hilos y agujas para construir mallas). Esta metáfora se entrelaza, a su vez, con la del viaje, por eso hay mujeres que “se cosen vidas/ con las telas que encuentran” y hay poemas que tienen hormas y suelas como los zapatos, porque testimonian tránsitos a pie, por ejemplo el dedicado a  Alfredo López Casanova, escultor mexicano y defensor de los derechos humanos que puso en marcha el proyecto Huellas de la memoria. Esta iniciativa promueve la inscripción de palabras en las suelas de los zapatos de las personas que buscan a sus familiares y afectos desaparecidos. Por último, hay en este libro una antítesis frecuente entre el trabajo manual y el trabajo mecanizado junto con la denuncia de la formación de tecnócratas y burócratas por un capitalismo alienante: “‘La mecanización reduce el trabajo’, sostiene el ingeniero”; “La cabeza del oficinista sacude/ sus manos trenzadas con las dudas./ A la esclava de microchips/ en caja de plásticos inodoros”; “No es mujer sino ruido de máquina”; “Brazos y manos en los pedales/ arrojo de bajo consumo/ orientado al sol para no morir de frío/ silbando en el camino a casa/ a expensas del maestro que predijo/ el uso restrictivo de la tecnología/ en provecho/ ni más ni menos/ de esa minoría de la población/ que habrase suicidado en masa”.

En octubre de 2019 Francesca Gargallo fue invitada por el Circolo Walter Benjamin, coordinado por Paolo Quintili en la Facultad de Letras y Filosofía de la Università di Roma Tor Vergata, para dictar una conferencia que tuve la suerte de moderar. Allí expuso ante los estudiantes algunos principios del feminismo comunitario y del concepto de cuerpo-territorio que también encontramos esbozados en su ensayo “Las políticas del sujeto en Nuestra América” publicado por la UNAM en 2013: los feminismos colectivos y comunitarios sumieron la lucha por la defensa de territorios indígenas como una defensa construida por hombres y mujeres, donde la autoridad no viene más ejercitada exclusivamente por la figura masculina. Los sujetos sociales, en especial las mujeres, encuentran en los movimientos colectivos la posibilidad de hacer valer derechos, demandas, aspiraciones y nuevas modalidades de hacer política. Esta defensa del trabajo en equipo y de formas de organización social en comunidades urbanas, rurales e indígenas es enunciada en sus versos: “…en el cálculo liberal/ somos madres solteras y ancianas/ las transitorias que producen un cara a cara/ en el cruce de caminos/ una colectividad/ el acariciable horizonte de terrenos sembrados”.

Como el lector podrá comprobar a vuelta de página, la poesía de Francesca Gargallo revela un fructífero hibridismo genérico. En sus versos comulgan sin fisuras la investigación en campos disciplinares pertenecientes a las humanidades y las ciencias sociales con la inspiración poética, potenciado así la fuerza de un mensaje fuertemente político pero sin renunciar a la belleza estética.

Marisa Martínez Pérsico

(Università di Roma Tor Vergata)

Roma, junio de 2020

Poemario en edición bilingüe Si puedo participo [PDF]

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Francesca Gargallo
Edición bilingüe del poemario
Si posso partecipo / Si puedo participo
www.arecneeditrice.it – Gioacchino Onorati editore

Canterano (Roma), Italia, 2020
157 pp.


Portada de Helena Scully
Traducción de Valeria Manca
Introducción de Marisa Martínez Pérsico

ISBN 9788825535907

Tamaño del PDF: 4.45 MB

Descarga el PDF: https://francescagargallo.files.wordpress.com/2021/05/francesca-gargallo-se-posso-partecipo-si-puedo-participo.pdf

Me cuidan mis amigas, no la policía

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En México, las consignas de las feministas al marchar sostienen que ¡Me cuidan mis amigas, no la policía! Para ello toman clases de autodefensa, se organizan para salir a las calles y protegerse como caminantes o como ciclistas en las noches, cuidan las rutas de acceso al trabajo en zonas inhóspitas, detienen a los violentos que amedrentan a las mujeres más jóvenes, más pobres o indígenas, a las que consideran más desprotegidas. Las amigas me cuidan de la violencia callejera, de los maridos y amantes despechados, de los misóginos frustrados que deciden actuar en defensa de una virilidad que sienten amenazada. Y me cuidan de las actuaciones cada día más violentas y erráticas de la policía de todos los estados, incluida la capital. Actuaciones que revelan un odio muy peligroso a las feministas, tan peligroso como el odio a las personas diferentes de la masa indefinida de los gobernados que indican problemas de autoritarismo real.

Que a mí me cuiden mis amigas implica hoy, en México y en un mundo aún más precarizado por la pandemia Covid, con una urgente redistribución de las riquezas y las responsabilidades ambientales, una actitud que desmonta procesos no democráticos de desconocimiento de la libertad y los derechos humanos de las mujeres, propios de gobiernos y sociedades brutales, donde la violación abierta a la integridad de las personas femeninas es utilizada como un acto de terror patriarcal, homofóbico, racista, básicamente antidemocrático. Precisamente porque desmonta el odio y el desprecio de las sociedades autoritarias a las mujeres que no aceptan una división sexual jerárquica de la vida, ¡A mí, me cuidan mis amigas! es un programa de resistencia que defiende a las mujeres para el fortalecimiento de una sociedad plural y no dogmática.

Cuando me detengo en pensar qué es la opresión, yo la visualizo como una dicotomía entre superiores e inferiores, es decir como una jerarquía inquebrantable que desconoce la dignidad humana. Como dice Rita Laura Segato, entre dueños y poseídos en un mundo donde quien no es dueño no existe. Pensemos esta dicotomía como una rígida división entre los roles de las mujeres cosificadas y de los hombres que luchan por ser dueños, y la exclusión de las personas homosexuales, intersexuales, transgéneros, no binarias. Mujeres oprimidas en cuanto inferiores según hombres ideologizados que consideran que, siendo superiores, deben ocuparse de manera rígida y castrante del trabajo y del combate a todas las disidencias de un orden establecido desde un poder que veneran, sea este el del padre, del estado, de alguna iglesia, de la empresa para la que trabajan o alguna institución policiaco-castrense, legal o paramilitar. Se trata de una concepción del deber ser que se ha establecido gracias a prejuicios misóginos que dirigen la violencia hacia la represión. Cuando las mujeres se defienden en las sociedades capitalistas liberales de hombres que las encuadran en un deber ser que no les corresponde, apelan a su libertad de ser. Y al defenderse entre mujeres evidencian una falla en el funcionamiento del estado.

En efecto, mis amigas me defienden porque la policía no es capaz de hacerlo, más aún se ha pasado al bando de los agresores. El performance coreografiado por las cuatro integrantes del colectivo Las Tesis, Dafne Valdés, Paula Cometa, Sibila Sotomayor y Lea Cáceres, enuncia muy claramente que: “El violador eras tú./ El violador eres tú./ Son los pacos (policías),/ los jueces,/el estado,/el Presidente./El Estado opresor es un macho violador.” Como el nombre mismo del colectivo apunta, la cuatro feministas de Valparaíso, en Chile, usan su arte performatico para expresar tesis de feministas nuestroamericanas que comparten. En este caso se trata de la tesis de la educación a la virilidad, o mandato patriarcal, de Rita Laura Segato, que yo acomuno a la idea que para el poder totalitario (que cambia de forma a lo largo de la historia, ubicándose en la iglesia, los ejércitos, el estado, el capital financiero -los dueños, según el momento-, pero que no deja de ser poder que hay que contrarrestar con los poderes de  pensadoras y activistas críticas, uniones de personas productivas, defensores de derechos a la vida y pueblos en resistencia) las mujeres deben ser débiles intelectual y físicamente, agredibles, sujetos pasivos para que su consenso sirva para sostener el dominio masculino.

Hace setenta años Theodor Adorno apuntó, en La personalidad autoritaria, que las agresiones autoritarias contra quienes se comportan de forma no convencional se manifiestan en una sociedad cuando en ella se fomentan de manera prejuiciada la oposición a lo imaginativo, una conducta rígida y una actitud morbosa para con el sexo. Hoy hemos comprobado durante cuarenta años de Guerra Fría y treinta años de Globalización Neoliberal que a la intolerancia se educa desde directivas políticas que actúan en la escuela, la religión, la familia, la literatura de moda, la música repetitiva (narcocorridos, canciones feminicidas y la mayoría del reagetton) y los productos audiovisuales que fomentan la competitividad. En Nuestramérica,  vivimos hoy en  sociedades donde impera una violencia delincuencial que el estado no contrarresta, y que por lo tanto no pueden garantizar relaciones sociales democráticas en los hechos. De ello resulta que el mandato de masculinidad sea protegido por policías y jueces, aunque, según la ley, las mujeres ya somos ciudadanas de pleno derecho y deberíamos gozar de libertad de movimiento y expresión.

A mí me cuidan mis amigas es una elección de libertad, de pluralismo, de antijerarquía y antiautoritarismo. Impulsa precisamente lo que Hannah Arendt, en Los orígenes del totalitarismo, identificó como la actividad política que fluye en una sociedad democrática; eso es, la actividad de las ciudadanas libres cuando interactúan con el mundo. Para las amigas que me cuidan, yo y ninguna mujer somos prescindibles, todas somos necesarias. Cuidarse unas a otras es un acto de resistencia a la complicidad con los principios misóginos del patriarcado. Más aún, es el inicio del fin del patriarcado y, paradójicamente, ha sido impulsado por la actuación de hombres frustrados que quieren imponer compulsivamente su masculinidad, aunque no les produzca placer y los lleve a la autoaniquilación.   

“No nos callamos más”. “Mi ropa no determina mi consentimiento”. “Somos el grito de las que ya no están”. “En la calle quiero ser libre no valiente”. Estas consignas enarboladas en las marchas de una marea feminista que ha crecido desde 2015 en toda Nuestramérica son instrucciones para una actuación política que no se constriñe a los programas de un partido y que se escapa de la institucionalidad. Ante un número creciente de violaciones, secuestros y feminicidios, las feministas argentinas enarbolaron en 2015 el grito de ¡Ni una mujer menos!, al que respondieron las mexicanas con ¡Ni una asesinada más! Pero en estas exigencias no hay el menor victimismo, se trata de una legítima demanda que se acompaña de acciones autónomas de autodefensa. A la par, las feministas latinoamericanas decidieron desmentir el antifeminismo de los grupos de extrema derecha, muchos de ellos fanáticos católicos o pentecostales, compartido por personas que no se consideran a sí mismas conservadoras, sino gente común de familias tradicionales. Contestan los argumentos antifeministas de que la sumisión, debilidad, heterosexualidad, deseo de maternidad en las mujeres son naturales y deseables para el buen funcionamiento de la sociedad y que negarlo responde a una “ideología de género” (una supuesta doctrina contranatura impuesta por la ONU u otras instituciones transnacionales que quieren acabar con las tradiciones de los países del subcontinente, según una retórica nacionalista de tintes fascistas). Hombres a la defensiva, enojados por perder los privilegios de una masculinidad que se expresa con prácticas de dominio cotidianas y se identifican con costumbres culturales nacionales, ejercen violencias machistas que las feministas han reconocido y denuncian. Los que se sienten cuestionados cuando se les muestran sus complicidades con abusadores de diversas índoles ya no van a gozar de una palmada femenina en la espalda: un hombre que agrede a una mujer o que disculpa a un agresor puede agredir a todas, así como una mujer que defiende a su amiga combate asimetrías sexuales y de género que ponen en peligro a las mujeres todas.

El 12 y el 16 de agosto de 2019, la Ciudad de México atestiguó dos manifestaciones espontáneas de mujeres feministas que expresaban su digna rabia e inconformidad contra la violencia y el desinterés institucional que sufren. Se agruparon en las afueras de la Fiscalía General para exigir justicia ante los casos de violaciones cometidas presuntamente por policías de la ciudad contra una joven de 16 años que visitaba el Museo Archivo de Fotografía y otra menor de edad que, el 3 de agosto, salía de una fiesta en la Alcaldía de Azcapotzalco.

La adolescente violada por cuatro policías en Azcapotzalco se dirigió al Ministerio Público para levantar su demanda, pero éste no aplicó el protocolo establecido en caso de violencia sexual, realizó las pruebas biológicas días después de la denuncia para que no aportaran evidencias y filtró mezquinamente información a la prensa para que la joven fuera blanco de amenazas e insultos, que la llevaron a retirar la denuncia. Un procedimiento común en México, que las mujeres han denunciado en numerosas ocasiones, pues se repite en las denuncias de violencia doméstica, acoso sexual y, aún, de feminicidio.

“En México los violadores portan uniforme”, sostenía uno de sus carteles. “Eres popó, eres popó, policía violador”, otro, levantado por una feminista disfrazada de policía con bigotes. A los gritos más conocidos de «¡Justicia!» y «¡ni una más!» se sobrepuso “A mí me cuidan mis amigas, no la policía”, en claro descredito de los agentes de seguridad.

Desde esas dos manifestaciones cambiaron drásticamente las formas, hasta entonces pacíficas, de las protestas feministas. Se rompieron vidrios, publicidades, escaparates de la moda sexista, entradas a los bancos y se pintaron los monumentos de la masculinidad conquistadora, militar, agresiva. Ante la indignada respuesta de políticos, historiadores de arte, urbanistas, profesores, las feministas impusieron un cuestionamiento válido: ¿Por qué al sistema le escandaliza que pintemos una estatua y no se inmuta frente a la violencia sexual, el acoso, los feminicidios y la impunidad masculina de que somos blanco la mitad de la población nacional, las mujeres?

Aun una funcionaria que se presenta a sí misma como cercana a las feministas históricas, como la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Scheinbaum Pardo, llama “provocaciones” las expresiones de la rabia feminista. En septiembre recién pasado, ante el sacudón que significó la toma por parte de madres que buscan justicia por sus hijas de una sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y la posterior okupa de la misma para transformarla en un refugio para mujeres violentadas, intentó decir que las feministas son infiltradas y sostenidas económicamente por fuerzas que intentan desestabilizar los gobiernos “progresistas” de la ciudad y el país. El 28 de septiembre, Día Internacional para la Legalización del Aborto, desplegó un operativo policiaco excesivo, con miles de agentes que se lanzaron a corta distancia y con gas pimienta contra las manifestantes, encapsulándolas para impedirles llegar a la Plaza de la Constitución, el emblemático Zócalo.

En Ciudad Juárez y en el estado de Guanajuato, ciudades señaladas por el alto número de asesinatos y trata de mujeres y niñas, así como por los contagios de Covid en las maquilas, la violencia policial hirió a varias feministas; en León, en Culiacán, en Oaxaca y en Xalapa la policía reprimió marchas contra la violencia y en favor de la maternidad voluntaria y manifestaciones contra la violencia feminicida. Enarbolaron un discurso -¿una narrativa?, como hoy es culto decir- criminalizador de la lucha feminista, poniendo sobre alerta a la población contra el vandalismo de las mujeres organizadas.

En el municipio que concentra el mayor número de feminicidios del país, Ecatepec, conurbado a la ciudad capital, la policía de un municipio cercano entró con lujo de violencia en la sede de la comisión local de derechos humanos, golpeando a las mujeres que lo habían ocupado, secuestrándolas y liberándolas horas después de haberlas privado ilegalmente de la libertad, por presión de las feministas de todo el país que salieron a exigir justicia, a pesar de que entre ellas había niñas, niños, ancianas y embarazadas (una de ellas abortó a raíz del susto y los golpes). En la turística ciudad de Cancún, el 8 de noviembre de 2020, la policía disparó con armas de fuego para dispersar un grupo grande de ciudadanas y ciudadanos que se habían reunido frente al palacio de municipal para exigir el esclarecimiento del feminicidio de una menor, Blanca Alexis, cuyo cuerpo acababa de ser encontrado. Obviamente, la policía municipal alegó que la gente estaba realizando actos vandálicos, pero la misma presidenta municipal y el gobernador del estado de Quintana Roo tuvieron que  retirar al jefe de policía, culpable de una actuación injustificable… de no ser que atrás de los disparos se celaba el odio de autoridades corruptas que se escudan tras su institución a las mujeres que reclaman su derecho a la vida.

En la memoria colectiva de las mujeres mexicanas está la represión al derecho de protesta y la resistencia popular femenina contra megaproyectos ecocidas. El control social por medio de la violación sexual que realizaron en 2006 los policías del estado de México contra el pueblo de Atenco que se resistía al despojo territorial para la construcción de un aeropuerto ha llevado a  una sentencia condenatoria de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso Mujeres Víctimas de Tortura Sexual en Atenco versus México.

Aprovechando la orden de reubicar a los vendedores de flores en la vecina cabecera municipal de Texcoco, 1,815 policías estatales y 628 federales  desbloquearon las carreteras afectadas por el paro de las y los floristas y se desplegaron en el cercano pueblo de San Salvador Atenco, ingresando sin orden judicial a domicilios particulares y deteniendo a  personas tanto en la vía pública como en sus casas. En ese contexto 38 mujeres, 11 de las cuales mantuvieron la denuncia y fueron reconocidas como víctimas, fueron detenidas  mientras desempañaban sus actividades cotidianas o habían acudido a documentar los hechos o a prestar ayuda a personas heridas. Fueron trasladadas a un Centro de Adaptación Social, pero durante la detención y el viaje sufrieron violaciones, insultos y amenazas como forma de tortura de “forma intencional y dirigida de control social”, toda vez que “fue aplicada en público, con múltiples testigos, como un espectáculo macabro y de intimidación en que los demás detenidos fueron forzados a escuchar, y en algunos casos ver, lo que se hacía al cuerpo de las mujeres” (Párrafo 202 de la Sentencia, cuyo texto es disponible en https://bit.ly/2SmmgE4).

La memoria colectiva, sin embargo, se alimenta también de actos afirmativos de mujeres para mujeres para combatir la violencia y cuidarse sin apelar a otra fuerza que la de su organización caso tras caso, sin estado y sin instituciones patriarcales, de manera colectiva y sin dirigencia.

En Canción sin miedo, de Vivir Quintana, el coro acompaña a la vocalista afirmando: “Cantamos sin miedo, pedimos justicia/ Gritamos por cada desaparecida/ Que resuene fuerte: ¡Nos queremos vivas!/ ¡Que caiga con fuerza el feminicida!” Este himno del feminismo mexicano termina con un verso modificado del himno nacional mexicano que apela al valor amoroso de las mujeres cuando forman la nación de quien pierde el miedo en la lucha contra la desaparición y el feminicidio.

Y el “sororo rugir del amor” tiene muchas formas de expresarse. Algunas de ellas atraen la atención de los medios masivos de información porque aunque en mano de mujeres desobedientes son reconducibles a las formas convencionales de la política: marchas, protestas, plantones, demandas y, en los parlamentos, la elaboración de leyes y la orientación de las líneas de actuación del Estado. Otras formas, precisamente las más sororas y no convencionales, son reportadas solo por periodistas conscientes de que la nación es cada persona que la conforma, y no quien tiene dinero, poder o representación en el Estado. Por ejemplo, la red Periodistas de a Pie, una alianza de medios dedicados a la información de investigación, fundada en 2007 para incrementar la calidad del periodismo en México con un especial enfoque en los derechos humanos. Su cercanía a la audiencia se deriva en buena medida de la sensibilidad que expresan al investigar las situaciones que le interesan: acompañan a madres y padres de personas desaparecidas, buscadoras de tumbas clandestinas, defensores de los territorios comunales, migrantes, víctimas del ejército y la policía, formadores de asociaciones civiles y colectivas feministas, gente que exige calidad y buen trato en la atención a la salud, incluyendo los cuidados obstétricos.

Chiapas Paralelo es uno de los medios que conforman la Red y ha reportado una acción de mujeres para mujeres, en vida y para la buena vida en algunos de los municipios del estado, que puede incentivar acciones iguales en cualquier lado del mundo: Fridas en Bici son grupos de mujeres que se mueven y promueven el ciclismo de montaña y el desplazamiento ecológico sobre dos ruedas. En lugares urbanos y rurales, estados tradicionalistas o de desarrollo industrial, donde las familias se articulan todavía alrededor de las parejas o las personas viven solas u organizan formas de convivencia desfamiliarizadas, las ciclistas saben que la seguridad es un tema que preocupa particularmente a las mujeres, y no solo por la escasa educación vial de lo automovilistas, sino por la falta de perspectiva de género entre los propios ciclistas. Entonces, Fridas en Bici realiza diversas actividades para aquellas mujeres que guardaron sus bicicletas en la infancia por miedo a salir a la calle y andar solas. Su objetivo es realizar comunidad entre mujeres para que se protejan en la calle. Organizan rodadas de convivencia así como talleres para enseñar a las mujeres a reparar sus bicicletas y no quedarse desamparadas en las calles y carreteras. El acompañamiento entre mujeres es su estrategia y su finalidad. Para construir la confianza entre mujeres, en los municipios donde hay Fridas en Bici, las ciclistas pueden contactar con alguna de sus representantes para pedir que una planilla integrada por mujeres pase por ellas a sus casas, las acompañen hasta sus destinos y viceversa. En los lugares donde el transporte a las zonas fabriles es peligroso para las trabajadoras, las bicicletas con acompañamiento colectivo se convierten en cuidados feministas contra secuestros, violaciones y acoso callejero.

Asimismo hay mujeres que para cuidarse se replantean la vida en las ciudades en términos urbanísticos y vitales. ¿Ciudades Feministas? Sí, y para ello hay que liberar el caminar de las mujeres. En México, como en la casi totalidad de Nuestramérica, existe una relación entre injusticia territorial y económica y peligrosidad. No es lo mismo pasear por el centro que sobrellevar la falta de transporte,  los silbidos y sonidos de amenaza masculinos entre charcos y basura, la falta de protección civil, el cansancio de largas jornadas de explotación laboral formal e informal y la contaminación automotriz que vuelven terrorífico el caminar, sobre todo en las periferias. Muchas mujeres se encierran en su casa y quedan en la sombra del aislamiento, ratificando la discriminación histórica de los viajes de trabajo y estudio pensados como tiempos maculinos. La asociación Urbanismo Mujeres y Sociedad en Latinoamérica ha evidenciado que los territorios tal y como están diseñados tienen una deuda histórica con las mujeres. Los territorios en los que nos movemos deben transformarse para satisfacer la primera necesidad de una caminante, las aceras o banquetas, y reconocer todas sus funciones. No sólo para el traslado, sino para saludarse, convivir,  cuidar a la infancia y las personas ancianas, y para prevenir todo tipo de delitos, desde la violencia contra las niñas y las mujeres hasta los robos y los asesinatos. Las condiciones del entorno no deben excluir a las mujeres del placer de caminar y tener una vida social.

Las fundadoras de Urbanismo, Mujeres y Sociedad, las arquitectas Acoyani Adame Castillo y Norma Rivero Monsalve, así como la planificadora urbana Linda Moreno Sánchez, hacen diagnósticos territoriales mediante caminatas, talleres y auditorías y escuchan a las mujeres para construir juntas ciudades justas, donde sea posible cuidarse personal y colectivamente, protegiendo sea la inclusión como la autonomía de cada una. La reconquista peatonal de las ciudades implica la caminabilidad, el cuidado de peatona a peatona, más árboles y cómodas paradas de transporte público, basureros en cada esquina y servicios de recolección de basura que garanticen la higiene callejera. En la Ciudad de México, Veracruz, Guadalajara, y también en Santiago de Chile, las mujeres que asumen la caminata como medio de transporte digno y eficiente se acercan a posturas ecofeministas desde la ciudad e comparten su intervención de cuidado con las mujeres que sufren actos de violencia callejeros.

Me cuidan mis amigas no es solo un programa de protección durante las marchas, donde jóvenes con la cara tapada y aerosoles me protegen de la policía cuando grito por la aparición con vida de las mujeres desaparecidas, empujando la silla de ruedas de una amiga y rodeada de madres con niñes en carriolas. Me cuidan mis amigas es un programa feminista de reorganización de las actividades humanas que me garantiza la seguridad que el patriarcado no puede establecer ya que debe asegurarse que yo como mujer no fortalezca mi autonomía. Contra los peligros autoritarios del antifeminismo de las derechas y de los grupos, religiosos y no, de neoconservadores, la consigna de Me cuidan mis amigas apela a la protección mediante el ambicioso programa de amistar a las mujeres entre sí a través del accionar mismo de las mujeres.

Posturismo: qué es capaz de hacer el capitalismo para fortalecerse y derrotarnos (si lo permitimos)

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Primer Encuentro Virtual de Pensamiento Crítico: La pandemia y sus desafíos.

Segunda mesa: Miradas desde la educación, feminismo y vida cotidiana

Utilizo el término posturismo como una metáfora de lo que el capitalismo agonizante es capaz de hacer con tal de salvar las ganancias y su acumulación en manos de una minoría: amputarse, con la esperanza de que luego aparezca una prótesis inteligente, un órgano importante, pero sacrificable en nombre de concentrar sus esfuerzos en la apropiación de fuentes de agua, minerales, gas, maderas, petróleo y trabajo humano.

Desde que el virus SARS-CoV-2 salió de la frontera de China para alcanzar Italia y las zonas más exclusivas de esquí en Europa y Estados Unidos, se difundió la imagen que el agente infeccioso microscópico acelular que solo puede replicarse dentro de las células de otros organismos, eso es, el virus,  viajaba en avión, utilizaba la octava potencia mundial que produce más C02 (la industria aeronáutica), un sistema de transporte moderno que es urgente modificar y que era aparentemente imparable[1] Más aún, viajaba en avión y se hospedaba en hoteles, en ciudades y aldeas especiales al servicio de la anestesia y la ceguera de los sectores medios y altos que huyen de casa en cuanto pueden, para hacerle de turistas en destinos de los que no ven nada. Puede ser que el nombre de Ischgl, la exclusiva estación de esquí de Tirol, sea desconocido en América Latina, pero es asociado en Europa a un lugar clave de difusión de la pandemia. Así Vail, en Colorado, es asociado a la infección de los ricos esquiadores estadounidenses, mexicanos, colombianos, brasileños que regresando a casa infectaron a sus empleadas domésticas y a amplios sectores de la población. En el hemisferio norte, el Covid 19 se propagó en invierno y afectó primeramente a las zonas de recreación invernal, pero no se detuvo y alcanzó la primavera y el verano, con su industria de sol y playa, con lo que el sector turismo alcanzó un 45% de pérdidas mundiales. No te muevas, quédate en casa: una puñalada mortal al sector turismo que, en 2018,  contribuyó con 8,8 billones de dólares a la economía mundial y generó el 10,4% de toda la actividad económica.[2]

El coste del turismo lo conocemos: concentración de la mano de obra local , despojada de sus trabajos tradicionales para entrar al sector de servicios, desaparición de actividades productivas, destrucción de la flora y la fauna terrestre y marina (en México y Belize es conocida la destrucción de la segunda barrera coralina del mundo por el impacto de los cruceros y por los desechos de cientos de cuartos de hoteles), aniquilación de la ritualidad tradicional en nombre de una falsa festividad para uso y consumo de la fluctuante y poco pensante población turística. Esto sin hablar de la violencia que acompaña las actividades ilícitas que rodean las zonas turísticas, desde la trata de mujeres y niñas para la prostitución y la pornografía forzadas hasta el narcotráfico, y que afectan a regiones cuando no a países enteros. Y pensando todavía menos en que la contraparte del turismo, con sus viajes organizados para que los pasaportes de los países del norte industrial den acceso a cualquier país a sus portadores, son los viajes sin descanso ni comodidades, con peligros y discriminaciones, de poblaciones desplazadas por las guerras, las hambrunas, los desastres ecológicos y el capitalismo de mercado.

Hay ciudades en el mundo cuya población ha preferido mudarse antes que seguir soportando a miles de personas ajenas en sus calles; pensemos en Venecia, por ejemplo. Y ciudades, como Alepo, cuya población ha debido huir por los bombardeos. Así como regiones de pastoreo devoradas por las pistas de esquí, comunidades que temen por la desaparición de sus mujeres jóvenes, costas destruidas por la invasión hotelera, asesinatos selectivos de las mujeres y hombres que dirigen la resistencia de las comunidades indígenas asentadas en playas que los ministerios de turismo promocionan. La industria del ocio no escatima aliarse con sicarios y otros delincuentes con anuencia de los funcionarios de estado que se ocupan de turismo,[3] para que quemen zonas de protección ambiental para ampliar las construcciones y aniquilar bosques, manglares, fuentes de agua, selvas y aldeas.

El ecocidio propio del capitalismo es evidente en la industria turística, así como la producción de valor en detrimento de quienes lo producen. Pero el turismo puede ser sacrificado con tal de incrementar la presión sobre la actividad extractiva y la expoliación de los recursos naturales a las comunidades que los defienden como vida. El extractivismo es un sistema de producción que devora ecosistemas naturales, culturales, sociales y de producciones locales.

Desde que el COVID-19 ha sido declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud en marzo de 2020, la población mundial ha sido bombardeada por una información tendiente a no permitir que circulen más noticias que las que conciernen la enfermedad, su propagación, sus efectos mortales, con el fin de provocar un terror que suspende la voluntad de saber y actuar. Confinada y  a la espera de una solución única, poco probable en realidad, como el descubrimiento de una vacuna efectiva, la población mundial vive en un presente desinformado y controlador. Los medios de información y una parte de la academia han actuado como reproductores y justificantes de los discursos de alarma que sirven de cobertura al capital extractivo. Mientras fiscalizamos las veces que la vecina se lava las manos, las poblaciones migrantes se han encontrado atrapadas en zonas de frontera y confinamiento que van de la más deshumana incuria y hacinamiento, como en Grecia y en Marruecos, a la dispersión y abandono como en México.

Todos detenidos, menos las actividades más destructivas contra el ambiente que garantizan la apropiación y acumulación de valor por parte de las minorías capitalistas que pretenden no ofrecer nada a cambio del uso de los mantos acuíferos para irrigar campos de soya o maíz transgénicos, bañados en pesticidas que envenenan esa misma fuente de agua. Nada a cambio de los cerros y bosques que desaparecen bajo una maquinaria que escarba la superficie de la tierra para extraerle minerales; una actividad destructiva que no produce siquiera trabajos y salarios justos: las zonas mineras son las más pobres en términos de redistribución y bienestar para la población local.[4]

Durante este período de encierro profiláctico, las mujeres han sufrido un doble embate: por un lado se han visto obligadas a convivir estrechamente con hombres potencialmente agresivos y, por otro, a volver a asumir la satisfacción gratuita de las exigencias de reproducción de la sociedad (atenciones de enfermos e infantes, alimentación, cuidados higiénicos, alimentarios, etc.) desde una posición imposible de combatir si se está aislada. La pandemia se ha tornado útil para expulsar los sujetos femeninos del mercado de trabajo capitalista, asalariado, para que ofrezcan servicios gratuitos funcionales al patriarcado y al capitalismo mismo, en el momento que ya no necesitan una gran cantidad de mano de obra.

Durante los últimos 8 meses de alerta sanitaria global,  se ha incrementado la violencia de género como efecto de una precisa determinación capitalista de regresar al orden binario de las posiciones “femeninas” y “masculinas” en un mundo del trabajo donde no se contempla la redistribución de la riqueza entre sectores relativamente amplios de la población. Actualmente, las mujeres pueden ser llamadas o menos a tener hijas/os, según su condición de clase y situación migrante, pero no a decidir libremente sobre sus cuerpos y su capacidad reproductiva. En México hay 400 mujeres presas por aborto (todas ellas pobres y muchas indígenas) y las manifestaciones del 28 de septiembre por el derecho a decidir fueron reprimidas en diversos estados, incluyendo la capital del país, gobernada por una mujer que supuestamente apoya las demandas de las mujeres. Igualmente, mientras no se prestan las atenciones que las víctimas de desaparición, violencia sexual, feminicidio se merecen, un nuevo conservadurismo discursivo hoy responsabiliza a las mujeres de las condiciones de vida, la salud, la alimentación, la flexibilidad laboral y la obediencia a la ley de su núcleo de convivencia.

Para pensar el carácter concentracionario de la economía extractivista, que nos expolia también de las condiciones de una vida digna, en un ambiente que implica desde el aire hasta el derecho al agua y a una salud y educación pública de calidad,  es suficiente pensar que los ¡22 hombres más ricos del mundo tienen más dinero que todas las mujeres de África![5] Gracias a la evasión de impuestos de las empresas que influencian la política, la erosión de los derechos laborales, el recorte de gastos sociales, la expoliación de tierras comunales para la implementación de megaproyectos desarrollistas no requeridos por los pueblos, la brecha se ensancha aunque aparentemente el mundo está detenido. Según la  organización caritativa británica Oxfam, 2 mil 153 multimillonarios tenían más riqueza que 4 mil 600 millones de individuos en 2019, siendo que  el 1% más rico de la población acumula el 82% de la riqueza mundial. [6]  Si a la empresa de gestión de inversiones Black Rock se le considerara como un país, sería el cuarto país más rico del mundo después de China, Estados Unidos y Japón.  La asociación ciudadana ATTAC Acordem, de Catalunya, la califica “el nuevo dueño del mundo”.[7] Si en marzo de 2020 sufrió una crisis, en junio se había recuperado totalmente, mientras que, durante los últimos 8 meses, millones de personas han perdido el trabajo y otros tantos están realizando trabajo a distancia en sus casas, donde deben combinar tareas productivas con tareas de reposición, sin derechos claros al descanso y a la finalización de la jornada laboral.

Eso es lo que ha sucedido desde que el miedo a la muerte por medio de una enfermedad descrita en términos de terror y combatida (es una metáfora militar que se utiliza a diario) desde gobiernos influenciados por una institución global como la Organización Mundial de la Salud, financiada en un 76% por donantes privados, en un 9.8%   por uno solo de ellos, Bill Gates,[8]  por un sector médico empobrecido y desprotegido, mientras la prensa nos habla de un mundo de actividades suspendidas y pececillos en las aguas de Venecia. Recordemos que la soberanía sanitaria implica el derecho al aborto y el derecho de las mujeres a decidir sobre el número de hijas/os que quieren tener; la soberanía alimentaria, la producción campesina de semillas locales y agua limpia, ya que toda la población tiene derecho a alimentarse sanamente y la agroecología implementada por campesinas y ecofeministas es un modo de lograrlo; la soberanía territorial, poder decidir sobre los proyectos que se llevan a cabo en el lugar de vida de las comunidades y poner fin a las agresiones de sicarios y grupos militares, policiacos y paramilitares contra las mismas.

En cuanto al posturismo, apoyemos la muerte de la hotelería y la mercantilización de nuestros lugares de vida, démosle una patada a los capitalistas de Air B&B y volvamos a decir, como era común en México, “mi casa es tu casa” a todas las amigas y amigos viajeros y migrantes. 


[1] No es casual que en plena crisis del transporte aéreo, con muchos vuelos suspendidos y empresas que quiebran, la fabricante europea Airbus cree tres prototipos de aviones enteramente propulsados por hidrógeno, los ZeroE, para paliar las críticas del movimiento ecologista y la negativa de muchos jóvenes verdes de viajar en avión. https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/airbus-crea-primer-avion-propulsado-totalmente-hidrogeno_15938

[2] Carmen Porras Núñez, El turismo mundial crece más que la economía global por octavo año sucesivo, 28 de febrero de 2019, Hosteltur, https://www.hosteltur.com/127128_el-turismo-mundial-crece-mas-que-la-economia-global-por-octavo-ano-sucesivo.html#:~:text=La%20aportaci%C3%B3n%20del%20turismo%20a,%26%20Tourism%20Council%20(WTTC).&text=En%202018%2C%20el%20sector%20contribuy%C3%B3,de%20toda%20la%20actividad%20econ%C3%B3mica

[3] El caso más notorio es el de las comunidades garífunas de Honduras, asentadas frente al mar Caribe, que se resisten al despojo por parte de la industria turística. En los últimos 10 años, desde el golpe de estado de 2009, se han incrementado las persecuciones, la criminalización, la desaparición y el asesinato y el despojo de sus territorios, para la instalación de mega proyectos hoteleros que son otorgados con la complicidad del Estado de Honduras. El estado en ocasiones se apoya en los migrantes que regresan de Estados Unidos donde han adquirido costumbres de propiedad privada. María Ángeles Fernández y J..Marcos, “Los proyectos turísticos asedian al pueblo garífuna de Honduras. La desaparición de cuatro jóvenes afrodescendientes evidencia la violencia y la persecución que viven estas comunidades”,, Público, 16 de agosto de 2020, https://www.publico.es/internacional/comunidad-garifuna-proyectos-turisticos-asedian-pueblo-garifuna-honduras.html  y cfr. https://ofraneh.wordpress.com/2017/04/27/honduras-220-anos-de-resistencia-y-la-sobrevivencia-de-la-matrifocalidad-del-pueblo-garifuna/

[4] En México, la Cámara Minera reconoce que la minería representa el 2.4 del producto interno bruto (PIB) nacional y 8.2 por ciento del PIB industrial, pero no informa acerca de la destrucción ambiental, el envenenamiento de acuíferos, del aire y de la tierra, ni de la brutal explotación de las y los trabajadores. México es el primer productor de plata del mundo, pero Fresnillo, la ciudad de donde se extrae más mineral, cuenta con un 46% de su población en condición de pobreza. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), sostiene que 40 por ciento de quienes habitan en ocho de los 10 municipios que más oro producen en el país viven en extrema pobreza. Cfr: https://www.coneval.org.mx/Evaluacion/IEPSM/Documents/Fichas-Monitoreo-y-Evaluacion-2017-2018.pdf

[5] Oxfam Internacional, “Cinco datos escandalosos sobre la desigualdad extrema global y cómo combatirla”, https://www.oxfam.org/es/cinco-datos-escandalosos-sobre-la-desigualdad-extrema-global-y-como-combatirla

[6] Oxfam Internacional, “Tiempo para el cuidado”, 20 de enero de 2020, en: https://www.oxfam.org/es/informes/tiempo-para-el-cuidado

[7] ATTAC ACORDEM (acció ciutadana orientada a la democràcia econòmica) es una asociación de ciudadanas y ciudadanos constituida en enero de 2010. Está federada a ATTAC España y pertenece a la red del movimiento internacional ATTAC (asociación para la tasación de las transacciones financieras en ayuda al ciudadano) En su boletín del 12 de julio de 2020 publicó “Conoce a BlackRock, el nuevo dueño del mundo”, en el cual no solo lo describe como  el mayor administrador de activos y “banco en la sombra” del mundo, más grande que el banco más grande del mundo (chino), con más de 7 billones de dólares en activos bajo administración directa y otros 20 billones de dólares administrados a través de su software de monitoreo de riesgos Aladdin, sino que ha promovido el fin de la independencia del banco central uniendo la política monetaria con la política fiscal.  La crisis de COVID-19 presentó la oportunidad perfecta para ejecutar esta propuesta en los EE.UU., y esta empresa privada fue designada para administrarla. En marzo de 2020, se le otorgó un contrato sin licitación bajo la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica del Coronavirus (Ley CARES) para desplegar un fondo ilícito de 454.000 millones de dólares establecido por el Tesoro en asociación con la Reserva Federal. Este fondo, a su vez, podría ser apalancado para proporcionar más de 4 billones de dólares en crédito de la Reserva Federal. Mientras el público estaba distraído con protestas, disturbios y cierres, BlackRock repentinamente emergió de las sombras para convertirse en la “cuarta rama del gobierno”, manejando los controles del dinero fiduciario impreso a pedido del banco central. https://www.acordem.org/2020/07/12/conoce-a-blackrock-el-nuevo-dueno-del-mundo/

[8] https://elordenmundial.com/financiacion-organizacion-mundial-salud-oms/  

De reseñas,poemas, ideas y días lentos

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Un día que empieza con solecito en el horizonte, mi hija dormida a lo ancho de la cama, bella como la mañana, la esperanza de un paseo en bicicleta por Chapultepec…. la nueva, serena delicadeza de los días lentos que emergen de meses y meses de encierro, mientras sé que en este mismo país no paran la minería, la construcción de megaproyectos que los pueblos rechazan, los ríos son ensuciados y los bosques talados. ¿Nueva realidad?

Hacer suelo es escribir poesía

Es leer cosas casi de casualidad. Recuperar los libros y gozar el tiempo de girar la página.

He terminado mi novela hace un mes, ¿es tiempo devolverla a leer? La he enviado a cinco amigues muy especiales, uno me dijo que hay diálogos que trabajar porque son un poco ríspidos, otra me dijo que le emocionó y se enamoró de algunas personajas, los otros no me dijeron nada, nada, nada.

Entonces me encontré una mañana en internet con una reseña que una académica joven del país español pero que escribe (bien) sobre los pueblos de Centroamérica y sus migraciones internas y sus construcciones de ciudadanía , Aránzazu Robles Santana, escribió alguna vez una reseña sobre Feminismos desde Abya Yala, en inglés. Vaya, héla aquí: https://www.academia.edu/19685519/Book_Review_in_the_Journal_of_the_Native_American_and_Indigenous_Studies_Feminismos_desde_Abya_Yala_Ideas_y_proposiciones_de_las_mujeres_de_607_pueblos_en_Nuestra_Am%C3%A9rica_Francesca_Gargallo_Celentani

[PDF] Estética y feminismo. 2 artículos de Hilde Hein

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Sentipensares Fem

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Estética y feminismo. 2 artículos:

Sumario

El papel de la estética feminista en el feminismo (1990)

Feminismo como teoría
La relación entre la estética feminista, el arte feminista y la teoría feminista
Algunos modelos estéticos para la teoría feminista
Reconstrucciones feministas de visión y creación
Conclusión
Notas

Sumario

¿Por qué no la teoría estética feminista?

La esencia del hombre es la razón
Teoría estética histórica
La exclusión de las mujeres de la estética convencional
El rastro cognitivo
Ofuscación conceptual de la creatividad práctica
Superando el estado del objeto
Hacia una estética feminista
La relevancia de la estética para la filosofía
Trabajos citados
Notas


Autora:

Hilde Hein

Traducción:

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Lo que le contesté a las Paraguas Feministas

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Queridas feministas, todas, del paraguas:

Me gustó mucho su paraguas y el manifiesto que lo acompaña, pero tengo una duda con la palabra «cisheteropatriarcal». Mi disconformidad es con la primera sílaba «cis» para definir a las mujeres, feministas o no, que nacieron XX, y que por eso han sido marcadas por el movimiento trans como no suficientemente discriminadas o gozantes de un privilegio. Es una «categoría» que en su uso tiende siempre al biologicismo. Por lo menos yo, que dialogo con diversos grupos, sectores, y colectivos feministas, no conozco a nadie que la use de otra forma.
En una «junta de reconciliación» o manifiesto de paz, con el cual concuerdo, hay que cuidar el lenguaje. No hay que olvidar que «mujeres» es una identidad abierta, tanto que ha permitido que nos juntemos muchas, dando pie a corrientes de pensamiento y acción abierta, con el objetivo común de poner fin al patriarcado, un sistema que históricamente ha descansado en la construcción de jerarquías.
Medirnos por privilegios, sufrimientos y opresiones no nos va a unir, sino a acabar. Literalmente va a minar los diálogos feministas, lo cual redunda en beneficio de  patriarcas, capitalistas, jerarcas de iglesias y conservadores de toda laya.
Usar el término heteropatriarcal implica ya una crítica a los géneros binarios y a los géneros en sí. Negar la historia de la toma de conciencia y fuerza revolucionaria de las rebeliones y demandas de las mujeres desde finales del siglo XVIII en nombre de supeditarlos a las demandas de las actistas feministas trans, que el propio feminismo ha permitido que se expresaran a su par, y cobijar como únicas sus demandas (que tienen su propia historia y sus motivos de luchas con los cuales reconocerse, en el ámbito de los feminismos y contra la represión heteropatriarcal), por el contrario, va a impedir que las mujeres se reconozcan con derechos y libertad de expresión en su propio movimiento.
Abrazos y felicidades por su iniciativa
Francesca Gargallo Celentani
Y este es el texto de Paraguas: https://paraguasfeminista.wordpress.com/