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Francesca GARGALLO, “Lapislázuli terra, nombre azul y corazón de lodo”, texto para la muestra pictórica “Lapislazuli terra”, de María Teresa Chávez Montes, Vestíbulo principal del Edificio A del Palacio Legislativo en San Lázaro, Av. Congreso de la Unión No. 66, Col. El Parque, Deleg. Venustriano Carranza, Ciudad de México, del 13 al 23 de abril de 2010.

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Lapislázuli terra, nombre azul y corazón de lodo

Francesca Gargallo

 Ciudad de México, 13 de abril de 2010

Una luz sostiene la densa transparencia de los pigmentos con que María Teresa Chávez Montes expresa su pasión por la tierra y su deseo de infinito celeste, una luz refulgente de lapislázuli triturado y opaca tierra cernida.

Siendo una de las artistas plásticas que ha optado por la pintura abstracta, en los últimos años la zacatecana Chávez Montes no sólo ha depurado la técnica de preparación de sus soportes, tejiendo sobre la tela entramados de tierras y metales que dan a los pigmentos una coloración y una textura de rasposo atardecer de desierto, sino que ha ido soltando toda reminiscencia de figuración y de simbolismo. Quizá podrían rastrearse todavía   esos caminos celestes -verdaderas reinvenciones de galaxias y rumbos cósmicos- con los que empezó a poblar de luces nocturnas sus primeras telas de gran tamaño. Con ellas, en ellas que fue abandonando la representación de la ciudad y el malpaís con sus múltiples habitantes, cochinillas, insectos y humanos. Hoy, sin embargo, aun esos rumbos de necesarios vuelos están rebasados por la caída ascendente de paisajes improbables, espirales acuáticas y raspones de cometas en la costra del aire.

Lapislázuli terra nos llama desde azules sin fondo ni signos, anchos horizontes que se intersecan sin contaminarse, pesadísimas espirales de viento. En esta exposición, la primera en México después de años de muestras en el exterior, Teresa Chávez nos propone nuevamente texturas enérgicas y colores vivos en un movimiento de fuertísimas energías. Panoramas sin mundos factibles, ocres, blancos y azules semejan un trágico descenso del cielo a la sangre, o el ascenso de la misma a la profundidad de un infinito cruzado por semillas que mapean un caos que rascar, más profundo que la bahía antes del amanecer.

El uso de una técnica mixta nos libera del deber interpretar sus materiales, pues con anterioridad le ofreció a la creadora el vehículo de la experimentación para exteriorizar el placer de lo bello en duros caminos de serpientes y torres.  Imágenes, sensaciones marrones, intricadas como intestinos que resisten las malas noticias y que, casi como para contradecir el placer telúrico de la paleta, son levantiscos como un torbellino sobre la tierra del mundo conocido.

 

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