:.
Francesca GARGALLO, «La flor de una noche o de cómo el hilo al tejerse se pierde entre las cosas pequeñas», sobre la exposición de Marta Nualart en la Capilla Británica de San Cosme, Ciudad de México, 21 de mayo de 2004.
__________
La flor de una noche o de cómo el hilo al tejerse se pierde entre las cosas pequeñas
Francesca Gargallo
Capilla Británica de San Cosme, México D.F., 21 de mayo de 2004
Con sobrada desvergüenza, la niña adulta que es Martha Nualart, amante de Sor Juana –y de usted si se deja-, ha hecho del jardín frente a su ventana, que doña Goya cuida con el orgullo de una artista capaz de agotar la espera, el espacio centro del mundo por donde cruzan los milenios y los instantes. Los rostros de los amigos perdidos, la foto robada al álbum de la madre, la banda de músicas encerradas en una arpa, los torsos bruñidos sobre la foto en color, los autorretratos con follaje y las virgencitas de plata que como vulvas representan a la grieta divina, a la madre santa, son los símbolos fragmentados de su encrucijada histórica.
Martha dibuja encima de lo esbozado en otra época, recorta su visión del drama, fotografía la cotidianidad, musicaliza el paso de los años. Así compone cartas de 20 por 26 centímetros, para enviar su mirada precisa acerca de la delicadeza de un momento.
Unas sombras pueden contener el tiempo. Las cosas pequeñas y perfectas como la estrella de perfume extraordinario que nace en su jardín cuando el calor está tremendo y la piel del cacto revienta para vivir y morir en el espacio de una noche, son los amores que siempre pueden figurarse destapando en lo oscuro la flor del propio deseo. Una flor blanca es, a la vez, única e imagen de todas las cosas. Martha se vuelca sobre sus recuerdos, los convierte en temas, los reconoce agudos y filosos como Sor Juana, Virginia Woolf, Tony Morison, sus musas, y como nuestro amigo Pepe Covarrubias, quien espoleaba las respuestas rápidas, activas, contundentes de la gente que había escogido para vivir.
Cualquier momento es un nudo histórico temporal que obliga a recuperar rostros, parques, soledades, fuerzas. Cabe en su jardín como la flor de una noche. Cada dolor, cada vida que se esfuma interioriza el sufrimiento; cada vulva de plata en un molde de gelatina exterioriza la crítica a los sabihondos. Con estas plantas de su jardín de confluencias e irradiaciones, Martha crea negras miniaturas gigantes sobre texturas diversas. Así las flores orientales de Tailandia, con amigas LGTB de todo el Tercer Mundo: un parterre que duró poco, pero con la intensidad de un amor que resiste las violencias más dispares para revertir la injusticia, inventando estrategias de cambio. La flor de Ivonne con su lobito estepario en el vientre embarazado y la mirada de la amiga en sonriente contraluz. Y las plantitas, serie de niñas amadas en los tallos de apio, tomillo, orégano, menta, cebollín, eneldo y epazote que son ella misma, su madre en un tiempo anterior a sus recuerdos, Silvia Lailson, las hijas de amigas, futuros de los que se espera sólo vida.
Donde se transparenta el recuerdo de una noche, brotan los quehaceres colectivos e irreverentes, las historietas pornos con Armando Monstruo, Goya entre sus macetas, los rostros de un eje del mal que es bien fuera de los cánones. La negrura que rodea su jardín en la ciudad inmensa, contiene amigas y violencias, multitudes y soledad, dibujos y restauraciones, juguetes y vidrios.
Con sobrada desvergüenza, Martha Nualart se burla del placer, perdiéndose en los vericuetos del sueño en una hamaca, en un pequeño jardín de la ciudad donde se concentra el universo.
:.