Archivos Mensuales: diciembre 2017

La poeta Rocío García Rey considera La Costra de la Tierra uno de los caminos para resignificar la vida

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La costra de la tierra  o los caminos para resignificar la vida

Dra. Rocío García Rey

Esta noche me complace mucho compartir algunos comentarios acerca de La costra de la tierra, novela de la Maestra Francesca Gargallo. Confieso que antes de unirme a los pasos de la novela, tenía ya una clave que me había proporcionado el poeta Andrés Cisneros de la Cruz. No recuerdo textualmente el enunciado. En mi memoria retumbaron dos palabras  que hicieron que abriera el libro con mayor entusiasmo: “Mujeres de Cherán”.

Lo que hallé al principio fue una cuasi postal de la desolación que recientemente todos hemos sentido a propósito de los sismos del 19 de septiembre. “Nadie sabía desplazarse por una ciudad destruida como ella lo hacía”. Así abre la novela su autora. Y su discurso avanza “En esa ciudad, unas 80 personas pedían ayuda para salir de los escombros.” ¿Podré seguir la lectura? Me pregunté, pues confieso que aún me siento horadada por lo vivido en nuestra ciudad, aun así continué y hallé el apartado “Primeros pasos”. Recordé que a la lectura y a sus recovecos se llega también con una buena dosis de valentía. ¿Valentía? Sí, porque hay, por fortuna, textos como los de Gargallo quien desde la literatura coloca en el escenario la búsqueda que todos deberíamos hacer para resignificar la vida. Una búsqueda que implica deshacerse del paradigma, de la convención y autoexiliarse en la profunda reflexión de lo que implica ser humano, ser mujer, también en el caso de la novela.

La vida, en La costra de la tierra, nos recuerda también que no lo sería sin la Madre Tierra, sin Gea, sin la Pachamama. Es con este recordatorio que el personaje principal, quien no en vano se llama Sofía –Sabiduría- nos coloca en la vertiente de un juego retórico: tesis antítesis. Sofía representará así la búsqueda resignificación de la sabiduría, aunque esa búsqueda implique renuncias a la vida ¿cómoda? A la vida en la ciudad, a esa vida que muchos creen civilizada.

Vemos en la novela la toma de posición política que implica renunciar a la rutina en la que es sostenido es statuo quo. Sofía, renuncia a ser médica forense para adentrarse en el vientre de la Tierra. La elección como acto de cambio cobra forma de cimiento en la obra de Gargallo.

Es con el acto de elegir que el lector hallará los juegos con respecto a la antítesis. Vemos así algunos opuestos que marcan el campo icónico en la obra: Muerte- vida- Ciudad muerta – bosque vivo, mujer que explora los cuerpos asesinados- mujer que se atreve a recorrer un poema clave, un personaje clave: Smohalla. Podemos leer incluso los aparentes opuestos que desgrana Sofía: “Soy una tonta. Soy muy valiente. Me equivoco. No me equivoco. Pétalo rojo pétalo blanco. Se duerme y sueña con girasoles bajo montañas cortadas. En el sueño es inmensamente feliz”.

La novela también muestra que en el camino para inhumar la desolación sólo se puede ser feliz en esa otra vida como la llamo Nerval: “El sueño es una segunda vida”. Sé es feliz en el sueño no fuera de él porque fuera están los bosques talados ferozmente, está la industria voraz que nos aleja del canto de la Tierra. Afuera está el miedo, aunque “el miedo sólo atañe a quien sabe las cosas”.

La costra de la tierra está dividida en los siguientes apartados: Un geólogo, primeros pasos, paso segundo, paso tercero, paso cuarto y silencio después del ruido. Se trata de un texto que se transforma en exhorto para  explorar lo que significa el viaje Tierra adentro, bosque adentro en un México lleno de silencio y miedo -que en la obra bien puede ser el antipoema, ya que hemos mencionado que hay un eje el poema de Smohalla- Quienes guían al lector son, además de Sofía, un geólogo, un pintor y Melesio Equihua, el Tarhecha, (el guía). El topos de la novela es nuestro país, territorio cargado por una atmósfera en la que el aroma de Tánatos se expande. Se trata, sí de este país: México, particularmente Michoacán, en el que si una mujer desea explorar la geografía y ser libre puede hallar siguientes palabras: “Los keri le informaron de que era muy peligroso vivir sola en el bosque, los talamontes son una mafia poderosa con vínculos con el narco. Ella insistió: No tengo miedo, quiero aprender a ser campesina. No tengo miedo, quiero aprender a ser campesina.” La mimesis está más que clara. Ello no significa que el tratamiento literario no sea cuidado.

 

II DE LAS OTRAS MANERAS DE CONSTRUIR UN CUARTO PROPIO

El pensamiento académico –otro paradigma- también es desplazado en La costra de la tierra. Si en términos académicos las palabras de la inglesa Virginia Woolf  acerca de tener un cuarto propio y tener una renta mensual como condición sine qua non para escribir y devenir libres, Gargallo muestra la otra cara de la búsqueda de la libertad: dejar la academia y abrazar la tierra aun cuando esta haya sido convertida en botín de guerra y secuestros. El cuarto propio se construye más allá de la ciudad, se construye con el conocimiento y respeto a los volcanes, a la cosecha, a los poemas que guían y hacen que sepamos que hay “costras que sofocan la piel de la tierra”. La libertad en esta novela recupera su estatuto colectivo. “El municipio ahora es autónomo y se protege con un rondín comunitario, pero en tres años seis cuerpos de comuneros han aparecido entre los encinos con huellas de tortura. Sofía sabe que donde llega la tala llega la trata y las armas y con ellas la posibilidad de que te maten por tu parcela, por divertimento, por dejar un mensaje.” (p.51)

En efecto, cómo podemos ser libres -aun cuando tengamos un cuarto propio-  en un país en que no tenemos permiso para ser felices, como lo expresó Benedetti en un poema. Cómo podemos ser libres y dignas si hemos olvidado la palabra de los ancestros. Por ello en la novela es tan importante Smohalla porque es “El que presenta el Polvo de la Madre Tierra Tierra o el Portador de la Roca”. (p. 63)

Es en los recorridos para significar realmente a Gea que hallamos pasajes que nos preparan, como lectores, para acercarnos a la parte tan olvidada y a la vez tan cercana de la vida. Nos prepara para entender que “ha llegado el tiempo de rescatar la tradición” (p. 71) la vida es un ritual en el que deben estar presentes las siguientes palabras: “Yo entiendo que la tierra es la madre, que es generosa y que nos trae a su seno nuevamente después de la muerte, y que ella dice don Melesio dirigiendo la mirada hacia Sofía, no sabe cómo honrarla.” (p. 71)

 

III LOS APRENDIZAJES Y LOS RITUALES

El lector hallará en La costra de la vida, la unión entre literatura y sociedad. Binomio que sé no es nuevo, pero que sí es plausible en un momento de horadadas visiones y construcciones estéticas. Todo texto, sabemos, es hijo de su época, al serlo debemos entender que cada escritor (a) a lo largo de la historia, apuntala su escritura en la elección ética que haga.  Por fortuna, nuestra autora ha elegido el camino de la voz para recordarnos cuán importante es escuchar la voz de la tierra y de sus hijas. “Nadie quiso escuchar a las mujeres que curan. Ellas dijeron que los que ganarían ahí eran los comerciantes de insecticidas y semillas mejoradas, que las malezas se estaban volviendo incontrolables y que el suelo se estaba muriendo. No quisieron darles la razón: viejas incultas, si los agrónomos habían estudiado en la universidad”. (p.73)

Sofía- la madre Tierra y la Mujeres que curan son un mismo vientre que acuna vida en forma de poesía, en forma de aprendizajes, en forma de anhelos. Y que comparten también el olvido, la vejación. “¿Qué vientre es capaz de renovarse a sí mismo, cuando sus hijos la tasajean para robarle la última gota de sangre? (p. 57) Más adelante leemos. (…) En ese momento el hombre montó en cólera, la golpeó con una silla. Ella no recuerda nada más Dos meses después se dio cuenta de que estaba embarazada. No sabe si tras golpearla la violó, no sabe si quedó preñada en una tarde de otoño” (116).

Dentro de Tánatos lucha la vida y es así que la novela nos proporciona el aprendizaje de que la vida es la piel de la vida y como su autora escribe, en voz de Sofía hay muchas lecturas de la piel.

Los invito a adentrarse en esta ruta literaria del reaprendizaje de que las voces no pueden ser acalladas si novelas como esta se comprometen con sus lectores a relatar los latidos de nuestra Madre Tierra. Démosle nuestra mirada transformada en lectura a La costra de la tierra. Algo de lava, estoy segura se desprenderá de nosotros.

Enhorabuena Francesca Gargallo y Andrés Cisneros por darle vida a textos valientes y sinceros tan necesarios en tiempos de olvido, de plagio y de desapego a la Tierra.

Muchas gracias.

A propósito de La Costra de la Tierra, unas palabras de Svetlana Garza: La importancia de la tierra y la gravedad de un poema

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Cuando leí la primera parte del libro, me pareció que su publicación era no sólo oportuna, sino profética. En un mundo en el que se hacen chistes y especulaciones y se vive con miedo del apocalipsis zombie, este libro nos presenta un apocalipsis más aterrador tanto que más cercano para nosotros. Un apocalipsis post terremoto.

El primer texto me recordó a una novela de Auster, el primer texto es una especie de país de las últimas cosas región 4. Pero en el buen sentido de lo que esta región cuatro ofrece y significa: la realidad indígena, la realidad campesina, la geografía mexicana.

Invita a un juego mórbido también.   ¿Y si fuera yo una de las últimas sobrevivientes de una ciudad en ruinas, recorriéndola de sur a norte o de norte a sur en busca de lo que sea que busquen los sobrevivientes de las ciudades en ruinas?  ¿Qué haría yo? ¿De dónde a dónde iría? ¿Qué personajes habitarían esta ciudad en ruinas? ¿Qué personajes me ayudarían o estorbarían en mi recorrido?

Soldados, ladrones, indígenas, narcos, enfermos, niños…. ¿En que se convierte la gente que habita los países de las últimas cosas?

¿Qué profesiones sobreviven? ¿médicos, arquitectos, campesinos? ¿o será que no sobrevive ninguna y la gente deja de ser su profesión para volverse su ser más genuino y básico?

Esto es lo que me produjo el primer texto, pero la novela realmente empieza luego.

En vez de escoger el camino fácil, el de eslabonar una historia con otra, la autora decide mejor establecer una relación entre las reflexiones, anécdotas y situaciones de una manera más desafiante. Las cuatro historias de los cuatro personajes invitados al diálogo, las tres vidas de quien no es campesino, no están necesariamente entrelazadas, más bien giran en torno a un mismo punto gravitatorio. Las tres historias de estos tres personajes, sus tres vidas en el momento giran en torno a un poema, y el poema representa una idea, la relación con la tierra, la explotación de la tierra, el retorno a la tierra. Las tres historias giran, pues, en torno a este mismo eje gravitatorio, la cuestión de la tierra… y una cuarta o quinta historia subyace a todas estas, la historia del poeta, del autor de este poema en torno al cual giran las otras tres tristes tramas, sólo increpadas por la voz de un maestro de la tradición campesina purhé.

No quiero confundirlos ni revolverlos ni develar demasiado, los tres personajes, un pintor, un geólogo, una ex médica forense, leen el mismo poema, y la historia comienza, más causal que cronológicamente…. y sabemos que para que haya un poema, ya sea circunstancial o detonador, tuvo que haber un poeta y su historia, que a su vez motiva o sirve de punto de partida para las otras, y no puede ser ignorada…

Un malabar narrativo pues, si pensamos en estas tres historias que en realidad son 4 si contamos la historia no narrada del poeta, que en realidad son 5 si contamos el cuento que escribe uno de los personajes. La autora pues malabarea 5 pelotas en el aire.

Cinco astros giran en torno al mismo eje gravitatorio. El poder de un poema… el poder de una idea… porque el poema y el poeta representan una sola lucha, una lucha ancestral para proteger la tierra del cacique, del hombre blanco, de la transnacional…

El poema en torno al que la historia gira fue escrito por Smohalla, perteneciente al pueblo sokulk, cuyo territorio se ubicaba entre Estados Unidos y Canadá, un poeta profeta que vivió alrededor de 1850. Como Baloo en el libro de la selva, y como otros tantos y después, Smohalla (no tengo idea de como se pronuncia) dice que el hombre puede vivir de lo que la tierra le ofrece de su propia voluntad, sin explotarla, sin ararla, sin obligarla a nada. Smohalla plantea una idea inconcebible después de la revolución industrial: la negación del trabajo.

Promovía el retorno a las viejas costumbres en las que no se trabajaba, no se explotaba la tierra, se vivía de lo que ella generosamente ofrecía. El espacio, o más bien el tiempo que entonces deja el trabajo se le entrega al sueño. Pero no es que esté hablando de comer la manzana que cae del árbol y te eches a dormir, no está hablando de el sueño pasivo, sino del sueño creativo, del arte. En este sentido Smohalla al aferrarse a su tradición se convierte en un visionario. Smohalla defiende la importancia de la creatividad, sobre la productividad… la creatividad como la única manera de poder retornar a la tierra, de volverse uno con la tierra. Crear, que no producir (lo producido nunca podrá poseerse como lo creado). Escribir poesía, recorrer la tierra, pintar, cantar: Smohalla invoca a la creatividad, la autora de la Costra de la Tierra escucha su llamado…

Ese es el poder de la poesía, el de la invocación y el del cuestionamiento. Los personajes de la novela se enfrentan a la vida como al poema.

La Costra de la Tierra es además una denuncia, nos recuerda o nos señala las violaciones de las que nuestro suelo ha sido víctima, seguirá siendo víctima, nos obliga a preguntarnos la necesidad de la explotación minera, de la agricultura misma… Francesca pregunta lo mismo que Smohalla, ¿Qué le estamos haciendo a la tierra? y sobre todo ¿por qué?

Y quiero cerrar esta reflexión con un fragmento de un texto del jefe Seattle, de la tribu Suwamish (un epígrafe de este mismo texto aparece en la novela). Es la carta con la que Seattle responde al presidente de Estados Unidos cuando les ofrece comprarles la tierra y hacerles una reservación a cambio. Esto es parte de la respuesta de Seattle, que viene también muy a cuento.

Como las estrellas inmutables son mis palabras.

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.

Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?

Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.

Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también.

Svetlana Garza

Ciudad de México, 28 de noviembre de 2017