La costra de la tierra o los caminos para resignificar la vida
Dra. Rocío García Rey
Esta noche me complace mucho compartir algunos comentarios acerca de La costra de la tierra, novela de la Maestra Francesca Gargallo. Confieso que antes de unirme a los pasos de la novela, tenía ya una clave que me había proporcionado el poeta Andrés Cisneros de la Cruz. No recuerdo textualmente el enunciado. En mi memoria retumbaron dos palabras que hicieron que abriera el libro con mayor entusiasmo: “Mujeres de Cherán”.
Lo que hallé al principio fue una cuasi postal de la desolación que recientemente todos hemos sentido a propósito de los sismos del 19 de septiembre. “Nadie sabía desplazarse por una ciudad destruida como ella lo hacía”. Así abre la novela su autora. Y su discurso avanza “En esa ciudad, unas 80 personas pedían ayuda para salir de los escombros.” ¿Podré seguir la lectura? Me pregunté, pues confieso que aún me siento horadada por lo vivido en nuestra ciudad, aun así continué y hallé el apartado “Primeros pasos”. Recordé que a la lectura y a sus recovecos se llega también con una buena dosis de valentía. ¿Valentía? Sí, porque hay, por fortuna, textos como los de Gargallo quien desde la literatura coloca en el escenario la búsqueda que todos deberíamos hacer para resignificar la vida. Una búsqueda que implica deshacerse del paradigma, de la convención y autoexiliarse en la profunda reflexión de lo que implica ser humano, ser mujer, también en el caso de la novela.
La vida, en La costra de la tierra, nos recuerda también que no lo sería sin la Madre Tierra, sin Gea, sin la Pachamama. Es con este recordatorio que el personaje principal, quien no en vano se llama Sofía –Sabiduría- nos coloca en la vertiente de un juego retórico: tesis antítesis. Sofía representará así la búsqueda resignificación de la sabiduría, aunque esa búsqueda implique renuncias a la vida ¿cómoda? A la vida en la ciudad, a esa vida que muchos creen civilizada.
Vemos en la novela la toma de posición política que implica renunciar a la rutina en la que es sostenido es statuo quo. Sofía, renuncia a ser médica forense para adentrarse en el vientre de la Tierra. La elección como acto de cambio cobra forma de cimiento en la obra de Gargallo.
Es con el acto de elegir que el lector hallará los juegos con respecto a la antítesis. Vemos así algunos opuestos que marcan el campo icónico en la obra: Muerte- vida- Ciudad muerta – bosque vivo, mujer que explora los cuerpos asesinados- mujer que se atreve a recorrer un poema clave, un personaje clave: Smohalla. Podemos leer incluso los aparentes opuestos que desgrana Sofía: “Soy una tonta. Soy muy valiente. Me equivoco. No me equivoco. Pétalo rojo pétalo blanco. Se duerme y sueña con girasoles bajo montañas cortadas. En el sueño es inmensamente feliz”.
La novela también muestra que en el camino para inhumar la desolación sólo se puede ser feliz en esa otra vida como la llamo Nerval: “El sueño es una segunda vida”. Sé es feliz en el sueño no fuera de él porque fuera están los bosques talados ferozmente, está la industria voraz que nos aleja del canto de la Tierra. Afuera está el miedo, aunque “el miedo sólo atañe a quien sabe las cosas”.
La costra de la tierra está dividida en los siguientes apartados: Un geólogo, primeros pasos, paso segundo, paso tercero, paso cuarto y silencio después del ruido. Se trata de un texto que se transforma en exhorto para explorar lo que significa el viaje Tierra adentro, bosque adentro en un México lleno de silencio y miedo -que en la obra bien puede ser el antipoema, ya que hemos mencionado que hay un eje el poema de Smohalla- Quienes guían al lector son, además de Sofía, un geólogo, un pintor y Melesio Equihua, el Tarhecha, (el guía). El topos de la novela es nuestro país, territorio cargado por una atmósfera en la que el aroma de Tánatos se expande. Se trata, sí de este país: México, particularmente Michoacán, en el que si una mujer desea explorar la geografía y ser libre puede hallar siguientes palabras: “Los keri le informaron de que era muy peligroso vivir sola en el bosque, los talamontes son una mafia poderosa con vínculos con el narco. Ella insistió: No tengo miedo, quiero aprender a ser campesina. No tengo miedo, quiero aprender a ser campesina.” La mimesis está más que clara. Ello no significa que el tratamiento literario no sea cuidado.
II DE LAS OTRAS MANERAS DE CONSTRUIR UN CUARTO PROPIO
El pensamiento académico –otro paradigma- también es desplazado en La costra de la tierra. Si en términos académicos las palabras de la inglesa Virginia Woolf acerca de tener un cuarto propio y tener una renta mensual como condición sine qua non para escribir y devenir libres, Gargallo muestra la otra cara de la búsqueda de la libertad: dejar la academia y abrazar la tierra aun cuando esta haya sido convertida en botín de guerra y secuestros. El cuarto propio se construye más allá de la ciudad, se construye con el conocimiento y respeto a los volcanes, a la cosecha, a los poemas que guían y hacen que sepamos que hay “costras que sofocan la piel de la tierra”. La libertad en esta novela recupera su estatuto colectivo. “El municipio ahora es autónomo y se protege con un rondín comunitario, pero en tres años seis cuerpos de comuneros han aparecido entre los encinos con huellas de tortura. Sofía sabe que donde llega la tala llega la trata y las armas y con ellas la posibilidad de que te maten por tu parcela, por divertimento, por dejar un mensaje.” (p.51)
En efecto, cómo podemos ser libres -aun cuando tengamos un cuarto propio- en un país en que no tenemos permiso para ser felices, como lo expresó Benedetti en un poema. Cómo podemos ser libres y dignas si hemos olvidado la palabra de los ancestros. Por ello en la novela es tan importante Smohalla porque es “El que presenta el Polvo de la Madre Tierra Tierra o el Portador de la Roca”. (p. 63)
Es en los recorridos para significar realmente a Gea que hallamos pasajes que nos preparan, como lectores, para acercarnos a la parte tan olvidada y a la vez tan cercana de la vida. Nos prepara para entender que “ha llegado el tiempo de rescatar la tradición” (p. 71) la vida es un ritual en el que deben estar presentes las siguientes palabras: “Yo entiendo que la tierra es la madre, que es generosa y que nos trae a su seno nuevamente después de la muerte, y que ella dice don Melesio dirigiendo la mirada hacia Sofía, no sabe cómo honrarla.” (p. 71)
III LOS APRENDIZAJES Y LOS RITUALES
El lector hallará en La costra de la vida, la unión entre literatura y sociedad. Binomio que sé no es nuevo, pero que sí es plausible en un momento de horadadas visiones y construcciones estéticas. Todo texto, sabemos, es hijo de su época, al serlo debemos entender que cada escritor (a) a lo largo de la historia, apuntala su escritura en la elección ética que haga. Por fortuna, nuestra autora ha elegido el camino de la voz para recordarnos cuán importante es escuchar la voz de la tierra y de sus hijas. “Nadie quiso escuchar a las mujeres que curan. Ellas dijeron que los que ganarían ahí eran los comerciantes de insecticidas y semillas mejoradas, que las malezas se estaban volviendo incontrolables y que el suelo se estaba muriendo. No quisieron darles la razón: viejas incultas, si los agrónomos habían estudiado en la universidad”. (p.73)
Sofía- la madre Tierra y la Mujeres que curan son un mismo vientre que acuna vida en forma de poesía, en forma de aprendizajes, en forma de anhelos. Y que comparten también el olvido, la vejación. “¿Qué vientre es capaz de renovarse a sí mismo, cuando sus hijos la tasajean para robarle la última gota de sangre? (p. 57) Más adelante leemos. (…) En ese momento el hombre montó en cólera, la golpeó con una silla. Ella no recuerda nada más Dos meses después se dio cuenta de que estaba embarazada. No sabe si tras golpearla la violó, no sabe si quedó preñada en una tarde de otoño” (116).
Dentro de Tánatos lucha la vida y es así que la novela nos proporciona el aprendizaje de que la vida es la piel de la vida y como su autora escribe, en voz de Sofía hay muchas lecturas de la piel.
Los invito a adentrarse en esta ruta literaria del reaprendizaje de que las voces no pueden ser acalladas si novelas como esta se comprometen con sus lectores a relatar los latidos de nuestra Madre Tierra. Démosle nuestra mirada transformada en lectura a La costra de la tierra. Algo de lava, estoy segura se desprenderá de nosotros.
Enhorabuena Francesca Gargallo y Andrés Cisneros por darle vida a textos valientes y sinceros tan necesarios en tiempos de olvido, de plagio y de desapego a la Tierra.
Muchas gracias.