Archivos Mensuales: noviembre 2019

Deberíamos darle más peso a Aralia López y a Eve Gil por cómo han leído a las escritoras

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Supongo que pronto podré subir el artículo-homenaje sobre mi amada amiga y maestra Aralia López González enviado a la revista Interpretatio, que coordinan Silvana Rabinovich y Rafael Mondragón en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Aralia fue de esas mujeres que leen con atención, interés y placer lo que otras mujeres escriben. Elaboró una teoría, pero sobre todo se dejó llevar por numerosas interpretaciones y cuidadosos análisis, junto con apreciaciones personales de lo que le despertaba la lectura de alguien tan fundamental para la literatura mexicana como Rosario Castellanos, así como la última novela de la que en ese entonces era una casi desconocida como yo.

Mientras tanto leeré la más reciente novela de Eve Gil, una novelista y periodista sonorense que ha dedicado el más importante esfuerzo de su vida litetraria a leer y comentar la obra de otras mujeres y por ella ha tenido columnas en diversos países y alimenta el blog   www.la-trenza-de-sor-juana.blogspot.com y la página de Facebook La Trenza de Sor Juana. Desde que hace ya más de 20 años me invitó a presentar su novela Requiem por una muñeca rota he tenido gratas sorpresas con su inquietante literatura, en ocasiones divertida, en otras casi premonitoria. En un reciente viaje soporté las horas de avión gracias a su novela El suplicio de Adán.

Porque estoy convencida que lectoras como ellas hacen la historia de la literatura y derrumban todos los cánones (que hacen casi tanto daño como los cañones), comparto este artículo de Luna Miguel, una mujer que no conozco personalmente, que sentí muy próximo a mis ideas y sentires.

Paula Bonet llama «despertadoras» a aquellas mujeres cuya obra nos ayudó a entender la importancia de la lucha colectiva, pero también la de la necesidad de procurar un recorrido íntimo: de lecturas, de reflexiones, esas que nos llevan no sólo a ser nosotras más libres, sino también a entender nuestros propios privilegios. Para quienes sigan a la artista por Instagram, reconocerán de entre sus fotografías los rostros de las mujeres a las que ella reivindica a través de un hermoso altar: Joan Didion, María Luisa Bombal, Anne Sexton, y un largo etcétera.

Personalmente, se me hace cada vez más complejo trazar un mapa de despertadoras porque conforme avanzo en lecturas, corrijo otras anteriores, o me siento orgullosa de aquellas a las que al principio no hice caso, o reniego de una influencia para venerar otra que al día siguiente quizá vuelva a cuestionar.

Tal vez por eso desconfío tanto de la idea de un (nuevo) canon.
Pero tal vez por eso también me obsesione este ejercicio de memoria colectiva sin mayor pretensión que el de hacer cadena.

Como si se tratara de una novela de Ray Bradbury, me imagino a la literatura de las despertadoras siendo posible gracias a otras mujeres, ¿las despiertas?, memorizando nombres y obras para reivindicarlas cuando nadie más lo haga. Algunas cantarán apellidos más obvios, otras serán capaces de entonar algunos casi secretos.

De entre todas esas voces, una que se dedicó intensamente a despertarnos a golpe de palabras fue la escritora y pensadora peruana Patricia de Souza. Además de libros de crítica feminista tan importantes como Eva no tiene paraíso o Descolonizar el lenguaje, su pluma fue una de las que durante años aparecía y desaparecía de algunos importantes suplementos literarios de nuestro país aportando «mirada feminista» sobre las el panorama editorial. Ella habló de Margarite Duras, de Elena Garro, de Annie Ernaux, de Joyce Mansour y de otras autoras y artistas como nadie antes lo había hecho. Ella aportó datos y combatió las injusticias que sobre sus plumas y sus vidas pesaron desde pequeños espacios, que aparecían a menudo encajonados entre otras críticas y reportajes que jamás tenían en cuenta sus reclamos.

En cierto modo, podría decirse que Patricia de Souza siempre luchó por visibilizar a otras mujeres olvidadas desde su propio cuarto de sombras. Lo resume a la perfección la periodista Fietta Jarque en uno de los poquísimos obituarios que la prensa ha publicado sobre la autora después de que tristemente nos dejara el pasado 24 de octubre —tenía apenas 55 años, la enfermedad se la llevó velozmente—: «Tampoco figura en los cánones más populares de la literatura peruana contemporánea pese al peso sostenido de su obra literaria. Era una escritora incómoda, una feminista resuelta, independiente, obstinada. Necesaria. Tras su muerte Patricia de Souza se ha quedado hecha palabra o tal vez grito, reclamo. Palabra, pero palabra decolonizada».

Tras esta reflexión, tras esta triste certeza de que el activismo de Patricia de Souza pasará factura sobre cómo los propios espacios desde los que escribió y en los que colaboró han obviado su desaparición y su obra, yo me pregunto quién nos hará despertar sobre las despertadoras. Me pregunto qué hace falta para que aquellos que presumen de separar artista y obra no se olviden de sus ideales cuando se trate de homenajear la obra de una autora con ideas feministas. Quién nos ayudará, en definitiva, a recordar a las que nunca, jamás, nos permitieron olvidar los nombres de otras tantas.

Si la cadena se rompe, ¿pereceremos con ella?