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Francesca GARGALLO, “Carta a Joel Jual Qui”, Ciudad de méxico, 3 de noviembre de 2003.

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Carta a Joel Juan Qui

Francesca Gargallo

 

Ciudad de México, 3 de noviembre de 2003

 

Joel:

Desde el día, hace ya muchos años, en que desperté en tu casa, rodeada por tu música y, sin embargo, gravitando alrededor de tu piano, deseché para siempre los prejuicios de una escritora por los intérpretes. Ese día entendí que toda gran interpretación es una recreación, un aporte a la cultura y, necesariamente, un diálogo con una obra, su autor y su tiempo.

    Hoy, cuando escucho arrobada las interpretaciones que haces de la variadísima y muy innovadora obra de tu maestro Hermilio Hernández, tan jaliciense e italiano como tú eres de Sinaloa y China, vuelvo a sentir la sutileza que acompaña tu trabajo, ese correr entre el pasado y el presente más vanguardista que tus dedos tejen sobre el teclado.

    Como sabes no soy una gran conocedora de música, ni siquiera pertenezco a esos creadores que acompañan su vida con canciones y bailes. Para mí la música es cuestión de silencio, la prefiero narrativa que poética, evocativa y de gran aliento.

    La música dialogante de Hermilio Hernández, cíclica y colorida  en el tercer movimiento de Sonatina 1, me ofreció la descripción de una mañana oriental, de primavera y lluvia alegre. Mientras en el primero de los preludios que interpretas, el silencio se me figuró rey de un espacio lluvioso y rarefacto, de una ascensión a lo íntimo consciente de que volverá a bajar a tierra.

    Me enteré por ti, que los cuatro preludios que interpretas son parte de diez que la UNAM  le pidió a Hernández para adaptarlos a la poesía de Alfredo González León. Qué raro. En todos, el completo dominio de la armonía y la síncopa, la estructura barroca de la música sacra y la nítida expresión del blues, se me hicieron narrativos, como un paso de danza en un jardín dionisiaco, pletóricos de perfumes, colores, emociones violentas y, a la vez, contenidas. Al fin, una exasperación de la música culta en la tierra de Orozco y Yáñez.

   El Tema Transfigurado me emocionó. Qué trabajo hay en él. La variación es la transfiguración de un tema sobrio; es la posibilidad que salga una mariposa o un monstruo de una pupa. A la vez, es tan amplio técnicamente, me parece escrito para manos de gigante delicado, manos desmesuradas, capaces de terminar en seco.

    Qué diferencia con la toma 1 del De Profundis. Este réquiem para su amigo Nacho Arreola, de registros tenebrosos, está formado de pasos que suben al clímax para regresar exhaustos a la postura de la muerte, que es separación y dolor que se histeriza y aplaca. Me transmitió una conciencia de la ciclicidad de la vida que puede ser cruel como la Iglesia en su pompa. Es grandioso y profundo, ¡cómo te habrás sentido al tocarlo!

    Me encanta que cierres tu disco con los movimientos 2 y 3 de la Sonatina II. En la línea de los Preludios y el Tema Transfigurado, Hernández construye la complejidad del mundo sobre una guía melódica que nunca suelta, aunque la adereza con historias diversas y, por momentos, la explica con ritmos verdaderamente ansiosos. Ansiedad de todo el arte contemporáneo.

    Mi querido Joel, en una fresca mañana otoñal, desde esta Ciudad de México que tan poco dialoga con Guadalajara, te felicito enviándote el cariño y la admiración de una narradora por un gran intérprete y un admirable investigador de la música de su país: tú.

Tu amiga

Francesca Gargallo

 

 

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