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Francesca GARGALLO, «Acerca de diosas, mujeres y vida cotidiana en la obra de Sonia Félix Cherit», Ciudad de México, 18 de marzo de 2005.

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Acerca de diosas, mujeres y vida cotidiana en la obra de Sonia Félix Cherit

Francesca Gargallo

México D.F., 18 de marzo de 2005

 

Arenas y piedra, cual fueran la carne y los huesos de una madre tierra amada desde la desesperación de la nómada, son los materiales con que la pintora Sonia Félix Cherit expresa la materialidad de su pasión por la forma. Colores áridos, donde el rojo es a la vez sangre y huella del suelo zacatecano, penetran ocres que remiten al desierto y al abandono de cuevas ancestrales y de fábricas que producían aún hace menos de una generación. El dibujo, logrado con mosaicos de técnica bizantina y romana, se extiende sobre piedra y cerámica molidas, mezcladas con barro y arcilla. La historia de la verdadera humanidad, la femenina y alfarera, la de la cocina y el canto, marca toda la obra de esta artista zacatecana que ha estudiado y vivido en Italia y Alemania.

La singular fuerza de la tierra está viva en la voluntad de narrar la violación del desierto y el menosprecio por lo que no puede dominarse de la cultura occidental. Hija de un mago dulcero y de una siria amante del café y del cigarro, Sonia Félix Cherit mira a su tierra desde las colinas de Ravenna y desde el hueco que en su corazón le abren los Alpes, y el semidesierto mexicano, sagrado espacio donde por ocho mil años vagaron centenares de grupos de recolectoras y cazadores, se le vuelve excusa para contar con piedras de mármol y mosaico cristalino el sudor de las minas, la violencia contra las chichimecas, la imposición de un sagrado distinto.

Sus diosas son mujeres y no las llama Venus ni Afrodita. Son las fuerzas primigenias de la justicia y la tierra, del trabajo y el canto, del gesto pleno y la fuerza. Más semejantes a nómadas que con sus cabellos al viento recorren la arena seca donde la mirada se vuelve totalmente transparente, sus mujeres recuerdan los pictogramas de Baja California y Zacatecas, aunque se levantan en el relieve de la piedra cortada según la técnica bizantina. Inserta utensilios de uso cotidiano, que esculpe en arcilla y recuerdan tareas colectivas, en varios cuadros; en otros, rompe la monocromía de las tierras ya no sólo con manchas de sangre, sino con tiras coloreadas de piedras que simbolizan las guirnaldas de las fiestas y la voluntad de diversidad.

Ligada a una gran tradición mexicana de experimentación con materiales naturales y de relieves compuestos, Sonia Félix sostiene su particular expresión sobre la unión de estos dos elementos con una gran discursividad mosaico-pictórica. Siempre narra una vida, la de las mujeres de la tierra; una vida que por la violencia de quien odia la vida misma puede quedar interrumpida en el desierto. O en una calle. O en una casa.

 

 

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