Archivos Mensuales: noviembre 2014

Cartas van, cartas vienen. Para una crítica de las exclusiones en el feminismo y los usos de la decolonialidad

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Son las dos cartas más recientes de un intercambio epistolar con Ochy Curiel, a raíz de una crítica que avancé sobre sus posiciones decoloniales que sostuvo en una entrevista para la revista Pukara.

Para mí dialogar no es defender la propia posición, sino escucharnos, intentar entender qué estamos diciendo cada una y desde su preciso lugar, y aportar a la reflexión de todas. Por supuesto, no se puede dialogar con quien no quiere hacerlo.

Creo que es necesario sacudir el pensamiento feminista alternativo de Nuestramérica. Por ello las reporto.

 

Gracias Ochy, gracias Karina,
realmente no sabía que Ochy no participaba de las listas a las que envié el correo, pero ahora me resulta claro.
Voy a leer con atención la respuesta de Ochy. A ojo vista, no me parece que yo realicé una lectura agresiva de su entrevista, sino que expresé varias ideas acerca de la carga impositiva de cierto pensamiento decolonial, al cual Ochy se adhiere, y que se está convirtiendo en una imposición metodológica y epistémica, que la mayoría de las intelectuales y activistas de los movimientos indígenas con los que dialogo (que, por supuesto, no son todas) rechazan y sienten muy amenazantes, pues les borra su historia de reflexión y la contundencia de sus análisis. En particular, rechazan las actitudes de las y los decoloniales, como si llegaran a decirle cómo deben pensar necesariamente la”colonialidad” de su condición, aun cuando quieren abocarse a pensar otras cosas. ¿Cuáles? Otras, no soy yo la que va a decir qué hay que pensar.
Nunca “invento” las críticas que las compañeras avanzan hacia las formas de lo dicho por otras. A veces me las guardo, a veces si siento que pueden servir para entender un “clima” las menciono.
El ponerse a la defensiva de Ochy, cuando utiliza lo que no dije, por ejemplo que yo considero que ella y Yuderkis [Espinoza] no son seres pensantes porque son mujeres racializadas, es de una pobreza impresionantes. Su idea de que yo critico su pensamiento porque no reconozco que piensa es contradictorio: si la critico es porque habiendo sido una mujer de teorías abiertas ahora sólo repite leit motiv.
Yo digo que se inscribe en  una corriente de pensamiento que se está intentando imponer como otra lectura hegemónica y unívoca de la realidad, desconociendo los aportes anteriores a su formulación, aunque entresaquen de una extensísima historia de las ideas anticoloniales, antiracistas, utópicas de Nuestramérica a algunos personajes (como es el caso del escritor negro caribeño Franz Fannon, prologado por Sartre y activista en la guerra anticolonail en Argelia). Quizá Ochy no lo sepa, pero no ha inventado la lectura de Fannon. Fannon fue un auténtico bestseller de la izquierda mundial anticolonialista en la década de 1960. ¡Empecé a leer a Fannon en la universidad de Roma y en los círculos de izquierda europea a principios de los años 70! Creo que en efecto aporta muchísimo para entender los mecanismos de interiorización de la mecánica racista, pero sobre todo que fue un pensador para la acción.
Es muy distinta la decolonialidad negra lésbica de Ochy de lo que hace Silvia Rivera Cusicanqui cuando apela a una economía del conocimiento, pues Rivera Cusicanqui critica el sistema capitalista desde los pensamientos que no nacen de sus centros de emanación ideológica (con todo su poder coercitivo de imposición), pero que tienen historia y se intersecan, alimentan, provocan uno con otros. Silvia nunca se cierra al diálogo, nunca se cierra a los cruces de pueblos e ideas.
Es muy distinta la posición decolonial de Ochy, que asume una serie de reglas fijas para construir sus redes y propuestas culturales internacionalistas, de las prácticas de reflexión que, partiendo del cuerpo de las mujeres como espacio de simbolizaciones heredadas del colonialismo, lleva a cabo en toda Nuestramérica Rita Laura Segato.
En Rita Laura leo abertura, miradas que se cuelan en los intersticios de las prácticas de violencia feminicida y racista (contra mujeres y contra hombres, contra pueblos) para explicarse por qué la violencia contra las mujeres aumenta en la actualidad, así como las formas de la violencia incluyen dolores siempre mayores para las mujeres. Ninguna de las lecturas de Rita Laura está separada de la denuncia del racismo o de la familia nuclear como imposición violenta.
En fin, desde que la conozco Ochy  (y la leí por primera vez, precisamente porque había escrito sobre Aimé Cesaire, un teórico político negro que trabajaba una crítica a la criollidad del Caribe) fue una feminista lesbiana negra, una de las que radicalmente rechazaba la presencia de las transexuales  y defendía la visibilidad de las negras en el movimiento feminista latinoamericano. Desde que conocí sus escritos, en la década de 1990, me atrajeron mucho. Eran radicales, frescos, aportaban ideas a todas.  Aprendí mucho de ella, también a entender lo que las palabras dicen cuando se usan sin una reflexión sobre su contenido clasista y racista. Al leerla, afiné las intensiones no racista de mi discurso feminista, porque siempre tuve la intención de acceder a diálogos con las mujeres para hacer práctica una política del “entre mujeres”. Sí, sigo creyendo que el feminismo es una acción de liberación personal-colectiva que implica un “entre mujeres”. Le debo la reflexión sobre términos como “denigrar”, por ejemplo. Ahora bien, desde que la conocí personalmente me sorprendió que no se acerca fácilmente a otras mujeres, a menos que no les presentaran ciertas “garantías”. También que no escuchara a las otras feministas sino para responderle, nunca para pensar qué decían.
En fin…
No creo que ella, ni el feminismo decolonial, llevaron al centro del discurso la imbricación de las opresiones, como afirma. Puede que haya puesto un acento muy especial en el racismo, cosa que se le agradece porque permite cambiar las formas de relación entre mujeres. Pero la idea de la imbricación de opresiones para las mujeres viene del “feminismo con clase”, de las feministas centroamericanas durante la guerra civil de los años 80, en general  de las mujeres organizadas en tránsito al feminismo  que, desde los barrios y en el campo, desde las escuelas rurales, desde las organizaciones de desplazadas y de migrantes, desde las guerrillas y los sindicatos, se han percatado desde principios de siglo XX que ser pobre y marginada reforzaba su opresión de género, a la vez que dificultaba el diálogo con las mujeres que no eran pobres ni marginadas de la sociedad clasista y racista latinoamericana.
Las mujeres negras de Brasil han estudiado cómo las imbricaciones de las opresiones de clase pueden leerse en las opresiones racistas, sobre todo cuando el sistema fomenta que las mujeres y hombres negros sean sistemáticamente excluidos del poder en el sistema en el que viven (bajos salarios, alta criminalización, agresividad de las autoridades en su contra, exclusión de la escolaridad especializada, modelos estéticos que racializan su hipersexualización heterocentrada con el incremento de esterotipos de alta violabilidad, etcétera).
La mayoría de las teóricas mayas y kichwa que he leído, sin embargo, rechazan la identificación de lo indígena con lo pobre. Se es rica de otra forma donde no hay opresión política ni despojo territorial.  Se es rica al apadrinar la fiesta. Se es rica al mantener el propio núcleo de convivencia. Se es rica al compartir. Se es rica al poder expresar todas las propias ideas.
Lo que critico de la entrevista concedida por Ochy es su tono de rechazo hacia todas las posiciones populares e intelectuales de los feminismos que no le son apropiables y utilizables, sean ellas lésbicas o no.  (Por demás, no es cierto que sólo el feminismo lésbico es radical, ni que es el único que socaba las bases del sistema heteropatriarcal. Siempre he rechazado la idea que para manifestar la propia radicalidad haya que definirse “lesbiana política”. Es una imposición ideológica. Considero mucho más alternativas la bisexualidad no monogámica, que rompe con el parámetro de la exclusión social implícita en la pareja y no fija ninguna sexualidad por encima de otra). Le critico su cierre a todo aquello que no nace o se relaciona con su forma de decir lo que es un feminismo antirracista, su exclusión de hecho de las mujeres que no se reúnen alrededor de sus posiciones negras y lesbianas. La digna rabia contra el racismo (que es concreto) no tiene que expresarse como cierre furioso hacia las feministas concretas que trabajan desde diversos lugares de la vida para una mejor vida entre mujeres.
Unas compañeras que acaban de regresar del encuentro lésbico de Bogotá, donde la organización de Ochy fue fundamental, por ejemplo, a pesar de haberse sentido bien, manifestaron: a) rechazo al formato del encuentro: ponencias de día más fiesta obligatoria por la noche y b) el deseo de otras voces lésbicas nuestroamericanas. Su crítica iba en diversas direcciones, como toda crítica y pensamiento libre. Consideraban que donde la fiesta es prácticamente obligatoria, se interrumpen  las dinámicas espontáneas de diálogo y encuentro que nacen de las reflexiones posteriores a lo que se ha escuchado y que echaron en falta mujeres que no por blancas no aportan al movimiento lésbico feminista.
Gracias por la carta, estoy bien abierta al intercambio. Espero que sigamos pensando qué nos molesta de las maneras de expresar el cambio de relaciones entre mujeres y entre mujeres y hombres, en relaciones sociales no fijas sino en transformación.
Dialoguemos al fin, entre todas.
Francesca

From: Karina Otxoa <karina.otxoa@gmail.com>
Subject: Fwd: RESPUESTA A CORREO DE FRANCESCA: Sin Diálogos no hay feminismo, ni hay cambios.

Compañeras, dado que en este espacio circuló el correo de Fran cuyo título era: Sin Diàlogos no hay feminismo, ni hay cambios, me parece pertinente también hacer circular la respuesta de Ochy Curiel.

Saludos a todas.
Karina

———- Mensaje reenviado ———-
De: Ochy Curiel <ochycuriel@gmail.com>
Fecha: 4 de noviembre de 2014, 22:32
Asunto: RESPUESTA A CORREO DE FRANCESCA: Sin Diàlogos no hay feminismo, ni hay cambios.

Francesca.
Me ha llegado tardíamente un correo electrónico en el que socializas con otras compañeras, muchas de ellas, amigas mías y compañeras de luchas, unos comentarios tuyos sobre la entrevista que me hiciera la revista Pikara, pero que no me lo enviaste a mi. Es muy raro, porque conoces mi correo y creo que sabes que no estoy en las listas a la que los enviaste. Esta es mi primera sospecha sobre la intención de este correo, que más que una reflexión sobre mis puntos de vista en la entrevista, se trata de una serie de acusaciones hechas con muy mala intención.
 
Pensé mucho si te respondía este correo que considero irrespetuoso, deslegitimador de una historia de lucha y pensamiento antirracista y antisexista que he tenido durante años, antes incluso de aparecer la teoría decolonial y mucho antes que tú empezarás a escribir sobre racismo, y porque entre líneas, más allá de hacer una reflexión (tal como es el título de tu correo), lo que buscas es crear cizaña con base en argumentos racistas.
 
Decidí responderte porque, entre otras cosas,  me parece que el tono en el que está escrito, en algunos de sus apartes, tiene la intención de ponerme en contra a compañeras de origen indígena y algunas mestizas haciendo tus propias interpretaciones, colocando cuestiones que no son ciertas, y porque no responderte significaría instalar un silencio que puede que sea cómplice de acusaciones que haces, desde tu lugar de privilegio de raza y clase con frases como “me contaron que”.
 
Más allá de que no me gusten ciertas cuestiones en cómo la Revista Pikara colocó ciertas respuestas que di, a nivel general son mis argumentos y me parece muy extraño que buena parte de tu correo no se trata de una reflexión teórico-política de la entrevista, sino que refleja una rabia hacia mi que probablemente no tenga que ver con el contenido de la misma.
 
Voy a tomar cada aspecto de tu correo para mis análisis. Tus palabras las subrayaré con amarillo.
 
 
Unas reflexiones sobre la entrevista dada por Ochy Curiel
 
“Ochy Curiel, y antes que ella Yuderkis Espinoso, con quien Ochy acompaña su pensamiento desde hace más de dos décadas,  han tenido que hacer un enorme esfuerzo intelectual para sostener su pertenencia al pensamiento decolonial, nacido de la inteligencia real de Aníbal Quijano, pero completamente desvirtuado por personajes como Grossfogel, Dussel y las filósofas/os e historiadores/as de la universidad de Duke.”
 
En primer lugar, Quijano no es el forjador del pensamiento decolonial, es una propuesta de Frantz Fannon, un hombre negro que propone el concepto, una teorización y una practica política. Quijano propone el concepto de colonialidad del poder, importante para el pensamiento decolonial contemporáneo.
 
Pero además lo decolonial, más allá de la teoría, es una práctica política que hemos hecho muchas personas racializadas como negras e indígenas desde tiempos de la esclavitud, que luego se convierte en teoría. En ese sentido, para muchas de nosotras y nosotros, no es “un esfuerzo intelectual sostener una pertenencia” a un pensamiento, porque no se trata de pertenecer, sino asumirlo como una de nuestras propuestas claves para la lucha por eliminar las opresiones derivadas de raza, sexo, clase en un contexto como el nuestro.
 
Nuestra pertenencia, como dices,  al pensamiento decolonial no viene solo de lo que han aportado teóricos como Quijano, Grosffoguel, Mignolo, Silvia Ribera, etc.,  aunque también retomamos parte de lo que han producido, porque nos sirven para nuestro pensamiento y nuestro accionar político, sino y fundamentalmente, de lo que han aportado feministas activistas negras, indígenas, cimarronas y cimarrones de nuestros pueblos, mujeres y hombres populares desde sus prácticas y resistencias en conjunción con otras teorías críticas latinoamericanas, y es lo que nos ha permitido perfilar lo que  denominamos como feminismo decolonial, un proyecto que no es ni cerrado, ni acabado, que está en construcción permanente, pero que es concreto.
 
Sobre esto ya hemos escrito mucho, por tanto te invitamos a leernos para que tengas más argumentos antes de emitir opiniones al respecto.
 
Grosffoguel, Dussel y otrxs intelectuales de la Universidad de Duke han hecho también contribuciones importantes que no creo que hayan desvirtuado la propuesta de Quijano, al contrario, guardando diferencias, y también las diferencias que Yuderkys y yo podríamos tener sobre varios de sus aportes, es innegable que han ofrecido a la teoría crítica latinoamericana interesantes análisis. Decirlo así, como lo haces, es hacer un análisis simple a partir del desconocimiento, de las trayectorias nuestras y de esxs intelectuales.
 
Pero lo que más me interesa destacar aquí es tu racismo.
Asumes que ni Yuderkys ni yo, dos feministas racializadas, somos seres pensantes, que no tenemos “inteligencia real” y  Quijano si, hombre, blanco y heterosexual. Es exactamente el tipo de posición que han asumido mucha gente blanca tanto en el proceso de colonización como en su colonialidad contemporánea, para definir quien era humano y quien no, humanidad definida a partir de la racionalidad occidental que ubica a los otros, en este caso a estas otras que somos nosotras, como seres irracionales, no pensantes e incapaces.
 
 
“Entender por qué hay mujeres negras y pobres (y yo agregaría: indígenas, blancas, de barriadas marginales) es algo que muchos pensamientos antihegemónicos, desde los pensamientos utopistas, tupacamarista, de las y los comuneros del siglo XVIII, han venido haciendo. Desde hace tres décadas, Aníbal Quijano y Rita Laura Segato han tenido grandes aciertos al decir que el racismo (externo e internalizado) es el móvil del sistema que crea a las razas y al clasismo que las acompaña. Ochy no dice nada nuevo, ni nada decolonial, al afirmar que debemos romper con la historia lineal, ya lo dijeron pensadores como Arturo Andrés Roig en la década de los 70 y feministas como Juana Belén Guevara, ¡en 1936!”
 
Efectivamente, no digo nada nuevo en torno a la crítica a la historia lineal, o a entender cómo y porque surgieron categorías como negros, negras, indígenas. Una propuesta decolonial significa hacer genealogías como apuesta política, significa reconocer las contribuciones y pensamientos que otras y otros han hecho. Y no han sido ni Quijano, ni Rita Segato quienes lo han hecho por primera vez, fue Fannon, Aimé Cesaire, pero sobre todo negras como Sojourner Truth y Maria Stuart, activistas afros, que forman parte de nuestra genealogía y muchos teóricos y teóricas del racismo que anteceden al pensamiento de Quijano y Segato. Mi interés no es decir, “eso lo inventé yo”, porque hacerlo sería reproducir la lógica positivista, occidental e individual de la construcción del conocimiento. La mayoría de los conocimientos en los que me sostengo han sido producido desde las luchas políticas y desde las experiencias de forma colectiva, lo cual considero es lo más decolonial que existe.
 
Lo que si creo que hemos aportado algunas como “novedad” es colocar esto en el centro del feminismo: la imbricación de opresiones, no solo como experiencias vividas (aportes del Black Feminism), sino como epistemes centrales de la colonialidad en Abya Yala, cuestión que está ausente en la mayoría de los teóricos decoloniales y buena parte del feminismo antirracista, del feminismo autónomo, del lesbianismo feminista, lugares políticos de los cuales yo he sido parte por más de 30 años. 
 
“Como Gladys Tzul y muchas maestras, pensadoras, escritoras desde las epistemes de sus pueblos, creo que el pensamiento decolonial se está convirtiendo en una imposición ideológica que inunda las universidades latinoamericanas de una pseudo reflexión para la liberación, negando grandes corrientes de pensamiento producido en el continente, sea desde universidades con una autonomía mayor que la actual, sea desde los procesos de denuncia del colonialismo interno y la pauperización de los pueblos, en acto desde un liberalismo que ha fortalecido el significado del control estatal sobre los pueblos. Me gusta más la reflexión de una Silvia Ribera Cusicanqui acerca de lo  ch’ixi (ese mestizaje que no embona en ningún lugar de la construcción de poder) que la repetición mecánica de algunas ideas fijas, seguramente muy impactante, pero que separan y rompen lazos entre mujeres que no se han podido terminar de tejer o que son muy fáciles de romper.”
 
Que el pensamiento decolonial se esté convirtiendo en una imposición, no lo creo, aún sigue siendo una propuesta marginal, que algunas y algunos nos damos a la tarea de colocarlo como parte de la teoría crítica contemporánea y que retoma bastante de las propuestas que dices. Veo que desconoces bastante de esta propuesta. Eso es precisamente lo que hacemos, crear genealogía teórico-política. La misma Silvia Ribera Cusicanqui, a quien refieres hace lo mismo. Y ciertamente como Silvia creo que existe la Economía del Conocimiento cuando muchos de estos intelectuales lo hacen desde privilegios institucionales y geopolíticos.
Yo lo hago en la Universidad Nacional de Colombia, una universidad pública, a la que le apuesto como lugar de trabajo, pero también como lugar en que se puede colocar pensamiento crítico, pero sobre todo lo hago en los lugares donde hago mi activismo, donde creo es que se hace la transformación social.
 
Por otro lado Francesca, no estamos repitiendo mecánicamente ideas fijas, ni estamos rompiendo lazos entre mujeres. Retomamos, problematizamos, complejizamos, lo que muchas veces trae como consecuencias alianzas, construcciones colectivas entre mujeres, como en otros casos seguro se crean rupturas. Eso es la política que se basa en proyectos de mundo, no en sororidades femeninas, pues como dijo Audre Lorde, esa supuesta sororidad (ideada, fundamentalmente por feministas blancas), está basada en privilegios para unas que implica la explotación de otras, esas otras generalmente racializadas y pobres.
 
 
“Ochy dice en realidad que no cree en un feminismo que no sea el de ella. Nada más.”
 
No sé cual es el feminismo mío. Quisiera que me lo aclararas, tú que asumes saberlo todo,  porque ni en la entrevista que me hace Pikara, ni en ningún otro lado he dicho que tengo “un feminismo” que es mío.
Lo único que puedo decir es en el feminismo en el que creo y al que le apuesto y de esto dan fe mis prácticas políticas, es un feminismo antirracista, anticlasista, no heteronormativo, anticapitalista y que enfrente de manera imbricada todas las opresiones,  por  tanto es decolonial.
No impongo a nadie que ese sea “su” feminismo, lo que si hago es lucha política para que esta perspectiva sea cada vez asumida por más feministas.
 
 
“La no inclusión es su leit motiv actual. Define a la inclusión de las mujeres negras al feminismo como una medida neoliberal. ¿Prefiere la exclusión sistemática de las mujeres del diálogo con otras mujeres?”
 
No Francesca, ese no es mi leit motiv actual, el análisis sobre la inclusión que hago es más complejo de cómo lo colocas. Incluso no tiene nada que ver con eso que dices de “la exclusión sistemática del diálogo entre mujeres”, creo que estas un poco perdida en cómo das seguimiento a mis posicionamientos, si es que lo haces. Creo que una cosa no tiene que ver con la otra.
 
No sé a qué te refieres al decir que no dialogo con otras mujeres. Lo he hecho tanto que he construido decenas de colectivos, procesos transnacionales, arte colectivo y también academia colectiva. Si no dialogara esto no seria posible.
 
Dialogo, construyo política todo el tiempo con mujeres negras, indígenas, mestizas y blancas (más allá de lo problemático que sean estas categorías) y lo hago porque son mis pares, algunas de ellas creen en la política de inclusión, pero no por ello no puedo dejar de criticar esta política que es parte de la estrategia neocolonial de incorporarlas al sistema que las y nos produjo. Esa es parte de la paradoja poscolonial, si, pero no por ello debemos quedarnos solo en decir que es parte de la paradoja y acomodarnos en esta política.
 
“Algunas ideas y prácticas de su feminismo, de las que he aprendido mucho acerca del racismo y el heteropatriarcado como sistema de gobierno,  me han llevado a tener actitudes equivocadas en el pasado.
No me arrepiento de haber defendido por ejemplo la no mixitud de los encuentros feministas. Pero se puede decir que hoy Ochy contradice sus actos y pensamientos de hace una década.”
 
No los contradigo Francesca, muchas de nosotras, hemos sido capaces de entender el movimiento feminista como un movimiento vivo, que se revisa constantemente, que en un momento tuvimos ciertas posturas y en otros momentos, tuvimos otras. Esto no es secreto y no necesito de ti para que lo digas porque yo lo he dicho ya públicamente. No es una contradicción, es una revisión.
Como digo en la entrevista, creo en el separatismo, como momento estratégico y por salud y por necesidad: encuentros de mujeres, de negras, de indígenas, de lesbianas etc., a tal punto que los construyo, pero el proyecto al que aspiro no es identitario, aunque en un momento lo fue  y en parte lo sigue siendo, entiendo la identidad aquí como producto de la experiencia, como posicionamiento estratégico. El proyecto al que aspiro es aquel que se propone acabar las opresiones y aquí no solo las que hemos sido víctimas de opresiones particulares somos las únicas que estamos llamadas a combatirlas, sino aquellos y aquellas que crean en la transformación social, porque de lo contrario, tú no podrías asumirte como antirracista, como lo haces, aunque veo que tus practicas siguen siendo racistas.
 
Por lo anterior eso que llamamos el sujeto del feminismo ha ido cambiando y se ha hecho precisamente por las críticas que hemos colocado las que hemos sido consideradas las otras del feminismo: negras, indígenas, trans, populares, etc.
 
“Últimamente, la única actitud que le noto es que está furiosa.
Por supuesto tiene (como todas las feministas) razones para su furia: la misoginia, el racismo, la negación del propio mundo de subjetivación libertaria, el acoso sexual por hombres que se consideran compañeros de camino, la lesbofobia generalizada, etcétera. Pero en Guatemala, unas compañeras mestizas y mayas me dijeron que la habían visto como un diablo que vomita insultos y que por ello se habían retirado de la reunión sobre los feminismos decoloniales.”
Dos cosas sobre este aspecto.
1-    La furia, la digna rabia, debe para mi ser una actitud, un posicionamiento de toda persona que no esté de acuerdo con el orden social que nos imponen, que no esté de acuerdo con las mierdas de este mundo, así que más que un insulto, para mi es un halago que me digas que estoy furiosa. Que me reconozcan como tal, me hace recordar que vengo de una familia de mujeres negras furiosas que no se tragaron así como así las injusticias que se cometían contra ellas, me hace recordar a la mayoría de mis ancestras negras que en medio del sistema esclavista se fugaron, abortaron sus crias producto de violaciones de los blancos, y me hace recordar que si nosotras no gritamos fuerte, no nos escuchan, lo que es muy distinto a insultar.
2-    Que yo recuerde, no soy del estilo de “insultar” a nadie. Y este es uno de los puntos que creo más delicado de tu correo y por el cual ahí si, me pongo furiosa. En Guatemala, que yo sepa he estado en un espacio sobre feminismo decolonial: las Jornadas Antirracistas, Lesbofeministas y Decoloniales que realizamos  en este año,  donde pasaste unas horas, donde estuvimos compañeras mayas, mestizas, afros, xincas, entre otras. Mi evaluación de la jornada, como las evaluaciones que de allí salieron fue que fueron muy bonitas, muy interesantes, profundas y construidas desde el afecto y la solidaridad.  
No sé cuáles compañeras mayas y mestizas te dijeron que me “habían visto como un diablo que vomita insultos y que por ello se habían retirado de la reunión”,  creo sinceramente, que te lo estás inventando. Ya te he escuchado con comentarios en el que te inventas cosas, incluso referidos a mi, en otros escenarios.
Esto Francesca es mala leche como decimos por aquí. Eso es generar sospechas y cizañas ante un hecho que tú colocas.
 
De existir estas compañeras que te hicieron el supuesto comentario, estoy casi segura que ellas lo hubieran colocado en las Jornadas como un hecho grave, porque como las reconozco, porque asumo que tienen autonomía de la palabra, tienen sus propias opiniones y sus propios posicionamientos, por tanto, no creo que te necesiten como correo para colocar sus posiciones.
 
Y debe llamarte la atención que cada vez más como GLEFAS nos articulamos con mujeres mayas, xincas, mestizas, afros y blancas de Guatemala para construir pensamiento y práctica decolonial desde posiciones antirracistas, lesbofeministas, anticlasistas…
 
 
 “Ochy en Colombia dirige unos cursos de feminismos que tienen verdaderas adeptas y además, en la calle, se manifiesta a través de una batucada feminista, la Tremenda Revoltosa, que en palabras de muchas feministas, sindicalistas, maestras y mujeres de los movimientos de pobladoras de Bogotá se inserta en la cola de las marchas de mujeres para “evitar” (el término es de ellas) que puedan entrar en contacto con las feministas radicales que se escudan, encierran, ghettizan detrás de la Tremenda Revoltosa. “
Varias cuestiones sobre esto.
1.     Mis cursos no tienen “adeptas”, como le llamas. Son compañeras, son estudiantes que piensan por si mismas, que colocan sus desacuerdos y sus posturas.  Asumirlas como “adeptas” muestra tu posición de poder y de privilegio. Otra vez las asumes como no pensantes.  Van a mis cursos porque probablemente algo bueno les brindo desde los temas, las perspectivas, las pedagogías que construyo. No entiendo por que esto te da rabia.
 
2. Sobre la Tremenda Revoltosa, otra vez me pongo furiosa sobre tus comentarios.
 
Nosotras no nos “insertamos” en las marchas de mujeres, como hacen los partidos de izquierda y como hacen muchas y muchos que se aprovechan del trabajo y de la energía de muchos colectivos y compañeras. Somos parte de las marchas, la mayoría de ellas convocadas también por la Tremenda Revoltosa, en articulación con otros colectivos de feministas, de maestras, de pobladoras de Bogotá. Si no estamos convocando como batucada nos buscan. Siempre tenemos llenas nuestras agendas para tocar a un punto que no damos abasto.
Nuestra radicalidad no es un secreto, es nuestra apuesta, que con los tambores gritamos a través de nuestras consignas. Y nunca estamos en la cola, estamos siempre de frente porque nuestra batucada se visibiliza y hacemos un trabajo político con o sin los tambores que es antirracista, anticapitalista, en contra del heterosexismo, desde el arte como apuesta y las calles como escenario.
Las compañeras que formamos la batucada no nos escudamos, ni nos encerramos en la Tremenda Revoltosa, mucho menos somos un ghetto, como dices, somos una construcción colectiva, viva y activa.
 
Tus comentarios Francesca son de mala leche,  repito, porque qué necesidad tienes de decir “¿me dijeron?” Me parece una actitud irresponsable y deslegitimadora de un proyecto que hoy día para Bogotá es un referente feminista super importante por muchas razones.
 
 “Para seguir los pensamiento radicales de Ochy, me equivoqué en no entender hace 12 años las demandas de las mujeres transgénero. Hoy pienso que la deconstrucción de género pasa por el diálogo con quien performancea el género de manera tal que lo asume como el fin de una subjetivación cambiante. Tengo a amigas transgénero desde hace mucho porque para mí la amistad es una forma de acceder al conocimiento y las emociones de otras mujeres (y otros hombres e intersexuales, porque me niego a encerrarme en el 50% de la humanidad), pero sigo dialogando con ellas sobre las diferentes historias que vivimos por el cuerpo que nos han construido a partir tanto de la educación heteropatriarcal de género como de cómo la acomodamos y destejemos en nuestras vidas.”
 
No entiendo esta parte de tu correo, ¿por qué te justificas diciendo “tengo amigas transgénero”? Eso me recuerda la gente racista que dice “tengo amigas negras e indígenas para esconder su racismo”, o mucha gente lesbo y homofóbica que dice “tengo amigas lesbianas o amigos gays” para esconder su lesbo y homofobia. Al final siempre quieres ser el centro de todo.
 
“Creo que el feminismo es un movimiento político de liberación. Nuestros cuerpos son construidos como femeninos y al hacerlo son racializados por ideas sobre su deber hacer y ser. ¿Debemos liberarnos del género asumiendo que las racializaciones no se pueden superar? Esa en en el fondo la gran contradicción, la falacia del pensamiento de Ochy.”
 
 
Tus interpretaciones sobre lo que digo están mal Francesca y aquí de nuevo veo tu mala intención. Lo que digo es que el color, como definición de la racialización,  un color que es político, no puede tan fácilmente cambiarse para “transgredir la raza” como bien se hace desde ciertas posiciones queer, (me refiero a aquellas posiciones individualistas y muy blancas). Aunque pueda pintarme la piel, quitarme la melanina, aun siguen mis labios, mi nacionalidad, mis nalgas, mi historia negra pesando mucho para un intento de “deconstruir” la racialización. No es una falacia Franchesca, es una realidad, es la experiencia de la que no tienes ni idea de lo que eso supone por más que estudies el racismo, porque como bien dijo una compañera maya, una cosa es estudiar el racismo y otra cosa es vivirlo.  Yo digo que la racializaciòn se puede eliminar, no superar como dices, siempre y cuando desaparezca el racismo, como bien la sexualización desaparecerá cuando desaparezca el sexismo, de lo que se trata son de las condiciones de posibilidad que existe para ello.
 
“Desde hace poco, probablemente por influencia del pensamiento de Yuderkis, Ochy encuentra más cercanas a su feminismo las mujeres transgénero que a las mujeres que descalifica por ser blancas, mestizas y, supuestamente, no cuestionar sus privilegios. ¿Y ella se cuestiona cuando arrastra a la gente a la imposibilidad de diálogo?”
 
Tres cosas sobre esto.
1-    Aunque con Yuderkys he construido por muchos años, ambas nos influenciamos, por suerte, y así como coincidimos en posturas, también tenemos nuestras diferencias.
2-    No estoy más cerca de las transgéneros que a las mujeres blancas y mestizas. Pareciera que no me conoces Francesca. Sabes muy bien que he construido con muchas de estas compañeras durante décadas. Cuestiono a transgeneros, a mujeres blancas, mestizas, mujeres de clase alta, incluso a negras cuando no cuestionan sus privilegios, es parte de mi ética feminista.
3-    No sé a que te refieres cuando dices que arrastro a la gente a la imposibilidad de diálogo, quisiera que lo aclararas porque parecería que tengo una serie de borregas impensantes a mi alrededor que me siguen. Si te refieres al hecho que hubo en Bogotá en torno a un acosador, eso amerita un análisis profundo, con pinzas, porque por principio feminista, con acosadores muchas de nosotras no dialogamos. Tirar esto así, sin contextualizar, sin conocer los pormenores, las implicaciones que esto supuso, es echar leña al fuego, y aprovecho para decirte que como manejaste esto aquí en Bogotá, trajo consecuencias para mi y para la Tremenda Revoltosa que nos colocó en situaciones de inseguridad serias.
 
“Yo sigo siendo una mujer muy crítica de la ONGización del movimiento feminista. Cuando me enfrento a las directoras de muchas ONGs “empoderadas” les digo a la cara, sin necesidad de evitar cruzar mi palabra con la de ellas, que no tienen contacto con la realidad, que manejan una episteme colonialista (no solo colonial), que viven del hambre y la discriminación de muchas otras mujeres, que tienen actitudes racistas. 
Pero soy igualmente critica de la radicalidad del enojo y no de la reflexión, la radicalidad imperialisita y religiosa del si no estás conmigo estás en contra de mí, que no lleva a nada. “
 
Creo que esta es tu interpretación sobre mis posiciones: radicalidad del enojo, radicalidad imperialista y religiosa no son conceptos válidos para mi. Lo que hago a diario es tratar de ser lo más coherente con mis convicciones, que aunque me equivoco, como todas, trato de llamarme la atención todos los días para lograr alcanzar esa coherencia.
 
“Me reivindico autónoma y como tal llego a las barriadas que el gobierno llama eufemísticamente  “colonias irregulares”, donde las mujeres se piensan mientras exigen una “agenda” a los municipios para no seguir siendo violadas, no sufrir hambre, tener acceso a la educación formal y los servicios de salud. En León, la ciudad más desigual de México, estuve trabajando con mujeres que me contaron que habían sido violadas regresando del trabajo, yendo a trabajar, después de la escuela, porque no hay luz eléctrica y los matorrales crecen en el medio de calles no empedradas. Empezamos una dinámica de escucharnos y analizar lo que decimos unas de otras. Una reivindicaba la solidaridad de su marido!!!! Imagínense: por el feminismo decolonial de Ochy habría sido descalificada por sometida heteropatriarcal.”
 
No entiendo porque aquí te justificas, yo particularmente no necesito que lo hagas, cada quien asume sus posturas, y te equivocas Franchesca, te equivocas si crees que hago un análisis tan simplista de la heterosexualidad. Creo que no has leído mis trabajos.
 
“Hace unas semanas estaba trabajando con artistas feministas en San Luis Potosí y de Guanajuato. Chavas que se reivindican autónomas y buscan la construcción, desde su realidad, de un feminismo comunitario. Algunas desde el trabajo con mujeres campesinas e indígenas y otras desde el performance de su feminidad. Pocas más decidieron acercarse a las vías del tren y entablar diálogos e intercambio de alimentos y saberes con las mujeres migrantes de La Bestia. En silencio, sin decir nada en público, con pequeños gestos que demuestran que a las feministas las otras mujeres sí les interesan. Las otras mujeres, aquellas que con ellas solo comparten los genitales y un pasado de construcción de una feminidad opresiva, hecha de deberes y culpas, nunca de placer.
 
El arte es una de las fuentes del pensamiento de liberación feminista. Es un vínculo, no una barrera.”
 
Aquí no entiendo muy bien y no sé a quien le das lecciones de arte. Soy artista y el arte que hago siempre, es una apuesta para la trasformación, no es liberal. Asumirlo como liberal es no reconocer el arte que han hecho indígenas, negras, la gente del pueblo para transformar, no para incluirse. Este es el arte que creo yo puede ser un vínculo.
 
“Lo vuelvo a decir: yo me asumo feminista y autónoma. Vengo y pienso desde la urgencia de la liberación, que es un proceso. No soy una defensora de los derechos humanos, cuyo pensamiento tiende a la normalización de las relaciones de deber ser para una vida con justicia. Como feminista ante la violencia, la discriminación, el feminicidio asumo la defensa de los derechos humanos de las mujeres, pero mi pensamiento no nace ahí. Mi pensamiento, mis acciones, la crítica que me hago y que sostengo en diálogo con otras mujeres sobre mis actos, abrevan de la voluntad de liberarnos de las cárceles ideológicas y de la simbolización patriarcal.
 
Por todo ello, la entrevista donde Ochy declara no creer ni querer la solidaridad feminista, me parece terriblemente cercana a ciertas actitudes de separatismo que en la historia del feminismo han dado al traste con un movimiento de más de 200 años.”
 
Si lees bien no estoy diciendo que no creo en la solidaridad feminista, lo que digo es que no creo en ella así por así, y eso quiere decir que no me interesa entablar diálogos ni solidaridades con todas las feministas, sobre todo no me interesa hacerlo con feministas cómplices de las políticas neocoloniales, ni aquellas que ejercen violencia epistémica, que se asumen representantes de las otras, ni aquellas que pretenden deslegitimarte por sus posiciones de poder, como lo haces tú, contigo he decidido no entablar diálogos porque lo que generalmente haces es siempre colocarte en el centro de la verdad, siempre dañando a otras, como lo haces ahora conmigo. 
 
 
“Con el corazón enchido de dolor y rabia por el asesinato y la desaparición de más de 50 estudiantes normalistas indígenas y pobres de la escuela de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014 (43 de ellos siguen desaparecidos), sostengo que el feminismo es un movimiento de liberación”
 
En eso coincidimos, aún siento dolor y rabia por los 43 normalistas desaparecidos, y también siento dolor y rabia por las mujeres negras de Buenaventura aquí en Colombia, asesinadas, torturadas que ni siquiera aparecen en las noticias, ni en los informes de las feministas, ni en las redes sociales.
 
Ochy

En el número 127 de Blanco Móvil, 30 años de literatura ubicada

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Dormir de noche es un privilegio de clase, no hacerlo un dolor de cabeza

Francesca Gargallo Celentani

 

Se dividen en dos grupos. Los que en sus días libres no pueden dormirse hasta ver despuntar el alba y los que se van a dormir a las 10 de la noche para despertar aunque sea dos veces a la semana a las 8, con la ilusión de seguir siendo normales. Son las y los estudiantes trabajadores de hoy. De sexo indistinto y de edad fija: entre 18 y 24 años. Obligatoriamente “bonitos”, rasgos indígenas deslavados, cuando mucho un poco de ojos rasgados, seguramente no gordos, la gordura desagrada en un mundo de modelos anoréxicas. No tienen derechos laborales, en particular no saben que la jornada de 8 horas fue ganada hace cien años tras intensas luchas sindicales y que hasta la desregulation reaganiana en la década de 1980 nadie (nadie, nadie, nadie) podía siquiera imaginar que sería tan fácilmente revocada en la práctica por las patronales más diversas, desde las burocráticas, públicas y privadas, hasta los emprendedores más pujantes.

Los niños de la noche no son poetas, las niñas no son musas. Son meseras, cajeras, stuarts, hostess, sacaborrachos, cadeneros, gerentes, jefe de gerentes, bar tenders, DJ’s, gerentes de música, jefes de cajeros, jefes de barra, lavalozas, chefs, secretarias de chefs, jefes de cocina, cocineros de fríos y cocineros de calientes: castas de jodidos desprovistos de tiempos naturales, trabajadores de bares, restaurantes y salones de baile. No hay más trabajo para los jóvenes.

Su tiempo personal es exageradamente reducido, cuando mucho 4 horas, si no es que viven muy lejos y el transporte les quema los segundos. Doce horas de trabajo, 8 de sueño y el resto para estudiar, amar, dialogar, conocer la vida, ir al cine o al teatro (jajaja, bueno para mí la normalidad incluye el cine y el teatro, se me olvidaba que hoy es normal trabajar de las 6 de la tarde a las 6 de la mañana), cuidar la mascota, llamar a mamá por teléfono, pasar un chequeo médico, regar las plantas, respirar. Como durante el Feudalismo la lucha de clase hoy se perfila como una lucha contra las horas de corvée más que a favor de los incrementos salariales. Y la patronal los llamará herejes del neoliberalismo, así como en la Edad Media llamó herejes a todos los campesinos y campesinas rebeldes. Herejes y brujas.

Los más raros, los tendencialmente revolucionarios son los bar tenders abstemios y las chefs veganas. Un sacaborrachos pacifista también es un tipo de cuidado. Ni hablar de una cajera feminista. Si sus preferencias son evidentes, las y los demás trabajadores de la noche podrían convertirlos en ejemplos. Grandes revueltas de la noche serían factibles de estallar con esos guías. Todas las noches un fuego.

Las y los maestros de sus universidades y escuelas no los entienden. Los regañan desde su atraso con respecto al conocimiento de la realidad laboral juvenil o desde su clasismo no cuestionado: “No puede ser que no hayan leído esos dos capítulos si no tenían nada más que hacer”. Muchos desertan la escuela antes que el trabajo. Y como su trabajo no está registrado en ningún lado, el gobierno los llama NiNis.

Qué material maravilloso son para el arte los jóvenes: desvelados como zombies, maquetas del performance del futuro, neocategorías para la sociología facilona de las academias clasistas. Los más son carne para el mercado. Hay meseros de bar que se vengan de su imposibilidad de existir comprándose 11 pares de tenis de colores diversos. No duermen, no viven, pero ganan 350 pesos al día más las propinas. Unos pocos son verdaderos nihilistas: la noche devora su existencia que no sirve para nada más que para ser devorada. Y como las mejores narradoras y unos cuantos escritores de hoy, se cuestionan la función de la ficción en el arte (ponen en entredicho el valor de los géneros literarios como formas capaces de enfrentar la creciente falta de significado del mundo y pretenden con ponderaciones excesivas sobre los más nimios aspectos de su vida acercarse al núcleo vivo de la realidad).

Los estudiantes trabajadores que dejan antes la escuela que el trabajo, que tienen crisis acerca del significado de mañana (¿cuándo empieza el mañana si te acuestas cada día a la 8 de la mañana hora en que la gente más vieja entra a trabajar?), que piensan que un artista es el que llega a beber a su barra y menciona su última exposición, que de la diferencia de clases sólo entienden que hay unos gamberros de su misma edad que se pasan la noche en vela sin tener que hacerlo; esos y esas estudiantes trabajadoras son parte de una noche triste, sin encanto, despojada de alternativas tan simples como el sueño. Sin luna ni estrellas. Sin perros que aúllan.

Se dice que en una sola colonia, la Condesa, alias la Fondesa (pero el chiste ya no hace reír a nadie), hay más de 360 bares. Puede ser que muchos más. ¿O cuál es la diferencia entre un bar y un restaurante que cierra a las 2 pero mantiene dentro de sus muros a una cantidad de gente que sigue consumiendo, sobre todo alcohólicos? Los estudiantes meseros no pueden irse; deben seguir atendiéndolos. La jornada de 8 horas ya no existe. El patrón despide a quien a las 4 de la mañana se harta de sonreírle a borrachos que le tiran migas de pan en el escote.

Se dice que hay otros 800 bares de cocteles, tabledances, salas, locales, antros, pubs y discotecas en la Ciudad de México. Un ejército de muchachitos vela en ellos. Sus relaciones amorosas las construyen en su propio lugar de trabajo porque no tienen tiempo de conocer a nadie fuera de ahí. A las mujeres los gerentes (apenas mayores que ellas, aproximadamente treintañeros) las llaman perritas, las obligan a beber para reírse de sus desfiguros o las denuncian si son demasiado austeras porque ahorran para pagarse escuelas de teatro o de música demasiado caras.

“Yo no sufro por no poder hacer cosas fuera de aquí, porque aquí se ha vuelto mi casa”, le dice a su compañera de trajín un muchacho de 20 años que ha dejado la UNAM donde entró dos años antes pasando con facilidad un examen que retuvo al 90% de las y los otros postulantes. Perdido para el estudio, perdido para la inteligencia, pero no era tonto. Otro, no mayor que él, se ríe con un cliente sobre la posibilidad de que éste le pague para conseguirle putas. Usa este término: putas. Es decir, muchachitas que como él llegaron al trabajo sexual pensando que le ayudaría a pagarse sus estudios, su vida, su renta, la posibilidad de salir de su clase social.

La noche no es divertida para quien quiere hacer la prepa abierta, pero se duerme sobre los libros porque el sueño de día no descansa. Para quien sufre de migrañas si no descansa y teme que la aspirina le cause un hoyo en la panza. Para quien sabe que el gerente lo tratará mal tan sólo porque pertenece a la categoría de persona que existen para ser tratadas mal. “Cuando entras a trabajar dejas tu vida afuera”, le dice a un muchacho que es tratado como objeto por un cliente (y quizá haya perdido a la novia, a la madre, al perro o tenga una muela infectada y ganas de tirarse de espalda en la hierba), el jefe que recibe de un jefe más rico enseñanzas acerca de cómo explotar a los trabajadores porque así ganará más.

“Eres joven, cuando seas más viejo vas a dormir. Ahora tienes energías para todo”. Frases vacías. La noche que no se duerme tiene consecuencias. La mayoría de las y los trabajadores de bares y restaurantes tienen trastornos por el ruido constante, las luces y la falta de sueño. Los ciclos menstruales enloquecen, los dolores de cabeza se multiplican, el malhumor se generaliza. Una mesera que se salió de un bar espeta enojada: “No sabía qué hacía ahí. En realidad un bar encarna todo aquello que una no quisiera que exista, todo aquello contra lo cual lucho hoy: el egoísmo, la vanidad”.

Vuelvo a casa deprimida por mi noche de ronda. Escuché todo lo que pude, miré el autoritarismo reciclarse en las preferencias de los cadeneros, el racismo de las personas que no quieren ser identificadas con lo jodido que están en un trabajo sin fin ni fines. Vi llorar de agotamiento a una meserita chiquita chiquita. Esperé que la niña bien con chofer que la devolverá a casa sin tener que ser retenida por el alcoholímetro diga la consabida estupidez de “qué groseros, nos encendieron las luces” con voz gangosa y un tanto nasal, cuando a las cinco y media de la mañana los meseros le pidieron que se retirara para poder cerrar las cuentas de la noche. No me quedé al recuento de cuántas botellas, cuántas cajas de cerveza, cuánto de propina. No esperé para saber si las cuentas concuerdan con lo que hay en caja.

No me quedé. Me fui por las calles. Paso frente a un Oxxo. ¿Una cerveza en la acera? A final de cuenta ¡qué si me arrestan por faltarle a la moral una noche!

Entro al resplandor del neón. La noche agoniza entre las ramas de las jacarandas pelonas del camellón. Los chavos son menos bonitos, hay unos hombres y unas mujeres mayores de cincuenta años, de esos que no encuentran trabajo en ningún otro lado por viejos. En su cara reconozco el mismo desvelo sin sentido. Pienso que a éstos ni siquiera le darán propinas al final de la noche.