Archivos Mensuales: noviembre 2015

La diferencia como el principal aporte teórico de los feminismos

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Para mí lo más importante, novedoso y socialmente transformador de los feminismos de mediados del siglo XX no ha sido la reivindicación de la igualdad de las mujeres y los hombres (ya lo había hecho el feminismo blanco y burgués, de origen liberal, del siglo XIX), sino el juego que habilitaron entre igualdad y diferencia.

Diferencia de las mujeres entre sí (reivindicaciones feministas diferenciadas entre las que necesitan del trabajo de otras y las trabajadoras asalariadas, por ejemplo, lo cual en tiempo de migración masiva donde las mujeres blancas explotan a las migrantes que las sustituyen en un sistema de cuidados no modificado es una expresión de derrota de la reivindicación de poner fin al sistema de género);

diferencia de las mujeres y los hombres (en lo relativo al cuerpo y sus derechos y funciones, para el estro, el menstruo, la gestación, la lactancia y otras);

diferencias entre mujeres que han gozado de privilegios en una sociedad racista (blancas, mujeres que buscan parecer blancas cultural o físicamente sometiéndose a caros y devastadores tratamientos cosméticos) y mujeres que los han sufrido y aportan modelos de superación de la discriminación;

diferencias entre personas que tienen pasaportes del privilegio (recordemos siempre, siempre que donde hay un privilegio hay un derecho negado) y personas cuyos pasaportes no les sirven para viajar de un país a otro gozando de respeto y seguridad;

en fin, diferencias para no tener que igualarnos a un modelo. El modelo de lo que sea: el hombre como modelo de la ciudadanía, o la mujer blanca, con poder adquisitivo y educación institucional como modelo de la feminista.
Desde 1990 hasta ahora las rupturas con los modelos y sus imposiciones han hecho de los feminismos indígenas, negros, populares, artísticos, de mujeres trans, de migrantes, de luchadoras para la casa, de anarquistas, espacios de creación y no sólo de recreación o repetición de consignas que las prácticas institucionales del feminismo no han podido terminar de llenar (leyes pero no acceso a la justicia, por ejemplo).

Los feminismos en este sentido pueden aportar mucho para que la humanidad ponga fin a las relaciones de agresión por motivos religiosos: no sólo es indispensable la laicidad para dar a todas y todos los creyentes de diversas religiones y modos de ejercer la propia espiritualidad o el propio ateísmo igualdad de trato y derechos, sino que hay que repensar si es normal que la semana tenga un día de descanso que se basa en una memoria religiosa hegemónica: el domingo en los países laicos de origen cristiano (México, entre ellos), el viernes en los países laicos de origen islámico (Siria, entre ellos), otros días en los países laicos de origen hinduista, taoista, budista etc., y el sábado en los inexistentes países laicos de origen hebraico. ¿Por qué no la semana de 40 (o mejor 36) horas con un descanso martes y miércoles? ¿Por qué no tres días de descanso cada diez días? El feminismo nos enseña a pensar como de-generarnos (rebasar los límites de los géneros sexuales), puede ayudarnos a pensar cómo des-hegemonizarnos y perder los motivos que fomentan «luchas» (palabras de intenso significado patriarcal).

 

LA DIFERENCIA COMO PRINCIPAL APORTE TEÓRICO DEL FEMINISMO

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Para mí lo más importante, novedoso y socialmente transformador de los feminismos de mediados del siglo XX no ha sido la reivindicación de la igualdad de las mujeres y los hombres (ya lo había hecho el feminismo blanco y burgués, de origen liberal, del siglo XIX), sino el juego que habilitaron entre igualdad y diferencia.

Diferencia de las mujeres entre sí (reivindicaciones feministas diferenciadas entre las que necesitan del trabajo de otras y las trabajadoras asalariadas, por ejemplo, lo cual en tiempo de migración masiva donde las mujeres blancas explotan a las migrantes que las sustituyen en un sistema de cuidados no modificado es una expresión de derrota de la reivindicación de poner fin al sistema de género);

diferencia de las mujeres y los hombres (en lo relativo al cuerpo y sus derechos y funciones, para el estro, el menstruo, la gestación, la lactancia y otras);

diferencias entre mujeres que han gozado de privilegios en una sociedad racista (blancas, mujeres que buscan parecer blancas cultural o físicamente sometiéndose a caros y devastadores tratamientos cosméticos) y mujeres que los han sufrido y aportan modelos de superación de la discriminación;

diferencias entre personas que tienen pasaportes del privilegio (recordemos siempre, siempre que donde hay un privilegio hay un derecho negado) y personas cuyos pasaportes no les sirven para viajar de un país a otro gozando de respeto y seguridad;

en fin, diferencias para no tener que igualarnos a un modelo. El modelo de lo que sea: el hombre como modelo de la ciudadanía, o la mujer blanca, con poder adquisitivo y educación institucional como modelo de la feminista.
Desde 1990 hasta ahora las rupturas con los modelos y sus imposiciones han hecho de los feminismos indígenas, negros, populares, artísticos, de mujeres trans, de migrantes, de luchadoras para la casa, de anarquistas, espacios de creación y no sólo de recreación o repetición de consignas que las prácticas institucionales del feminismo no han podido terminar de llenar (leyes pero no acceso a la justicia, por ejemplo).

Los feminismos en este sentido pueden aportar mucho para que la humanidad ponga fin a las relaciones de agresión por motivos religiosos: no sólo es indispensable la laicidad para dar a todas y todos los creyentes de diversas religiones y modos de ejercer la propia espiritualidad o el propio ateísmo igualdad de trato y derechos, sino que hay que repensar si es normal que la semana tenga un día de descanso que se basa en una memoria religiosa hegemónica: el domingo en los países laicos de origen cristiano (México, entre ellos), el viernes en los países laicos de origen islámico (Siria, entre ellos), otros días en los países laicos de origen hinduista, taoista, budista etc., y el sábado en los inexistentes países laicos de origen hebraico. ¿Por qué no la semana de 40 (o mejor 36) horas con un descanso martes y miércoles? ¿Por qué no tres días de descanso cada diez días? El feminismo nos enseña a pensar como de-generarnos (rebasar los límites de los géneros sexuales), puede ayudarnos a pensar cómo des-hegemonizarnos y perder los motivos que fomentan "luchas" (palabras de intenso significado patriarcal).

Entrevista

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http://www.lemondediplomatique.cl/Feminismos-latinoamericano-y.html

Publicado el 28-11-2015

 

Entrevista a Francesca Gargallo (F.G), novelista y activista feminista. Entrevistada por Alex Ibarra Peña (A.I) Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada.

 

A.I: Francesca gracias por aceptar la entrevista. Te confieso que busqué entrevistarte para llenar un espacio que muchas veces queda desconsiderado. Me preocupaba que este proyecto de entrevista que he venido realizando tuviera pocas mujeres entrevistadas. Lo primero que quiero preguntarte es ¿te consideras una activista feminista y qué motivó a llevar dicha militancia?

 

F.G: Soy una feminista, es decir guío mis prácticas sociales, políticas y vivenciales desde teorías elaboradas entre mujeres; pienso y actúo en el mundo con las demás, para deshacerme de la opresión. Así que escucho y dialogo, marcho y construyo. Me repele el individualismo capitalista, el que aísla las personas para que no puedan tener una acción común de defensa de su hábitat y sus derechos. Es un individualismo que se construye teniendo por modelo la imagen de una libertad masculina irresponsable con sus afectos, sorda a los compromisos, descuidada. Desgraciadamente, el sistema capitalista la ha convertido en una especie de sentido común, el esfuerzo individual para el propio beneficio se festeja, se le cree moderno, se le da una mayor valoración que a la capacidad de tejer relaciones igualitarias y de cuidado con las que liberarse del yugo de la soledad y la precariedad.

Mi feminismo se ha desarrollado a través del tiempo, yo soy la misma persona de hace 40 años ni el mundo es el mismo, así que los modos y las ideas del feminismo han ido cambiando. Ahora bien, sigue pareciéndome repugnante que la mitad de la historia humana haya sido silenciada, negada, excluida por androfilia. Los hombres, a pesar de sus diferencias de clases y de las situaciones concretas de represión y discriminación que pueden sufrir como migrantes o como personas racializadas y con discapacidades en el sistema capitalista cognitivo actual, gozan de privilegios sutiles, casi intangibles por el sólo hecho de haber nacido y haberse criado con genitales masculinos. Donde hay un privilegio existe un derecho negado. El patriarcado les niega derechos a las mujeres para que los hombres gocen el privilegio de sentirse superiores y hacer trabajar de manera invisible y no remunerada a las mujeres de su grupo social y de todos los grupos sociales que considera inferiores al suyo. La sobrevivencia de las redes de prostitución revela que la distribución del dinero sigue siendo androfílica y que los hombres tratan a las mujeres como bienes o, por lo menos, como una clase social que explotan corporal y vitalmente. Que la masculinidad sea una condición de poder lo demuestra que en las relaciones de acoso en el trabajo y los centros de estudio siempre hay una relación jerárquica en juego: los directores acosan a las maestras, los maestros a colegas y alumnas, los académicos a las trabajadoras de administración y de intendencia. Existen maestras que acosan a estudiantes, pero sólo los estudiantes hombres acosan a sus maestras, porque su masculinidad la viven como un poder jerárquico.

Además soy feminista porque me aburre la heterosexualidad, detesto el matrimonio y considero el ejercicio de la maternidad como una actividad pedagógica y un ejercicio de responsabilidad y cuidados que conciernen necesariamente a los hombres (por lo menos no lo hacen desde la perspectiva de la familia patriarcal). Finalmente soy feminista porque con la opresión de las mujeres han aparecido las guerras, el despojo de los bienes comunes, la esclavitud, la xenofobia, el racismo y la destrucción ambiental. Considero, como lo decía la feminista chilena Margarita Pisano, que el feminismo puede proponer otro orden civilizatorio.

 

A.I: Hace unos años atrás un amigo común, Horacio Cerutti visitó Chile con ocasión de dictar la Conferencia Internacional Jorge Millas, en esa ocasión Horacio nos dejó como obsequio el libro “Feminismos desde Abya Yala”, libro que se reeditó hace poco acá en Chile por la querida editorial Quimantú. ¿Cómo fue el origen de este tránsito que va recolectando ideas y proyectos de más de 600 pueblos de nuestra América? ¿Qué es lo que más te gustaría destacar de esta experiencia tan vital y rica del recorrido por y con las mujeres de nuestra América?

 

F.G: En 2004, publiqué una primera edición de Ideas Feministas Latinoamericanas y recibí dos críticas de amigas muy cercanas: feministas lesbianas y feministas mayas, zapotecas y nahuas. Sus reclamos eran que yo no consideraba sus teorizaciones para pensar los feminismos de Nuestramérica, que yo me centraba en las mujeres que ya tienen visibilidad. Me puse a estudiar mucho y elaboré una segunda versión del libro, que se publicó en 2006 con un centenar de páginas más, en la que no sólo reporto las ideas de las lesbianas, sino su carácter cenital en la elaboración del ideario feminista del continente. Pero no pude hacer lo mismo con los feminismos que se actuaban y pensaban en los pueblos originarios, vivos, emergentes, enormemente importantes para la descolonización del pensamiento continental. Al parecer nunca hubo un diálogo entre éstos y  los feminismos que se manifestaron  en las ciudades en la década de 1970; las mujeres de muchos pueblos, sin embargo, pensaron desde cosmovisiones, sistema de justicia, relaciones de género e imaginarios corporales distintos qué es una buena vida de las mujeres, cómo organizarse para alcanzarla. Para conocer sus puntos de vista era indispensable que yo me moviera del lugar donde estaba –la ciudad, la universidad, la relación con la filosofía escrita- y me fuera a buscar las voces de las mujeres de quienes me habían hablado otras mujeres, de las que había leído lo que logran publicar (con grandes dificultades porque las editoriales se cierran al pensamiento que no vende). Descubrí en el trabajo compartido, posiciones muy importantes para entender que las mujeres somos diferentes entre nosotras y no por ello debemos vivir condiciones de desigualdad. Los feminismos, es decir los modos de vivir la libertad y comunalidad de las mujeres, sea cual sea la palabra que se use para definirlos, que postulan las mujeres de los pueblos originarios son también diferentes, no obstante me pareció muy importante el acento que todas pusieron sobre los caminos de liberación, sobre la responsabilidad con su comunidad, con un cuerpo considerado tan sagrado como el territorio de sus vidas. Algunas, además, me hablaron de los patriarcados ancestrales, diciendo que el machismo actual es el fruto del entronque entre los patriarcados ancestrales y el patriarcado colonial, violador y despojador.

 

A.I: En este largo viaje, seguro conociste muchas activistas mujeres ¿qué comunidad o movimiento de nuestra patria grande te llamó más la atención en cuanto a su autenticidad de ideas y prácticas reivindicativas? ¿Qué experiencia nos puede relatar de tu conocimiento de Chile?

F.G. Primero fueron los relatos de las refugiadas chilenas que conocí en Italia, Francia y México. Cuando finalmente llegué a Chile, para el Encuentro Feminista de Cartagena en 1996, sufrí una gran decepción. La dictadura había barrido con ideales, con sueños, con valentías, no sólo con un gobierno popular. Luego me di cuenta que era un país de resistencias múltiples, pero también muy clasista y racista. Finalmente conocí el lago Colico y la tierra de mi amigo poeta Elikura Chihuailaf y descubrí que Chile es un país de gobiernos represivos y resistencias furibundas, aunque no muy visibles. Creo que la policía chilena, los carabineros, son de los más violentos de América: hiperreaccionan, aunque al parecer son más honestos que sus colegas de los demás países. En fin, en los barrios de la periferia de Santiago me he encontrado con comunidades mapuches en resistencia que trabajan la historia negada, la política de la memoria, los colectivos femeninos, la economía de lo común. Me recordaron los barrios del norte de Lima y Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá, donde las madres de los desplazados de la violencia han creado escuelas sin puertas y sistemas de financiamiento de la vida que son tan sorprendentes como esperanzadores.

Creo que las amistades que logré establecer con algunas mujeres indígenas en México y Centroamérica durante congresos y encuentros fueron mi llave de acceso a las reflexiones  de los pueblos indígenas. Las primeras que dialogaron conmigo han sido las compañeras de diversos pueblos mayas de Guatemala. Hay historias de amistades personales que me abrieron al diálogo con dirigentes, estudiantes, sociólogas, feministas teóricas: Feminismos desde el Abya Yala no se habría escrito sin el diálogo inicial con Maya Cu, poeta feminista quekchí, y Gladys Tzul, socióloga y estudiosa de la comunalidad quiché. Ahora bien, el encuentro con Avelina Pancho y las mujeres nasas del CRIC en Popayán me ha revelado el mundo  de la política indígena. Sin embargo, no podría decirte qué mujeres me han impactado más: todas lo han hecho de manera permanente. Fui muy feliz en ciertos encuentros, en otros compartí experiencias de dolor y de miedo. La represión de los pueblos indígenas es algo que acomuna a América. Tanto como sus formas diversas de resistir.

 

 

A.I: Otro libro tuyo relacionado a este tema que venimos hablando, es ese que habla sobre “Las ideas feministas latinoamericanas”. Es sugerente el título en primer lugar en cuanto nos habla a la existencia de un “feminismo latinoamericano”, pero además de eso no sería sólo uno, hablas de estas ideas en plural. ¿Qué intención tienes al hacer notar este “feminismo latinoamericano” y en plural? ¿Juega alguna función un pensamiento situado desde lo geopolítico?

 

F.G: El pensamiento es una relación con otras personas y otros pensamientos y se elabora “desde” un lugar geográfico, ideológico y sexual. Escribí Ideas Feministas Latinoamericanas desde México y desde mi condición de feminista autónoma, narradora, poeta, migrante y filósofa latinoamericanista. No creo en los pensamientos únicos y dudo de los sujetos fuertes, así que siempre he preferido pensar en las mujeres, sus colectivos, las ideas que producen y no en La Mujer y el Feminismo. A finales del siglo XX, pasábamos por una crisis de institucionalización y había una gran presión para que todas dijéramos que queríamos la igualdad y el fin de la violencia. Por supuesto ese deseo era cierto, pero no lo era que para todas el camino para alcanzarlo fuera legislar y tener poder. Ya desde entonces me escandalizaba el divorcio existente entre las feministas políticas y las artistas feministas y vi como una gran riqueza la multiplicidad de grupos que brotaron a principios del siglo XXI de todas partes para escaparse del dominio de la institucionalización del feminismo y las políticas públicas de género.

 

A.I: Me decías en una comunicación anterior que ante todo te considerabas una novelista, sin duda la continuada producción que has tenido, y que ya suma más de una decena de novelas así lo confirman. ¿Nos puedes dar una síntesis de tu producción novelística? ¿Qué temas son los que te persiguen? ¿Qué novelas crees que marcan hitos significativos en tu estilo escritural? ¿Tienes a otras u otros escritores como referentes literarios cuando utilizas este género de escritura?

 

F.G: La narración, literalmente narrar hechos, situaciones de mujeres y hombres que confrontan la vida cotidiana desde lugares, no precisamente consabidos o propios de lo que se espera de ellos, es lo que me enamora del proceso de escribir. Escribo desde las ganas de tener personajes que expresen un deseo de cambio y de comunidad y que hagan cosas. Describo poco, me emociono con las historias y las cuento. Las historias de amistad me parecen las más importantes: cambian la percepción del mundo.

La amistad como sentimiento rector del mundo es obviada por la gran narrativa del amor romántico, que tiende a preferir los lazos neuróticos entre personas a los lazos solidarios. El amor entonces se usa para evitar la convivencia jovial, comunicativa, cuidadosa entre mujeres y hombres. En Los extraños de la planta baja los dos personajes principales son amigos a pesar de tener grandes diferencias en sus modos de vida. Su relación está abierta a la sociedad, se cruzan con más amigos  en la vida cotidiana y la política. La Decisión del capitán se ubica en el semidesierto mexicano del siglo XVI, Miguel es el primer capitán mestizo, no puede identificarse con la madre ni con el padre, no obstante no está solo, ya que teje vínculos fuertísimos con sus hermanas y sus amigos. Todas las personas pueden llegar a ser iguales, las jerarquías se sostienen sobre la desaparición de la amistad, que es una relación amorosa que crece con el respeto. La hermana, el amante, la sobrina de Estar en el mundo se salvan porque entre sí son sobre todo amigos. En Marcha seca, quizá mi novela más poética y desesperada, es la presencia súbita de un amigo que se aperece después de muchos años lo que pone en marcha la acción. Y seguramente en Al paso de los días, los personajes más entrañables son los amigos que mueren juntos. No creo haber escrito nunca ficción donde no aparezca ese sentimiento de construcción comunitaria.

 

 

A.I: Un tema relevante en tus textos han sido los exilios, América Latina ha quedado marcada hasta nuestros días por esta experiencia política generada por las dictaduras. Hoy sin dictaduras llevadas a cabo por las armas confabuladas entre civiles y militares, nos encontramos con el exilio provocado por el neoliberalismo, el exilio del mercado. ¿Te parece que la migración en América latina aparece determinada hoy por el mercado? ¿Has rescatado la experiencia del exilio y la de la migración desde una perspectiva política?

 

F.G: En la década de 1970 se hablaba de exiliadas, hoy se habla de migrantes, las primeras eran víctimas de la represión, se revestían de cierta heroicidad, a los ojos de las personas de los pueblos donde llegaban revelaban una doble cara: eran las representantes de alguna vanguardia social y provocaban temor de que lo que les había sucedido pudiera sucederle también a sus anfitriones. Sin lugar a dudas el temor a un golpe militar semejante al que sufrió la Unidad Popular en Chile hizo que el Partido Comunista Italiano no tomara el poder en 1975. Muchas de mis grandes amigas y amigos en la primera juventud fueron exiliados argentinos, chilenos y uruguayos. Mi madre y mi padre también habían tenido exiliados o refugiados en sus casas durante la segunda Guerra Mundial y después: judíos, primero, y a finales de la década de 1950, húngaros. Hoy las y los migrantes cruzan los mares y los desiertos, mueren por miles y no son vistos sino como invasores por los pueblos acomodaticios de Europa y Estados Unidos, Canadá y Australia. Los y las migrantes son carne para la trata de personas, futuros explotados de un capitalismo que utiliza a las mujeres que migran para que cuiden a las personas que las mujeres del primer mundo ya no pueden cuidar. Las migrantes son las encargadas de los cuidados de sobrevivencia de  enfermos, infantes, ancianos. Los migrantes son las nuevas “mujeres”, los nuevos explotados sin visibilidad del capitalismo global; sus jornadas son como las de las madres: no tienen inicio ni fin; deben aceptar cualquier cosa y agradecer el trabajo que los explota porque se da en una tierra donde anhelaron llegar.

 

A.I: Has tenido reconocimiento entre algunos filósofos latinoamericanos, sobre todo desde la perspectiva liberacionista. Seguramente por tu formación académica en la UNAM conoces el movimiento de filosofía de la liberación latinoamericana, el cual ha recibido diversas críticas desde el feminismo, por ejemplo en Chile Cherie Zalaquett ha ensayado algunas críticas en torno a los planteos de Dussel. ¿Compartes las críticas a este movimiento filosófico desde la perspectiva feminista?

 

F.G: Como cualquier corriente filosófica, la filosofía de la liberación tiene en Nuestramérica varias figuras de pensadoras y pensadores. Dussel es sólo uno de ello, no representa la entera corriente, ni siquiera representa el pensamiento más claramente progresista. Muchas de sus afirmaciones sobre las mujeres parten de un franco desconocimiento de la teoría feminista y tienen un resabio moralista sobre cómo ellas interpretan el juego corporal en la política y la liberación; durante muchos años se manifestó contra el derecho al aborto por motivos “éticos” y llegó a considerar la teoría feminista como un “pensamiento de las mujeres”, no una teoría política de toda la sociedad. No obstante, hay que reconocer que últimamente ha pedido con respeto y atención a mujeres filósofas que hablen con su voz de qué significa el feminismo para los procesos de liberación y de descolonización. Cherrie Zalaquett es una gran periodista, tiene razón en muchas de sus afirmaciones sobre la historia que excluye y apunta certeramente a lo invisible que parecen las mujeres en la obra de Dussel. Críticas más contundentes a las ideas de Dussel vienen de personas como Yuderkis Espinoza Miñoso, quien cuestiona su percepción de la sexualidad femenina como una estética al servicio de la masculinidad.

Entre los filósofos hombres que desde las epistemologías del sur del mundo empezaron a formular el significado de una teoría para la liberación (la liberación de la enseñanza, la liberación de la historia, la liberación de los pueblos del racismo y la opresión), algunos han tenido importantísimos diálogos con filósofas feministas como Graciela Hierro, Urania Ungo, Vera Yamuni, María del Rayo Ramírez, Estela Fernández, Diana Maffia. Entre los filósofos hombres de la liberación he encontrado en Horacio Cerutti a un maestro que se convirtió en amigo y  compañero de camino y  en su maestro, Arturo Andrés Roig, encontré a un guía.

 

A.I: En México hay una constante preocupación por la filosofía latinoamericana, incluso en los espacios académicos. ¿Qué experiencias de producción y difusión filosófica te han llamado más la atención en este último tiempo?

 

F.G.: México después del golpe de estado de Chile, sustituyó en cierta medida a Santiago como centro de producción cultural para Nuestramérica.  En la década de 1980 produjo un lugar de acogida y pensamiento sobre y desde las preocupaciones sociales, económicas y filosóficas no sólo de diversos sectores de la población mexicana (aunque no recogiera como «pensamiento» lo producido por las y los pensadores de los 69 pueblos originarios que viven en el territorio del país), sino también de los miles de asilados políticos que llegaron de Chile, Uruguay y Argentina a los que dio refugio (en mucha menor medida acogió también a la intelectualidad centroamericana). Existió una Casa de Chile, por ejemplo, donde los seminarios se sucedían y donde se empezó a elaborar una teoría latinoamericana contemporánea de los Derechos Humanos. Ahí se fundó el Colectivo de Mujeres en Apoyo a la Lucha de la Mujer Centroamericana en 1981. Además, el carácter cosmopolita que adquirió el cuerpo de enseñantes universitarios contribuyó mucho a la abertura intelectual mexicana.

Esta apertura fue posible porque la universidad era de masas, sin ningún examen de ingreso, y muy viva intelectualmente. Diversas políticas neoliberales han ido minando esa libertad de reunión y cátedra, en los hechos, sobre todo a través de la competitividad instalada cómo método de evaluación de la enseñanza. Las editoriales se han acostumbrado a que las universidades pagan sus investigaciones porque éstas sirven para evaluar el profesorado. La libertad de pensamiento fue así limitada desde las prácticas económicas. Hoy no hay reflexión alternativa ni editoriales realmente independientes (aunque unas pocas están naciendo desde lo comunitario, poco reconocido, a las que es difícil acceder y trabajan al margen de la distribución de masa. Margen que para el libre pensamiento, sin embargo, se ha vuelto fundamental).

Los años 90 fueron de progresivo empobrecimiento intelectual desde los centros. Pero con el milenio, y con el empuje de un pensamiento alternativo que surgió de las reflexiones sobre «un mundo en el que caben muchos mundos», postulado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN, la intelectualidad mexicana universitaria se fue esclerotizando mientras surgían decenas de lugares de reflexión alternativos, en el campo, en los pueblos originarios, en los barrios de las ciudades. Las y los artistas visuales, en particular, salieron de su extraordinaria pintura de caballete y de construcción objetual, para intervenir las calles y los espacios públicos, de diversas formas. Con el estallido de una violencia delincuencial tan amplia que sólo puede existir con el consentimiento (en realidad, el apoyo encubierto) del sistema político, económico y judicial de estado y de los grandes grupos financieros, las y los artistas, así como los grupos de reflexión política, literaria, feminista, filosófica, teológica, han empezado diversas acciones tendientes a la visibilidad de lo que no se nombra por miedo y por un mecanismo sicológico de encubrimiento de la realidad. Fuentes Rojas, uno de los diversos colectivos, empezó literalmente a teñir de rojo con pigmentos vegetales las fuentes de la Ciudad de México para evidenciar el baño de sangre en el que está sumido el país. Las y los integrantes de Bordados por la Paz y la Justicia, un colectivo que nació en el centro de la Ciudad de México porque era el único territorio relativamente pacífico del país, hoy está en 69 ciudades y hay colectivos internacionales que bordan en solidaridad con México. Reconocen como inspiradoras de su acción a las arpilleras chilenas y a las mujeres wayuu que bordaron la historia de la represión colombiana, así como a la escritura textil de los pueblos originarios.  Bordando Feminicidios ya ha cumplido tres años e interviene las plazas de las ciudades con sus tendederos de pañuelos bordados con la memoria de la vida de las mujeres asesinadas. La Lleca es un colectivo de artistas que desde hace 8 años trabaja para llevar la libertad vital a las cárceles y otros centros de reclusión. Las y los «moneros» (diseñadores de caricaturas) van de los periódicos a las manifestaciones con sus dibujos.

Esta actividad de las artistas visuales ha hecho visible lo que se calla en todos los medios de comunicación: la existencia de más de 25 000 desaparecidos y de más de 120 000 muertos en la última década. Cuando el 26 de septiembre de 2014 la policía intervino en el asalto a los buses que habían tomado los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa para dirigirse a la manifestación conmemorativa del 2 de octubre de 1968 en la Ciudad de México, y disparó sobre ellos provocando heridas y muerte a varias personas, permitió que Julio César Mondragón fuera torturado hasta la muerte y que se secuestraran y desaparecieran a 43 estudiantes normalistas, la población y los y las artistas y ciertos intelectuales dijeron un rotundo «ya basta». Manifestaciones multitudinarias, seminarios en  autogestión en las universidades sobre la violencia, invitaciones a los familiares de las víctimas de desaparición en los teatros y los congresos, así como la instalación de un antimonumento de tres piezas «+43» de hierro forjado rojo en la avenida Reforma, en el centro político de la Ciudad capital, demuestran este despertar cultural mexicano. Claro que hay también escritores comprometidos: la extraordinaria novelista Cristina Rivera Garza, el joven narrador Tryno Maldonado y el poeta David Huerta, son dignos de mencionar.

 

Luis Enrique Meléndez Ferrer al entrevistarme me hizo reflexionar sobre lo que es ser una feminista en la academia y ser escritora frente a la competitividad académica

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Resistencias: Las mujeres universitarias en la mirada de Francesca Gargallo (Parte II, Luis Meléndez-Ferrer)

IMG01550-20120215-0810 - copiaSe ha invitado a Francesca Gargallo a dialogar porque es una mujer del mundo intelectual y académico; ella ha actuado en el contexto universitario y posee una amplia libertad para movilizar tanto dentro como fuera de este contexto, lo cual le convierte en una actora con gran sentido de independencia en el sistema escolar. Como mujer, escritora y profesora, ha logra reconocer los mecanismos de control implícitos en las funciones docentes. Como artista dedicada al mundo de la literatura y poesía construye aportes fundamentales para la comprensión de los Feminismos Nuestroamericanos. Francesca es una mujer pensadora activista de los movimientos feministas con la firme convicción y misión de incorporar debates argumentados en pos de consolidar la estructura y práctica de los mismos movimientos feministas. Nacida en Europa Occidental a finales del siglo XX posee una irrevocable afinidad y compromiso con las subjetividades, intersubjetividades y prácticas sociales constitutivas de las culturas auténticas de América, desde la América Central hasta el extremo del sur de este continente.

Se estima muy importante la participación de Francesca porque es una mujer reflexiva y crítica quien, desde su sutil y fantástico sentido de humanidad, es mi amiga quien generosamente siempre ha estado dispuesta a conversar sobre mis ideas. También, es una actora política que se consolida en el discurso marxista para seguir armando un andamiaje socio-cultural, crítico, reflexivo, revolucionario e izquierdista en la desconstrucción de las sociedades y culturas capitalistas, sobre todo, en el continente americano. La presencia de esta mujer constructora de ideas sobre discursos feministas, es indispensable para comprender nociones: resistencias, mujeres, profesora, modos de vida, formación y universidad. Toda esta discusión sobre las nociones anteriores, es fundamental para mi formación académica y socio-política en la universidad venezolana. Dicho debate pretende seguir abriendo espacios para el análisis sobre las realidades dominantes e igualmente tiene el propósito de fundamentar las acciones tendientes a revocar el poder machista del patriarcado en las estructuras y dinámicas de la universidad. Hasta ahora, lo planteado se ha incorporado en la construcción de la tesis doctoral: “Resistencias en las prácticas sociales de profesoras universitarias”, elaborada por Luis Meléndez-Ferrer en el 2015.

Para finalizar la delimitación del contexto discursivo, se ha convocado la complicidad de Francesca porque es una mujer intelectual interesada en desestructurar las nociones e interacciones de participación de las mujeres sujetadas a sistemas patriarcales de dominación, en este caso, a las estructuras cientificistas escolares. Todo esto le permite revelar su rebeldía teórico-conceptual en contra de la heteronormatividad que limita a las profesoras. Basados en lo anterior, continuamos nuestra conversación con Francesca Gargallo planteando:

Meléndez-Ferrer: ¿Qué significa para ti una mujer en su condición de profesora?

francesaGargallo: Como mujer que había estudiado y que escribe, intenté realmente dedicarme a una educación para la diferencia en el trato con las estudiantes. Estuve en unauniversidad pública, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), desde su fundación en 2001 hasta julio de 2013. Cuando descubrí que no podía renunciar a mi escritura de ficción por dedicarme a la enseñanza. Fue un desgaste que casi me mata. Sin embargo, me dio muchas satisfacciones y enseñanzas. Aprendí a estudiar los currículos ocultos de las Carreras y de las Materias. Tuve que enfrentar a alumnos profundamente agresivos con los contenidos que no correspondían a su idea de la superioridad de las ideas, las teorías o las ‛verdades’ masculinas.

M: ¿Qué resistencias sustentan el concepto de profesora?

G: Un estudiante en una ocasión, se me abalanzó con las fotocopias de la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana” de Olimpia de Gouges, diciendo que esa mujerzuela no había inventado nada, que sólo había sustituido la palabra mujer por la de hombre y que su escrito era una copia de la “Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano”. Muchas de sus compañeras de curso se asustaron. La agresión fue contra todas no sólo contra mí. Las mujeres profesoras tendemos a ser maternales con nuestras/os estudiantes. Me pasó a mí también. La otra cara de eso era ser una profesora rígida en ‛traje sastre’, esas que creen que portarse como hombre es la única manera de ser buena. Reivindico como positivo el acercamiento afectivo con las y losestudiantes. No tiene nada que ver con ser condescendiente con sus irresponsabilidades, tiene que ver con comprender que nadie es igual en tiempos de aprendizaje ni en formas de respuesta a las nociones que se transmiten. Por supuesto que ser profesora es también una gran oportunidad de introducir intereses, ideas, dudas sobre la división sexual del saber. Tener un salario por enseñar, además, es tener el reconocimiento de la capacidad de las mujeres de ser transmisoras de saberes. Ahora bien, eso el patriarcado siempre nos ha dejado serlo. Se trata ahora de ser transmisora, no del saber patriarcal, sino de la multiplicidad de saberes que las mujeres y los hombres no heterodeterminados, proponemos al mundo.

M: ¿Qué resistencias le impone la universidad a las profesoras?

G: Para mí, por ejemplo, es indispensable que las y los estudiantes de economía sepan de lo importante que es la producción de espacio de vida desde la atención doméstica de la misma. Cuánto tiempo, cuántas horas trabajo se invierten en el cuidado de las y los enfermos, de las personas mayores y de las niñas/os. Qué indispensable es ese trabajo para que las redes de convivencia garanticen la supervivencia de las personas. Por tanto, la universidad se resiste. La economía es una disciplina que se niega a reconocer la necesidad de los afectos, así como también, la filosofía, la ingeniería. Tengo colegas en Derecho que han sido acusadas de querer reintroducir la desigualdad en la Ley.

La universidad neoliberal, además, ha introducido una trampa para las mujeres al diferenciar los sueldos según la productividad. Dar clases no es suficiente para la universidad neoliberal, la eficiencia se mide en trabajos de investigación publicados. Eso es una trampa que subraya la vulnerabilidad de las mujeres ante el acoso laboral institucionalizado. Una profesora que acaba de dar a luz no puede producir los trabajos que le garantizan los incrementos salariales, por ejemplo. De manera que la discriminación salarial es reintroducida contra las mujeres a través de la exigencia de publicar constantemente. Y cualquier cosa. Otra discriminación se esconde en el derecho de las profesoras a cuestionar los contenidos y formas de la enseñanza instituidos en la universidad. Eso requiere tiempo y requiere la posibilidad de desmentirse si se comprueba un error propio. Eso es imposible en la universidad neoliberal que ha hecho de la productividad despersonalizada y ajena a la calidad del producto, su ‛caballo de batalla’.

Por ejemplo, para analizar un archivo y demostrar que una interpretación ha sido sesgada por la visión patriarcal, yo necesito de años y no puedo publicar dos artículo al semestre para mantener mi plaza si quiero decir algo medianamente novedoso. La productividad -entendida como cadena de producción- sin interrupción para no poderse detener a pensar, es el motor de la universidadneoliberal. ‛¡No detenerse, no detenerse, no detenerse!’. Es decir, no tener tiempo para investigar a fondo, no tener tiempo para pensar alternativas, no poder cuestionar el sistema. No todas las profesoras están conscientes de ello. Pero las primeras críticas sí las escuché de mujeres porque no podían con su doble jornada laboral más el acoso de la producción de ‛ensayos’ de investigación para mantener la plaza y obtener sobresueldos por productividad. Muchas profesoras se han tragado el discurso neoliberal de la productividad. Ni siquiera se dan cuenta que ese afán las ha puesto a competir y les impide formar grupos de trabajo.

M: ¿Cómo es tu modo de vida, valorando que eres una profesora?

G: Bueno, mi vida ha dado un cambio radical cuando renuncié a mi plaza en la Universidad. Volví a escribir, a actuar en grupos de artistas que trabajan por la paz y la memoria en México, sostengo con un compañero un círculo de estudio y reflexión sobre los socialismos y su relación con los feminismos. Me hace falta un salario, es difícil vivir sin dinero en el capitalismo, pero también he aprendido a vivir con menos gastos. Lo que no me hace falta para nada, es la competitividad que las academias fomentan. Sigo escribiendo, publicando. Me siento más libre desde la participación en la educación no oficializada. Creo que dialogamos mejor los textos, sostenemos mayores debates. He vuelto a la educación en las calles, por ejemplo durante las huelgas. Fui a la Escuelita Zapatista y aprendí mucho sobre la autonomía de las comunidades en términos económicos y políticos. ¡Si, renunciar a mi plaza de tiempo completo en la universidad fue una forma de resistencia a la educación que oprima e impide la libre expresión de las ideas! A la par, mantener la práctica de la educación que des-educa a la aceptación de la opresión es una forma de resistencia contra la voluntad del neoliberalismo patriarcal para reducir a las mujeres y los sectores más vulnerables de la sociedad a la ignorancia. Creo que el capitalismo oprime tanto en su forma de neoliberalismo, como en su forma de capitalismo de Estado. ¡Eso es! Creo que también en las sociedades donde hay una voluntad política de distribuir las ganancias de mejor manera y de reconocer derechos laborales a las y los trabajadores, existe la posibilidad de ser oprimida en el saber.

M: ¿Qué le dirías a las profesoras universitarias en cuanto a lo que ellas deben formarse?

G: Les diría lo que a cualquier mujer: ¡Mírate!, ¿Te sientes satisfecha en cómo puedes/debes trabajar?, ¿Por qué te separan de las otras mujeres y te ponen a competir contra ellas?, ¿Por qué la educación no debe ser cuestionada desde una perspectiva de género en cuanto a contenidos? Considero que una mujer profesora que es capaz de no rehuir estas preguntas. Seguramente buscaría cómo hacer alianzas con otras colegas para dialogar sobre formas y contenidos de sus materias. La práctica de la autoconciencia sería una de las mejores herramientas para generar resistencias epistémicas en las universidades, así como en los espacios de la vida social y política.

Propongo que ellas se formen sobre Historia de los movimientos feministas y de mujeres; teorías feministas del conocimiento; estudios sobre feminismo y antirracismo. Todas estas tendencias deberían tenerlas todas las profesoras para sentirse libres de aplicarlas en sus investigaciones y sus materias. No se puede ser feminista en los propios escritos y luego aceptar dar clases de historia lineal donde la presencia de las mujeres es invisibilizada. Sin embargo, muchos programas son diseñados sólo desde una mirada disciplinaria patriarcal. Seguramente para mí la resistencia al sistema que nos encadena en el género, en los grados académicos, en las disciplinas sin capacidad de dialogar con otras formas de construcción del saber ha sido muy importante. Las feministas nos resistimos en un primer momento a la aniquilación de las mujeres y, en un segundo momento, a la asimilación a la masculinidad. No obstante, las feministas hoy al dialogar entre nosotras vamos más allá de la resistencia, construimos formas de la política que no son las del sistema. Igualmente, construimos estéticas, miradas sobre la realidad que despiertan sentimientos y emociones diversas a las de siglos de sistema heteronormativo, basado en un sistema de género que construye simbólica, económica, legalmente a las mujeres y los hombres.

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Toda la conversación con Francesca Gargallo está llena de signos feministas y con ricas vivencias existenciales, reveladora de mitos patriarcales y leyendas institucionales, intensa por la fuerza de sus luchas libertarias, admirable por la profundidad de sus reflexiones e importante para el cuestionamiento cotidiano, académico y crítico sobre los estudios de las mujeres sobre todo, ante las mujeres educadas. Por esto, quisiera visibilizar algunas de sus ideas que me han resultado más significativas como actor dialogante con ella. En primer lugar subrayo una idea sustantiva: “Mi teoría es que la guerra no libera a las mujeres, aunque participen en ella”. A partir de este planteamiento, interpreto que las profesoras universitarias están involucradas en la “guerra” simbólica conducida por el discurso patriarcal y machista de las epistemes tecnocráticas-y-económicas. Esta guerra se concreta tanto en la concepción como en la operacionalización de la gestión académico-organizacional de una universidad venezolana en constante conflicto. Esta situación conflictiva se comprende porque la universidad es parte de una sociedad local: la venezolana, determinada por grandes contradicciones y tensiones tanto políticas, morales, ideológicas, sociales como económicas, las cuales generan grandes problemas estructurales en la historia de los modos de vida de l@s venezolan@s.

Así pues, las mujeres mencionadas desarrollan un prototipo de mujer protagonista en la vida pública. Ellas son elegidas democráticamente y trabajan en puestos de gobierno universitario. Muy a pesar de ello, normalmente, no combaten en pro de la auto: liberación, emancipación y reivindicación de la mujeres y de otros colectivos humanos, frente a la fuerza ejercida por los mecanismos de opresión estructural que se despliegan en las esferas de salud pública y hospitalaria, ante las necesidades habitacionales, frente a las necesidades básicas de la vida familiar, en la seguridad social y física, en la alimentación en general y en la maternal, ante la educación escolarizada y la formación continua de toda la familia, frente a la libertad de identidades de géneros y orientaciones sexuales, ante la contratación laboral, entre otros aspectos de la vida cotidiana. Dichos dispositivos de control son desplegados por el Estado y Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, con la intención de establecer una constante conflictividad en donde se perjudica -con mayor repercusión- a las mujeres independientemente de que sean profesoras o de cualquier grupo social, académico o etario. Por tanto, las profesoras están en la oportunidad de aprovechar su posición estratégica en el plano de geopolítica universitaria y en la geopolítica de la gubernamentalidad venezolana. Esto puede apalancar los múltiples sistemas estructurales y autónomos que apunten a proteger, fortalecer y ampliar temas tanto científicos, sociales, sanitarios, políticos, económicos, laborales como familiares. Dichos temas de urgente discusión en pro de resignificar y expandir los beneficios hacia las mujeres y otros colectivos humanos desfavorecidos por el Estado y la universidad sexista. En definitiva, se requiere mujeres intelectuales guerreras que luchen por ellas mismas así como por otras mujeres y otros colectivos sociales oprimidos por el patriarcado, creado por la sociedad venezolana y legitimado en sus instituciones estatales.

La segunda idea importante es su puntual creencia de que debe existir: “La universidad de masa”, a partir de la cual ella dice: “Condeno los exámenes de exclusión, es decir esos exámenes que sirven para excluir a las y los postulantes al ingreso a una universidad pública. Esta exclusión golpea a todas y todos los estudiantes de las escuelas públicas de zona de escasos recursos y malos maestros”. A la luz de esta idea, las profesoras están llamadas por la voz de los feminismos tanto académicos, comunitarios como populares a desconfigurar los modelos hegemónicos y homogéneos de universidad prevaleciente en la sociedad venezolana. Es trascendental plantear el requerimiento y legitimación de modelos de universidad para las masas, es decir, es urgente que las profesoras diseñen e implementen programas destinados a beneficiar a diferentes grupos/clases desfavorecidos por razón de clase, etnia, piel, identidades de géneros, estratos económicos, territorialidades, procedencias.

Asimismo, ellas se encuentran en la oportunidad de estar atentas frente al requerimiento de modelos de una universidad alterna o universidad-otra que emerge de forma revolucionaria ante la oportunidad de seguir ampliando la socialización y democratización de conocimientos-saberes. Esto hace que los anteriores grupos/clases/etiquetas patriarcales que han dividido a la humanidad, se reconozcan e incluyan en la creación de espacios de vida cotidiana para una nueva reflexión, análisis y escritura sobre la vida misma. Con esto se tiende a desarrollar nuevas teorías socioculturales a partir de las experiencias y convivencias locales desde la mirada de los feminismos situacionales. En fin, es preciso la creación de modelos universitarios en donde se fortalezca los diálogos intelectuales con diversas formas de vivencialidades cotidianas generando intelectualidades-otras y no estar apegados o ultra-sujetados a la rigidez de las visiones de intelectualidades doxas impuestas por la ciencia moderna. Desde esta mirada, se demanda que las mujeres intelectuales estén dispuestas a resignificar nuevos modelos flexibles y permeables de programas universitarios con la intención de incorporar los saberes y conocimientos silenciados. E igualmente, a las profesoras se les invita a interactuar con mayor consistencia con las necesidades existenciales y situaciones de vida en las diferentes comunidades y con las personas-grupos que están generando tanto reflexiones como acciones en pro de un mundo diverso y humano.

La tercera idea fundamental que retomo en el discurso de Francesca, es que: “Los privilegios masculinos no pueden seguir existiendo. Donde hay un privilegio necesariamente un derecho está siendo violado”. Con este planteamiento, vislumbro que las profesoras universitarias son personas que comúnmente gozan de privilegios del patriarcado científico, gremial, clasista e institucional, a la luz de la construcción de tribus académicas. A su vez, son actoras reproductoras de un ‛habitus de los privilegios machistas’, lo cual va en contra de sí mismas y hacia los otros colectivos humanos más desfavorecidos. Este habitus de subordinación naturaliza, normatiza e institucionaliza una cultura socio-productiva de violencia que instaura una competencia canibalezca en las prácticas sociales de las mujeres en sus funciones universitarias. Esta idea se vincula con la opinión de esta escritora feminista, a saber: “Lo que no me hace falta para nada, es la competitividad que las academias fomentan. Sigo escribiendo, publicando. Me siento más libre desde la participación en la educación no oficializada.” Por tanto, se requiere profesoras creadoras de resistencias antiimperialistas frente a los discursos globalizantes de los enfoques competitivos y de las perspectivas políticas que operativizan la jerarquización de grupos humanos en función de los privilegios sociales, económicos, meritocráticos, profesionalistas, gremiales y sexistas. Entonces, se exige la presencia de mujeres intelectuales dispuestas a luchar en pro de destruir los mecanismos histórico-culturales de la universidad, los cuales han reproducido el ‛patriarcado de los privilegios institucionales’. Todo esto porque urge la existencia de una universidad más democrática y socialista tendiente a beneficiar a todos los colectivos sociales mediante el respeto y la preservación de sus derechos humanos.

La cuarta idea desvelada por Francesca y que para mí es muy sustantiva, se manifiesta así: “Creo que el capitalismo oprime tanto en su forma de neoliberalismo, como en su forma de capitalismo de Estado”. Con esta visión discursiva, las profesoras universitarias son personas concebidas como sujetos de opresión y construidas como sujetos. Todo esto con el objetivo de replicar la dominación del gran discurso global e imperialista de la política e ideología del Capitalismo científico, económico, tecnológico, social, productivo, profesional y de géneros. Las mujeres intelectuales son parte del mecanismo de producción del capital “humano” y de modelos de “desarrollo humano”. Este involucramiento de sumisión –por el primer lado- puede ser autoconsciente. Por el segundo lado puede ser establecido como una cultura histórica, tradicional, generacional, lineal, jerárquica y propia de una tipología de clase socio-productiva. Y, por el tercer lado, puede ser asumido como una verdad tácita, invisible e intocable que se gesta de forma automática e inconsciente en las estructuras socio-mentales de las mujeres, quienes deben incorporarse en espacios públicos, laborales y en especial forma, en los espacios académicos. Lo anterior se plantea con la finalidad de reproducir la episteme masculina del método científico que le impone la ciencia moderna y la institucionalización universitaria. Por todo lo expuesto, se requiere que las mujeres intelectuales desarrollen un discurso anticapitalista con el propósito de autoliberarse de nociones identitarias y prácticas sociales dispuestas, naturalizadas e institucionalizadas por grandes discursos panópticos que regulan, castran y castigan sus corporalidades, mentalidades, emocionalidades, relaciones sociales y espiritualidades. En consecuencia, ellas deben desmitificar esos cuerpos discursivos en pro de incorporar una interacción más plural, nada patriarcal, menos objetal, sin alguna violencia en sus formas de convivir dentro y fuera de la universidad.

Lee la primera parte de la entrevista aquí.

Luis Enrique Meléndez-Ferrer

lemelendezferrer@gmail.com